Tennessee Williams y la Norteamérica de posguerra. Pilar Illanes Vicioso
para incentivar la amenaza del conflicto y para componer una ideología de proteccionismo y de defensa de una nación que se reconoce como lugar de las libertades.
Este discurso tiene lugar casi un año antes del ataque a Pearl Harbor, concretamente el 6 de enero de 1941. Originalmente bajo el título de “State of the Union 1941”, el presidente Roosevelt se dirige al Congreso en un momento delicado en la historia de Estados Unidos, ya que como él mismo indica, nunca antes se ha visto Estados Unidos bajo una amenaza externa de esta magnitud. De este modo, Roosevelt pone en alerta a todo aquel que no lo estuviese ya, y valida la preocupación de los que sí lo estaban. La seguridad del país, y todo lo que ello implica, está siendo amenazada por fuerzas externas a las que hay que enfrentarse como una nación unida, y el presidente no tiene reparos en hacer énfasis sobre este punto. De este modo apela al patriotismo y a la unidad del país para enfrentarse al enemigo. Roosevelt no duda en recordar algunos de los conflictos bélicos en los que Estados Unidos se vio implicado, incluyendo la Guerra Civil que tuvo lugar entre los estados del país, y a su vez advierte de que la participación en conflictos geográficamente externos se debió a: “[T]he maintenance of American rights and for the principles of peaceful commerce”. Continua así con su labor para convencer al Congreso de que la política aislacionista tiene que acabar.
Roosevelt veía esta política como algo peligroso para los tiempos que corrían, mantenerse al margen podía suponer la victoria de los países del Eje, y sus consecuencias para Estados Unidos serían devastadoras, puesto que su economía, su libertad, e independencia como país estarían en peligro. La evocación de esta imagen tenía como fin abrir los ojos de aquellos que apoyaban el aislacionismo, puesto que también se verían directamente afectados como cualquier otro ciudadano de a pie, y así se lo recuerda a los miembros del Congreso.
De igual modo, Roosevelt confiaba en que los Aliados serían capaces de contener a las fuerzas del Eje, y así fue hasta que vio cómo estas se iban haciendo con el poder y salían victoriosas de sus ofensivas. Fue entonces cuando consideró más necesario que nunca prestar ayuda a los Aliados, así que de nuevo pidió la colaboración del Congreso para aprobar las ayudas a los países que protegían los intereses de Estados Unidos; esto llevaría a la aprobación de la Ley de Préstamo y Arriendo por parte del Congreso el 11 de marzo de 1941.
El discurso de Roosevelt fue efectivo a la hora de despertar el miedo en los oyentes, ya que al aludir a sucesos ocurridos en el viejo continente, el mandatario estaba advirtiendo sobre el peligro de no ser lo suficientemente precavidos. Para ello, utilizó el ataque sufrido por Noruega como ejemplo de lo que podía suceder si no eran previsores, dando a entender que era sumamente importante actuar con rapidez y asumir una postura defensiva.
Llegados a este punto, el fin del aislacionismo se percibe cada vez más próximo. Roosevelt se dirige directamente a los congresistas y al Poder Ejecutivo del Gobierno, y en un giro interesante de palabras, los señala como los principales responsables del éxito o el fracaso de la supervivencia del país:
That is why the future of all the American Republics is today in serious danger. That is why this Annual Message to the Congress is unique in our history. That is why every member of the Executive Branch of the Government and every member of the Congress faces a great responsibility and great accountability. (Roosevelt, “State of the Union 1941”)
Su mensaje es claro, si el Congreso y el Ejecutivo no pasan a la acción, estarán arriesgando el futuro de la nación y los valores que la sostienen, además de hacer gala de un patriotismo más que cuestionable. Si no abandonan su política aislacionista y neutral, serán los directos responsables de la pérdida de la libertad y de la democracia en el país. Sigue así el presidente en su empeño de acabar con el aislacionismo, y con el fin de justificar tanto la posición defensiva que Estados Unidos debe tomar como la ayuda a los Aliados, no duda en poner de manifiesto que la mayoría del pueblo comparte esta opinión.
Para reforzar su argumento, Roosevelt hace alusión a las últimas elecciones, señalando la similitud entre ambos partidos políticos en materia de política nacional. De esta manera pone en evidencia que el Congreso es el único que está obstaculizando la ayuda a los Aliados. Además, en lo que se podría considerar como un desafío al Congreso, Roosevelt sentencia que es necesario aumentar la producción de armamento. A partir de aquí se detallan los preparativos que se están haciendo para la defensa con armas, aviones y maquinaria, informando así al Congreso y a los ciudadanos de los progresos y retrasos que están teniendo lugar en este proceso. Después de proporcionar esta información, el presidente pide de nuevo la colaboración del Congreso.
En cualquier caso, Roosevelt quiere dejar claro que ningún ciudadano estadounidense irá a la guerra, aunque llegados a este punto parezca algo imposible, ya que las medidas que se están tomando son las propias de un país que se está armando para tomar parte en un conflicto bélico, y no simplemente para prestar el armamento que sobre a los países que lo necesiten. Puede que esta fuera una de las razones por las que algunos miembros del Congreso se resistían a abandonar su postura aislacionista, quizás podían anticipar que si seguían adelante, ayudar a los Aliados con armas, aviones y barcos no iba a ser suficiente, y que tarde o temprano también tendrían que enviar a sus tropas a combatir en la guerra. A pesar de los esfuerzos de Roosevelt por garantizar la seguridad de las vidas estadounidenses, y asegurar que ayudar a los Aliados no suponía declarar la guerra, la historia nos demuestra que Estados Unidos entró de lleno en el conflicto debido al ataque sobre Pearl Harbor.
Finalmente, Roosevelt concluye su discurso hablando sobre las “Cuatro Libertades”, las cuales mantendrán viva la motivación durante esta contienda, y se convertirán a la vez en símbolos de un mundo libre. Cabe destacar que al mencionarlas, el presidente expresa su deseo de un mundo que se sustente sobre ellas, de forma que su visión no atañe únicamente a los Estados Unidos, sino que va más allá de sus fronteras. Consecuentemente, es posible argumentar que el presidente pretende extender los valores estadounidenses a una futura sociedad de posguerra. Si los ciudadanos pensaban que los ideales que sostenían a su nación eran ideales de democracia, libertad y prosperidad económica, ahora se hacía entender que dichos valores debían expandirse por el resto del mundo. Claramente, Europa era un continente viejo, y Estados Unidos un país lleno de savia nueva con unos ideales firmes que habían ayudado a mantener la unidad, habiendo superado una Guerra Civil, y habiendo establecido como pilares del Gobierno estadounidense las siguientes libertades, “Freedom of speech”, “Freedom of worship”, “Freedom from want”, y “Freedom from fear”. Toda una maniobra de concienciación de la ciudadanía para crear el pensamiento único, ya que habría sido inconcebible en esas circunstancias sostener ideas contrarias a las del presidente.
De cualquier forma, Roosevelt no ignora esta posibilidad, y hace alusión en su discurso a aquellos individuos cuya postura puede llegar a ser problemática, y advierte de que la mejor forma de lidiar con ellos es avergonzarles mediante el patriotismo, y si esta táctica falla, usar la soberanía del Gobierno para salvar al Gobierno (Roosevelt, “State of the Union 1941”). Es decir, aquel que haga oídos sordos a esta llamada a la unidad sufrirá la humillación y presión por parte de los demás, hasta tal punto que no tendrá más remedio que unirse a la causa. De manera que se plantea una contradicción entre lo predicado y la práctica, ya que con el fin de proteger la libertad, se está vulnerando el derecho de muchos individuos a decidir libremente qué postura tomar, y por ende, su libertad de expresión.
La misma paradoja tiene lugar con la conceptualización de la libertad de culto, ya que se establece como normativo un único tipo de creencia, puesto que Roosevelt habla de “God” cuando hace alusión a esta libertad, omitiendo así las otras religiones que no comparten esta deidad. En la película The Young Lions (1958), adaptación cinematográfica de la novela homónima de 1948 de Irwin Shaw, tenemos un ejemplo del sentimiento antisemita provocado por esta normativización del culto. Uno de los protagonistas, Noah Ackerman, es judío. Noah se alista en el ejército para combatir durante la Segunda Guerra Mundial, y mientras realiza la instrucción militar sufre abusos por parte de otros soldados, a quienes acaba enfrentándose en varias peleas. Finalmente estos reciben su castigo por parte de un superior, y de esta manera se da a entender que si alguien tiene sentimientos antisemitas tendrá que sufrir las consecuencias; sin embargo, el simple