Tennessee Williams y la Norteamérica de posguerra. Pilar Illanes Vicioso
tercera contradicción surge en lo que atañe a la tercera libertad, la libertad de escasez. Según el presidente, nadie tendría que pasar hambre o necesidad, todo el mundo tendría casa, comida y un trabajo. Roosevelt eligió sus palabras cuidadosamente con el fin de apaciguar a cualquiera que pensara que entrar en la guerra podía tener consecuencias negativas para la economía; pero además, se aventuró a describir una sociedad de iguales, obviando que Estados Unidos adolecía de una desigualdad que se cebaba con aquellos cuyo género, orientación sexual, color de piel, y/o etnia les mantenía en los márgenes de la sociedad y en posiciones oprimidas. El presidente también dejó en el tintero la fascinación que, en un pasado no muy lejano, prácticas como la eugenesia y figuras fascistas como la de Mussolini habían causado en Estados Unidos.
Finalmente llegamos a la cuarta paradoja que estas libertades suponen, la libertad de temor por la que, según Roosevelt, ningún país tendría que sufrir el miedo a ser atacado por otro. A pesar de que este discurso tuvo lugar en 1941, es inevitable observar la posición cínica de estas palabras al revisar las maneras en las que se construyó la nación desde su llegada a las costas de Nueva Inglaterra, y en todo lo acontecido después.
Lejos de tranquilizar a los oyentes con su explicación de las libertades como base de la nación, el mensaje de Roosevelt se perfila como una estrategia para acrecentar el miedo a la guerra y a sus consecuencias. Generar miedo para deshacerse de él parece ser una lectura de este discurso. Con sus palabras, Roosevelt asienta en las mentes de sus ciudadanos la razón y la motivación para adoptar una actitud y estrategia defensivas que, tarde o temprano, les llevarán a meterse de lleno en la guerra.
Es en la difusión de estas “Cuatro Libertades” donde aparece la figura del dibujante Norman Rockwell, ya que fue él quien les dio forma sobre el papel en su colección de imágenes titulada The Four Freedoms For Which We Fight (1943); para cada libertad el artista creó una ilustración protagonizada por familias o personas en escenas de la vida cotidiana.
En la ilustración dedicada a la libertad de expresión se puede leer el siguiente texto en la parte superior del dibujo, “Save freedom of speech”, y en la parte inferior, “Buy war bonds”. En ella vemos a un ciudadano participando en una reunión de lo que, según explica la socióloga Karen Engle en “Putting Mourning to Work: Making Sense of 9/11” (2007), podría ser una representación de una asamblea de vecinos de un pueblo (64), y por su indumentaria se intuye que es una persona de clase obrera. Además, es evidente que este hombre y el resto de los asistentes que le escuchan son todos de raza blanca. Habría sido demasiado controvertido y arriesgado incluir en esta ilustración a alguien con un color de piel diferente, ya que podría haber tenido el efecto contrario al deseado, puesto que identificarse con las personas representadas en el dibujo habría sido más difícil para el ciudadano que realmente podía beneficiarse de todas estas libertades, y cuyo apoyo era esencial para llevar a cabo la defensa del país ante la amenaza del Eje.
Sin embargo, en la ilustración sobre la libertad de culto, al fondo en la esquina superior izquierda, una mujer afroamericana parece estar rezando, puesto que tiene las manos en posición de orar al igual que las otras personas a su alrededor. De nuevo se puede leer un texto en la parte superior de la ilustración que dice “Save freedom of worship”, e inmediatamente debajo “Each according to the dictates of his own conscience”, y una vez más, en la parte inferior, figura el texto “Buy war bonds”. La presencia de esta mujer en la ilustración no parece poner en peligro el mensaje de luchar por la libertad de culto, ya que al contrario que en la ilustración correspondiente a la libertad de expresión, la comunidad afroamericana no responde a una posición enfrentada, dado que las protestas de este sector de la sociedad nunca tuvieron como objeto luchar por una religión propia. Por otra parte, en la misma ilustración, en la esquina inferior derecha, se perfila la imagen de un hombre que lleva puesto un fez o tarbush. Su presencia tampoco supone un conflicto, dado que, como expone Laura Claridge en Norman Rockwell: A Life (2001), el individuo en cuestión es claramente extranjero, por lo que no resulta ofensivo (312). Alternativamente, en “The New York Times, Norman Rockwell and the New Patriotism” (2003), Francis Frascina señala que los elementos religiosos que se observan en la ilustración son cristianos, igual que la indumentaria de la figura de la derecha, la cual coincide con aquella de la Iglesia ortodoxa griega (105).
En lo que respecta a la tercera libertad, nos encontramos con la ilustración sobre la libertad de escasez, que también cuenta con sendos textos, uno en la parte superior que reza “Ours…to fight for”, y otro en la parte inferior donde se puede leer “Freedom from want”. Aquí los protagonistas son los miembros de una familia tradicional y blanca que celebran una cena típica de Acción de Gracias, donde todos se muestran felices y expectantes ante el abundante festín que les aguarda. A ojos de los portavoces del patriotismo, este modelo de matrimonio y familia era uno de los pilares que necesitaba ser defendido para poder seguir sustentando el orden y la moral en Estados Unidos.
Finalmente, llegamos a la ilustración que hace alusión al derecho a vivir sin miedo. En el encabezado reaparece la frase “Ours… to fight for”, y al pie de la imagen podemos leer “Freedom from fear”. Analizándola, esta ilustración parece ser la que mejor logra representar ese miedo que Roosevelt transmitió en su discurso, ya que apela al observador de una manera personal e íntima al mostrar una escena cotidiana que se habría repetido cada noche en millones de hogares a lo largo del país, y con la que padres y madres se habrían sentido identificados de inmediato; Frascina además hace hincapié en el titular que se puede leer en el periódico que el padre sujeta, el cual va acompañado de una noticia sobre la Segunda Guerra Mundial y reza “Horror”, “Bombings”, y “Women and Children Slaughtered by Raids” (99).
Parte del poder de esta imagen reside en la capacidad de acercar la seguridad de la nación a la seguridad del hogar, poniendo en evidencia que una familia no puede estar a salvo en un mundo tiranizado por el totalitarismo. Por lo tanto, defender el país no es solo una misión que está al alcance de los políticos y militares, sino que se convierte en una tarea que corresponde a todos y en la que los ciudadanos de a pie también pueden, y deben, tomar parte. Por otra parte, Francis Frascina ofrece una interpretación diferente de esta misma imagen, aludiendo a la seguridad de la que los estadounidenses podían disfrutar, puesto que no se encontraban cerca de aquellos países donde la guerra estaba teniendo lugar. Frascina expone que durante la Segunda Guerra Mundial esta ilustración dio lugar a lecturas distintas; en Europa sirvió para confirmar que este derecho a vivir sin miedo no era universal, y en Estados Unidos sirvió para establecer una distancia física entre los ciudadanos y la guerra, distancia que llegó a convertirse en una característica de las intervenciones militares estadounidenses posteriores (105).
Según Karen Engle, a pesar de que inicialmente el Gobierno no quiso usar las ilustraciones de Rockwell, finalmente vio el potencial de las mismas a la hora de recaudar fondos (66). Por su parte, Frascina critica que tanto las imágenes creadas por Rockwell como el uso que de ellas hizo la Oficina de Información de Guerra llegaron a convertir la complejidad en estereotipo, dado que la obra de Rockwell se rinde a la normatividad blanca y heterosexual de familias cristianas, además de mostrar individuos que representan un grupo que se enmarca dentro de una visión muy cerrada de lo que es Estados Unidos (105).
En cualquier caso, dichas ilustraciones pasaron a formar parte del imaginario estadounidense, y lejos de quedar relegadas a un lugar lejano en la memoria, hay que señalar que la ilustración de Freedom From Fear fue usada de nuevo, aunque modificada, después del ataque a las Torres Gemelas (Engle 66).
Volviendo al discurso de Franklin D. Roosevelt, y manteniendo en la mente los dibujos de Rockwell, se perfila entonces el escenario perfecto para comenzar a preparar la entrada en la guerra, ya que no solamente el Congreso tendrá que ceder en su política aislacionista, sino que los ciudadanos también se verán en la necesidad de aferrarse a su patriotismo y así poder defender su derecho a estas libertades.
Roosevelt tuvo pericia al evitar mostrarse como una persona de carácter belicista cuando expuso que eran las circunstancias las que estaban poniendo a Estados Unidos en una posición que, de ser atacados, desembocaría en el involucramiento absoluto del país en la guerra. Como previsión ante tal supuesto, era mejor que la nación