Chile 73. AAVV
Así, la UP con los aires de cambios no se consuma, quedando en la historia políticas públicas tales como la «reforma agraria» y la «nacionalización del cobre», que desde cualquier retrospectiva cambiaron la historia de Chile.
LA CONCERTACIÓN
La Concertación fue una confederación de diecisiete partidos para el plebiscito de 1988, en la que los líderes partidarios se fusionaron en pluralidad con líderes sociales que habían impulsado las protestas democratizadoras (universitarios, pobladores y Comando Nacional de Trabajadores) y los intelectuales, que en su diversidad tuvieron peso en los primeros años de la Concertación de 1990.6 Luego dominó entre ellos el grupo de economistas partidario de regulaciones graduales del modelo neoliberal, la llamada technopol7 con el partido transversal (oficialismo DC y exmapucistas del PS y el Partido por la Democracia).
Está ampliamente estudiada la pérdida de consenso social en favor de la Concertación por sus vacíos en reformas socioeconómicas, siendo pionero el texto «Anatomía de un mito»8 hasta las autocríticas después de la derrota del 2009: se ha planteado la existencia de una administración del sistema, con pasos en coberturas, políticas contra la extrema pobreza y regulaciones básicas, además de mayor infraestructura. No obstante, la carga tributaria y la desigualdad se han mantenido incólumes, porque la Concertación fue una coalición de democratización parcial hegemonizada por la generación del miedo y también por «culpa» por el fracaso democrático de la UP. Por ello, podemos establecer que se hizo del orden el valor supremo en una gobernabilidad desnuda de voluntad de cambio.
La Concertación no pudo evolucionar de una coalición de democratización parcial a un Bloque por los Cambios, fundamentalmente porque no logró romper el flagelo de la desigualdad, experimentó la corrupción de funcionarios públicos en distintos niveles jerárquicos, fortaleció la presicracia9 y el centralismo y, finalmente, se instituyeron los brokers partidarios.
La desigualdad
El país bajó de un 42 a un 15% la pobreza, pero en una lista de países por igualdad de ingresos, sobre la base de informes del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y el cálculo del coeficiente GINI, se puso a Chile con un 0,52, en el rezagado lugar 127 entre 150 países. A su vez, la opinión pública se resintió ante la privatización del agua, lo caro de la educación superior, la segregación y calidad en vivienda, el deterioro de la educación pública, el aumento del valor de los servicios básicos y de la energía, en contraste con la concentración de la riqueza y la baja carga tributaria de mineras y grandes capitales.
La coalición habría asumido el discurso neoliberal de las desigualdades inevitables, usando la asistencia social y la inversión en educación como las herramientas para moderarla.10 Por un lado, la Concertación careció de una política industria, de políticas que fortalecieran el asociacionismo sindical y de reforma tributaria sustantiva11 que corrigiera elementos estructurales de la mala distribución de los ingresos. Por otro lado, la crítica ambientalista fue muy marcada por la falta de giro a la sustentabilidad y al ahorro energético.
La experiencia de la corrupción
De acuerdo con María de los Ángeles Fernández, una de las razones de la derrota de 2009 fue «la corrupción y las irregularidades gubernamentales».12 Ello no solo nubló el discurso de la democratización del país, sino que lo envolvió en una suerte de justificación tras la asimetría de recursos que existía en las donaciones de empresas realizadas a los partidos de derecha en las campañas políticas.
Durante los años noventa se sucedieron escándalos, el mal uso de recursos del Instituto Nacional de Desarrollo Agropecuario (INDAP) para campesinos, pagos coimas en la basura a nivel municipal, mala calidad de las casas de empresas afines a autoridades del conglomerado. Posteriormente, esas prácticas se agravaron en el Gobierno de Ricardo Lagos Escobar con el sistema generalizado de sobresueldos en el Ministerio de Obras Públicas (MOP), financiado fundamentalmente por las propias empresas que se le entregaban las Concesiones y se debían ser reguladas.
Hubo escándalos e investigaciones en la Cámara de Diputados en el periodo 1998-2009 por el uso discrecional de fondos controlados por partidarios de la Concertación como combustible de cooptación, recursos adicionales de la Subsecretaría de Desarrollo Regional (SUBDERE) vía programas municipales, los Fondos sociales de la Presidencia que se asignaban a pequeños proyectos de organizaciones sociales, préstamos a pequeños agricultores, Programa de Generación de Empleos (PGE), los programas del Ministerio de Vivienda como Chile Barrio que se convertían en poderes alternativos a los municipios. Particularmente el Fondo de Solidaridad e Inversión Social (FOSIS), por su control, ya que entregaba subsidios directos y el área social contaba con una red de profesionales en todas las municipalidades.
Finalmente, aunque en el Gobierno de Bachelet hubo menos escándalos vinculados al poder ejecutivo, los líos de malas prácticas de senadores y otros líderes de la Concertación dañaron la imagen de la coalición que la había llevado al poder. De acuerdo con Alfredo Rehren, ello tuvo que ver con:
la naturaleza oscura y precaria del financiamiento privado de la política también aparece como un claro componente que intermedia la relación entre clientelismo político y corrupción. Aparte de una publicidad política gratuita en televisión y de una asignación parlamentaria, como formas de financiamiento público, no se sabe cuánto y de dónde provienen los recursos, cuál es la influencia de los grupos de interés.13
Lo cierto es que la experiencia de la corrupción impulsó no solo una agenda a favor de la modernización del Estado, con la creación del servicio civil y la alta dirección pública en el Gobierno de Ricardo Lagos, sino la creación de instancias institucionales que cambiaron los límites de público y privado del servidor público a través de medidas a favor de la transparencia, instituidas en el Consejo de Transparencia.
Presicracia y centralismo
La Concertación perdió el poder por el desgaste de veinte años de gobierno debido al estilo presicrático que le impidió renovarse (como los socialdemócratas suecos o noruegos que han logrado ser hegemónicos durante décadas). La consolidación final del núcleo presicrático se produjo antes de la derrota electoral de 2009: se crea una Junta de Gobierno (2007) que se reúne todos los lunes en La Moneda, conformada por los cuatro presidentes de los partidos de la Concertación (DC, PPD, PS y PR) y los cuatro ministros influyentes (Interior, Gobierno, Presidencia y Hacienda). La preocupación de los presidentes anteriores por «cuidar» la diversidad de la Concertación (incluyendo a las minorías relevantes de los partidos) fue desplazada en el periodo final.
En el ámbito del regionalismo, la Concertación fue la única coalición del llamado mundo progresista del mundo (socialdemócrata, socialista y laboristaverde) y de los países miembros de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) que combina sistema electoral hipermayoritario con centralismo (designación de autoridades regionales) y un marcado presidencialismo en desmedro de potestades colegiadas y parlamentarias.
En los momentos electorales críticos para la Concertación, como en diciembre del año 1999, cuando Lavín empató con Lagos en las encuestas, la Concertación sacó de las catacumbas la propuesta reformista de regionalización, pero luego no quiso legislar nada14 más allá del statu quo de las reformas de las elecciones de los alcaldes y concejales del año 2004. Todos los presidentes (1990) de la Concertación prometieron, al menos, la elección democrática de consejeros regionales, pero nunca le dieron urgencia a dicho proyecto, que quedó inconcluso. El núcleo del rechazo fue el mundo parlamentario, que veía como una amenaza la competencia en los distritos para no perder la posibilidad de negociar proyectos y prebendas por sus votos, reproduciéndose el sistema de brokers15 de poder clientelar con el Gobierno central.
La Concertación no quiso elegir gobiernos regionales, ni alcaldes metropolitanos, ni buscó con fuerza un arreglo constitucional con la derecha para oxigenar el sistema binominal. La Concertación fue una coalición conservadora e implacable en el uso del poder, mimetizándose con el estilo presicrático (presidencialismo/centralismo) de las corrientes