Mover el pensamiento, sentir el movimiento. Maria del Mar Cegarra Cervantes
son tantos que la gente tiende a convertir estos temores en obsesiones y compulsiones.
Como resultado de tantos estímulos, los pacientes refieren mucho en la consulta que se sienten bombardeados. En el pasado esto no era una queja común, aunque sí hablaban de tener miedo al padre, al jefe o a no tener dinero, cosas que todavía ahora tenemos. Hoy, pero, además de estos tenemos mucho más: las noticias, internet, el teléfono, el pánico a engordar o quedar calvo, la presión de no tener tiempo para los niños, etc. En resumen, hoy en día todo da miedo.
Dicen que somos libres, pero lo somos menos que nunca; estamos en una jaula dorada llena de lujos, pero sin tiempo, con el miedo y la presión de ser una mejor madre, un mejor padre, una mejor mujer, un mejor hombre, un mejor profesional, etc.
Y aquellos que no pueden cumplir con esta pauta determinada por la sociedad se vuelven inseguros, se vuelven menos interesantes, se asustan, comen de forma compulsiva, engordan y luego entrar en un ciclo negativo es un clímax.
Los miedos neuróticos que no tienen una base real socavan a las personas y las conducen al TOC, a los ataques de pánico severos, a las fobias u otras enfermedades, todo porque el sistema está sobrecargado.
Los temores más allá de las sobrecargas pueden provenir de un trauma de choque o del desarrollo relacionado con situaciones muy antiguas, pero con el tiempo la gente las fue normalizando. Por ejemplo, se puede aceptar que alguien le tenga pánico al color amarillo. Pero lo más importante es entender por qué: tal vez tenga algo que ver con un episodio en el que un ladrón que llevaba puesto un suéter amarillo la agredió. Es la asociación típica que hizo el sistema, pero no entendemos de inmediato por qué.
El miedo se expresa en un campo informativo que tenemos tanto dentro como fuera de nosotros. Es en este diálogo donde puedo intentar hablar con mi temor y preguntarle «¿Eres un león o una persona con el pelo muy largo que me recuerda a un león?».
Cuando damos rienda suelta a nuestro instinto, puede hacernos temer a alguien que ni siquiera conocemos. Pero si hablamos de ello, podemos entender que tal vez esta persona nos recuerde a alguien que nos maltrató, y entonces lo racional puede ayudarnos a comprender que no es esa persona, sino que es alguien similar o que huele parecido.
A partir de esta comprensión de los hechos, podemos negociar con nuestra autorregulación. Podemos entender, podemos respirar mejor, pero necesitamos más que eso, tenemos que autorregularnos al mismo tiempo que nos regulamos con el exterior, y este proceso puede ser lento.
¿Cómo cuidar los miedos?
Es importante, en primer lugar, entender si en realidad tenemos miedo, porque a veces no lo sabemos con certeza: tenemos malestar pero no identificamos el sentimiento que hay detrás.
El autoconocimiento llegó a los seres humanos como una bendición y como una maldición. Como una bendición porque nos impulsa a hacer cosas increíbles; como una maldición porque nos puede llevar a ser más crueles, incluso a maltratar, en un extremo.
¿De qué tengo miedo?
En una consulta en la que identificamos el miedo como una emoción limitante, deberíamos explorar en la anamnesis2 qué es lo que teme esa persona. ¿Ser abandonado? ¿Ser maltratado? ¿Fallar?
Como ya hemos mencionado, el temor no nace de la nada, sino de algo real que la persona ha vivido o vive (o algo que se ha construido en la mente). Por ejemplo, si has oído decir muchas veces que los hombres son malos, te lo creerás.
En la película sobre la biografía de Elton John se explica que el hecho de que tuviera miedo de ser abandonado le hizo cometer excesos, volverse muy dependiente, muy necesitado. Es el comportamiento típico de un perfil con tendencia «oral», como lo llamamos en psicoterapia. A él lo que podía ponerlo en peligro era estar solo, porque venía de algo muy antiguo: una profunda soledad en la infancia, una madre muy fría que no lo abrazó y un padre que decía que solo estaba con su madre por su culpa.
Por eso es muy importante entender de dónde viene el miedo, darle la bienvenida y aceptarlo para hacer las paces con lo que no queremos ver.
Una de las cosas que a las personas les cuesta más aceptar es hablar sobre la causa del miedo, pero la verdad es que cuando se niegan a hablar sobre el tema se sienten enojados, lo rehuyen. Se abstienen de hablar de sí mismos porque el contacto con la tristeza es muy difícil. Mientras haya una negación de su historia, el temor se instala y la persona se siente insegura, aunque no sepa por qué. Pero para compartir tus miedos, tienes que hacerlo con alguien en quien confíes, que sea mentalmente ágil y amable con nosotros y con nuestra historia.
¿Cuántas veces no sabemos a lo que tememos?
En muchas ocasiones no sabemos a qué tememos. Tenemos la sensación, pero no hacemos la conexión con el contenido, con el significado. Entonces, cuando el miedo se aclara y existe la posibilidad de hacer este puente hacia él, también es posible replantear nuestra propia historia.
Esta es una de las formas, aunque hay varias maneras en las que puedo replantear lo que tengo adentro y lo que veo afuera, de entender lo que me hace sentir alerta.
Para cuidar los temores cuando no son reales, es necesario no solo comprender, sino también replantear y reorganizar el cuerpo, el sistema nervioso central, el sistema vegetativo simpático y el parasimpático. Son necesarios un reinicio y una reprogramación, y darle tiempo al cuerpo para que se acostumbre. Solo en contacto con la nueva sensación puedo dialogar, respirar, tomar un descanso.
Hay muchas técnicas y herramientas para acceder a los miedos, pero además de la técnica, se requiere dedicación y disciplina, y en la terapia (vista como un espacio seguro) la mejora va apareciendo. Por supuesto que es un proceso lento, porque si he sufrido durante cuarenta años, a lo mejor no necesitaré otros cuarenta para tratarme, pero sí que podría necesitar al menos cuatro meses para notar diferencias, y es probable que en los próximos cuatro años mejore mucho.
El cuerpo necesita nuevas sinapsis, nuevos genes que se despierten y viejos genes que se apaguen. El cuerpo es lo que sustenta la energía, la emoción y la mente. Así que la materia también muta, porque si estamos hechos de agua, estamos llenos de iones, electrones y electricidad que cambian.
¿El miedo es inconsciente?
La mayoría de las veces la gente solo es capaz de mencionar la incomodidad. Cuanto más desconectada esté la persona de su autoobservación, autocuidado y autoestima, más desconectan su pensamiento de su sensación y, por lo tanto, es posible que ni siquiera sean capaces de identificar que tienen miedo de algo.
Alguien puede incluso ser funcional, pero un día, por ejemplo, se va de vacaciones y de repente, sin saber cómo explicarlo, le da acidez gástrica, o una alergia, o un ataque de pánico porque se detiene y no está acostumbrado a detenerse. Cuando esto ocurre de forma evidente, las sensaciones que siempre han estado ocultas o disfrazadas emergen con mayor claridad.
Cuando las sensaciones de alerta duran mucho tiempo, crean uno de los principales estados de enfermedad: el estrés. El terror continuo crea estrés, y el estrés en picos muy altos conduce al agotamiento, por lo que el cuerpo puede ceder.
Por eso es importante cuidar el miedo, ayudar a la persona a entender que es neurótico, que es desproporcionado a lo que está pasando, que es un detonante y que cuando se detiene, puede llevar a la persona a un estado de desequilibrio muy grande.
Tener miedo es legítimo, no hay nada malo en ello, el problema aparece cuando la persona se ha apartado por su culpa sin haber intentado percibir o explorar los sentimientos que hay detrás. Y las reacciones varían mucho de persona a persona, hay quienes acceden a la raíz muy rápido, hay quienes acceden poco a poco. Hay gente que ante un miedo inminente se congela en el momento del enfrentamiento, pero luego se van y tienen descargas, por lo que también es importante entender de qué tipo de materia está hecho nuestro cuerpo y cómo reacciona en estados de peligro.
Experimentar miedo y malestar por personas diferentes puede provocar reacciones dispares, y eso no significa que sea más grave para una que para la otra. Algunas pueden tener una descarga emocional momentánea, otras no reaccionan