Tennessee Williams y la Norteamérica de posguerra. Pilar Illanes Vicioso
producción cinematográfica que nos ofrece el matrimonio como “salvavidas” del veterano es The Young Lions (1958), aquí las perspectivas de casarse o de volver a casa para estar con su esposa sirven de motivación para el soldado. En este filme podemos volver a tomar como ejemplo el personaje de Noah Ackerman; Noah es un hombre judío sin familia que vive y trabaja en Nueva York por un humilde salario, y que decide alistarse en el ejército. El mismo día en que se alista conoce a Hope Plowman, una chica de clase media que, al contrario que él, no es judía. Finalmente, y consiguiendo la aprobación del padre de Hope, se casan antes de que Noah tenga que irse para hacer el servicio militar y combatir posteriormente en la guerra. Durante el tiempo que pasa en el ejército, la razón más poderosa que le lleva a mantenerse vivo es su mujer y el hecho de que ella está embarazada. Cuando Noah regresa por fin a su casa, lo primero que ve es a su mujer y a su hija, vemos que la alegría y la emoción se dibujan en su rostro, y en ese momento no podemos más que sentir la certeza de que finalmente Noah ha conseguido el final feliz que tanto se merecía, y que la vida que le espera es una colmada de felicidad por volver a estar junto a su familia. Hay que señalar que además de ser el final de la historia del personaje como soldado y su comienzo como civil, es también el final de la película, un final con el que Hollywood nos recuerda una vez más que cuando el soldado regrese, pasará a recuperar el lugar que como hombre le corresponde en el seno de la familia.
Sin embargo, el matrimonio en la vida real terminó convirtiéndose en un reto más para muchos excombatientes. En el caso del veterano que había dejado a su esposa para unirse al ejército, es obvio que depositó en ella las responsabilidades que hasta ese día le habían pertenecido a él, y al contrario de lo que pudiera parecer, hubo un número considerable de hombres que agradecieron este cambio (Pratt 41-42). Pratt explica que muchos vieron en el ejército una vuelta a la soltería, donde no tenían que cumplir con las obligaciones de ser el cabeza de familia; curiosamente, tras hacer esta afirmación, Pratt aclara que esta actitud no era señal de cobardía o de debilidad, sino que seguramente los individuos en cuestión eran de todas formas hombres responsables (41-42). En cualquier caso, durante aquel periodo de ausencia del soldado, fue su mujer la que tuvo que encargarse del hogar, y no únicamente en el sentido doméstico, sino en el sentido más administrativo también.
En la vuelta a casa el veterano podía encontrarse con los siguientes escenarios, o bien que su mujer hubiese salido adelante sin su ayuda, o bien que hubiese encontrado un trabajo. Por otra parte, tal y como expone Pratt, también existía la posibilidad de que tras haber gozado de una posición más libre, poderosa, y responsable, ella no quisiera volver a su rol tradicional de esposa (43). Esto suponía un duro golpe para la autoestima del veterano y, en consecuencia, para su masculinidad. De repente, era consciente de que había vuelto a un hogar donde no se sentía necesitado y donde no ejercía el mismo poder de antaño, puesto que su esposa se había convertido prácticamente en su igual. Si además el veterano había vuelto de la guerra debido a que su estado físico o mental no eran idóneos para seguir combatiendo, enfrentarse a una vida familiar en la que él no asumía el rol dominante empeoraba aún más su ya de por sí baja autoestima. Era preferible tener una esposa que estuviese dispuesta a asumir un papel sumiso, para así recuperar su posición privilegiada. De nuevo, uno de los personajes de The Best Years of Our Lives (1946) sirve de ejemplo para ilustrar esta idea, concretamente el personaje de Fred Derry. Fred vuelve a casa de sus padres después de la guerra, lugar donde vivía con su esposa, pero al llegar le dicen que ella ya no vive allí y que trabaja en un club. Finalmente Fred consigue encontrar a Marie, quien está viviendo en un hotel de poca monta. Marie Derry es una mujer hermosa, segura de sí misma y de su poder sexual sobre los hombres. Una vez Fred y ella vuelven a estar juntos, él le pide que deje el trabajo en el club y ella accede, pero Marie se comporta y viste como si de una estrella de Hollywood se tratase, y quiere que Fred lleve puesto su uniforme a donde quiera que van. Marie se avergüenza de Fred cuando este viste de civil, pero él está deseoso de volver a ser un ciudadano más y no quiere vestirse de militar, sin embargo le concede este capricho a su esposa. A lo largo de la película Fred siente que Marie no le necesita, que no se enorgullece de él, y que además le es infiel, características que la perfilan como una mujer fatal, y que impiden que Fred pueda reafirmarse en su masculinidad, por lo que ella no puede tener cabida en el proceso de reintegración de su marido en la vida como civil. Al mismo tiempo, Fred se enamora de Peggy Stephenson, la hija de Al Stephenson. Peggy sí es una “chica decente”, inteligente y educada, que además admira y quiere a Fred. Finalmente, Fred se divorcia de Marie y entabla una relación amorosa con Peggy, quien puede ofrecerle la comprensión que él necesita, ya que su padre también acaba de volver de la guerra, y tiene a su madre, Milly, como ejemplo a seguir. De este modo Fred se deshace de la mujer que le impide ejercer una masculinidad dominante, y consigue una mujer sumisa sobre la que sí puede ejercerla. En cualquier caso, la masculinidad de estos hombres no solo se veía amenazada por esposas como Marie Derry, sino también por aquellas mujeres que se habían adentrado en la esfera militar.
Si los hombres se sentían desplazados, aislados, o incomprendidos en su regreso a casa, no es difícil imaginar la desazón de las mujeres trabajadoras al tener que volver a su papel tradicional, teniendo que enfrentarse además a la negativa por parte del sistema y de la sociedad a su deseo de seguir trabajando. Con el fin de ejercer presión sobre ellas y de aunar al país bajo una misma ideología con respecto a la mujer trabajadora, se llevaron a cabo diversos modos de propaganda, como manuales y videos. En una de estas grabaciones, titulada Marriage Today (1950) y basada en el libro Marriage for Moderns (1942) de Henry A. Bowman, podemos observar una aparente igualdad entre el hombre y la mujer que conforman uno de los matrimonios en torno a los que gira este video. Contamos además con el punto de vista del narrador, quien insiste en que ninguno es mejor que el otro, aunque sí diferentes al tratarse de personas distintas. Aparte de este, se representan otros casos, como por ejemplo el de una pareja en la que la esposa trabaja como maestra, y otro en el que la mujer deja de trabajar para casarse. En este último caso el narrador nos habla de una joven de veintitrés años que solía trabajar en un laboratorio, hasta que su deseo de ser madre la llevó a contraer matrimonio. El narrador aclara que ella eligió casarse libremente, obviando así las presiones y el ostracismo social al que se tenían que enfrentar las madres solteras.
La libertad y la igualdad tan presentes en la grabación no eran más que un espejismo que la propaganda quería presentar a la ciudadanía como algo cierto y real. Silenciadas quedan las opciones de ser madre sin contraer matrimonio y/o sin renunciar a su empleo, o de dejar de lado la idea de la maternidad y/o el matrimonio en su totalidad. Sin duda, el video respalda el mensaje lanzado a los ciudadanos tras el fin de la guerra: el matrimonio y la familia son el punto de apoyo de los valores éticos y morales que sostienen a la nación, y que hacen su supervivencia posible.
Las mujeres debían seguir viviendo con la responsabilidad de satisfacer las expectativas que los roles de género tradicionales establecieron para ellas: esposa, madre y ama de casa. La mujer podía trabajar, pero su ocupación no debía afectar su condición femenina negativamente, por lo tanto la maternidad y el matrimonio minimizaban el riesgo de que la feminidad se viese comprometida a causa del trabajo. Como dice el narrador en el video sobre la mujer que renuncia a su empleo, ella no concibe una vida sin hijos, sin alguien a quien amar y cuidar, porque entonces solo estaría viviendo su vida a medias.
Si bien las mujeres se veían encorsetadas por los dictámenes del patriarcado en cuanto al rol que debían desempeñar, esto no presuponía para los hombres el gozar de plena libertad para decidir cuál era su papel dentro de la sociedad, y así poder desoír las órdenes del mismo patriarcado que tanto oprimía a la mujer. A pesar de que Hollywood, el ejército, y la propaganda ofrecían imágenes similares de la integración del veterano, aunque no totalmente idénticas, eran el veterano y su familia los únicos que conocían la dificultad que entrañaba el tener que ajustarse a esos estrechos márgenes en los que se veían obligados a vivir. El comportamiento del veterano había estado severamente controlado durante su participación en la guerra, y su mente también había estado sometida a mucha presión, lo cual agravaba el proceso de adaptación. Muchos de ellos tenían pesadillas, paranoias, miedos infundados, y en ocasiones daban muestras de un comportamiento agresivo que recaía sobre sus seres queridos. No sabían muy bien cómo comportarse dentro de la vida familiar, y