Roja esfera ardiente. Peter Linebaugh
que el mundo había visto»[21]. La Royal Navy tenía un total de 100.000 hombres y muchachos. Unos 11.500 debían de ser irlandeses. Un tercio de los amotinados tenía nombres irlandeses. Valentine Joyce, nacido en Belfast y miembro de la Sociedad de los Irlandeses Unidos, había redactado esta petición en marzo: «Ahora estamos obligados a pensar por nosotros mismos, porque muchos (no, la mayoría) de la Flota estamos prisioneros desde el comienzo de la guerra, sin recibir ni una mísera moneda». Los Irlandeses Unidos pidieron: «Primero, que se aumenten nuestras provisiones al peso de dieciséis onzas la libra…, segundo, que se pueda garantizar suficiente cantidad de hortalizas del tipo más abundante en los puertos a los que vayamos…, tercero, que se atienda mejor a los enfermos, cuarto…, que podamos de algún modo tener permiso y oportunidad de disfrutar de las mieles de la libertad en tierra»[22].
A Richard Parker iban a ahorcarlo el 30 de junio de 1797. Presidía el Comité General de Delegados en el Nore. En el compartimento que tenía en el sollado le escribió a un amigo de infancia: «Por las leyes de la guerra reconozco que estoy legalmente condenado, pero por las leyes de la humanidad, que deberían constituir la base de todas las leyes, muero ilegalmente». Se consolaba a sí mismo y a su amigo escribiendo, «voy a morir como mártir por la causa de la humanidad»[23]. Esta era también la causa de Despard, que murió por «los intereses de la raza humana».
Desde la verga del palo mayor, Parker saltó a la muerte, privando a sus enemigos de la satisfacción de matarlo, y absolviendo a sus compañeros del hecho. En total, cincuenta y nueve hombres fueron condenados a muerte, y al menos treinta y seis de ellos, ejecutados de hecho. El entierro de Parker estuvo a punto de causar una revuelta masiva en Londres. Docenas de amotinados fueron luego encarcelados en la prisión de Coldbath Fields, donde se cruzaron con Despard, que ocupaba una celda adyacente a la suya. En la cárcel los esperaban el suicidio, el hambre, la neumonía, o la «visita de Dios»[24].
Esclavos procedentes de la costa occidental de África, que habían soportado el infame «Pasaje del Medio», proporcionaban la mano de obra para las plantaciones del Caribe y de la América continental. Azúcar, tabaco, café e índigo eran las principales mercancías producidas con su trabajo colectivo. El 21 de agosto de 1791, en Saint-Domingue, lideraron la lucha por la libertad atlántica contra la esclavitud, y se convirtieron, tras su victoria a finales de 1803, en la República de Haití. Este es el periodo en el que la plantación esclavista experimentó la transición económica y geográfica del azúcar al algodón.
Gabriel Posser era un hombre formidable –casi 1,90 metros de estatura, y líder de una revuelta de esclavos africanos en Virginia– cuyo objetivo era atacar Richmond, ascendiendo por el río James desde la bahía de Chesapeake, capturar armas, quemar almacenes, y tomar al gobernador como rehén. «Los negros estamos a punto de levantarnos y luchar contra los blancos por nuestra libertad»[25]. Los cálculos sobre el número de sublevados varían entre mil y cincuenta mil. Planeaban atacar la ciudad bajo el lema «Muerte o libertad», el grito de batalla de Saint-Domingue. La conspiración fue sofocada el 30 de agosto de 1800. Murieron ejecutados treinta y cinco de los conspiradores. Gabriel fue interrogado por el gobernador James Monroe, uno de los «padres fundadores» de los Estados Unidos de América, pero se negó a confesar. Llegó a la horca sin flaquear. Cuando un rebelde le preguntó qué tenía que decir en su defensa, él respondió: «No tengo nada más que ofrecer que lo que habría podido ofrecer el general Washington, si hubiera sido capturado por los oficiales británicos y sometido a juicio por ellos. He arriesgado mi vida en el esfuerzo de obtener la libertad para mis paisanos, y estoy dispuesto a sacrificarme por su causa; ruego, por favor, ser llevado de inmediato a la ejecución. Sé que estáis decididos a verter mi sangre, ¿a qué viene entonces esta farsa de juicio?»[26].
El gobernador Picton empezó a supervisar Trinidad cuando los británicos la tomaron, en 1797. En 1801, en el culmen de las importaciones de esclavos de África, había sido nombrado gobernador. Tenía un gran interés personal en la economía de plantación. Gobernó por medio de la tortura, la horca y las violaciones de esclavas. En 1801, torturó a su joven criada y concubina Louisa Calderon con la piqueta, una tortura usada primero con los soldados británicos antes de ser aplicada a los esclavos. El caso de Louisa Calderon fue denunciado ante el King’s Bench en 1804, y se convirtió en una causa célebre para el movimiento abolicionista inglés[27].
Picton fue juzgado por ejecutar brutalmente esclavos, a los que acusaba de practicar magia negra, quemándolos vivos o decapitándolos. Los ejecutaba sin juicio y los encerraba en una cárcel sin luz ni ventilación. El testigo más preciso de estos procedimientos fue Pierre Franc McCallum, originario de Ayrshire, en Escocia, un radical atlántico, o «británico nacido libre»[28]. Fue acusado de dirigir un periódico londinense que había apoyado los motines de 1797. Era amigo de Toussaint L’Ouverture y se unió a él cuando Leclerc invadió Haití, en 1802. Su decimotercera carta describe a veintiséis víctimas de la comisión inquisitorial organizada por Picton en 1801 contra la brujería, la adivinación, el envenenamiento mediante hechizos y la conversación con el diablo.
En diciembre de 1801, a Pierre François, a pesar de declararse inocente, lo obligaron a arrodillarse y lo sentenciaron a ser quemado vivo. Thisbe era una criada cuyo esposo fue acusado de brujería por «este tribunal diabólico». Confesó, bajo «la agonía de una tortura insoportable», diciendo de camino al patíbulo «que no es más que un vaso de agua en comparación con lo que ya he sufrido». A su marido le ordenaron acompañarla al patíbulo y estar presente mientras la quemaban. Falleció en febrero de 1802[29].
Los primeros actos de crueldad practicados por Picton no fueron, significativamente, contra esclavos negros africanos sino contra irlandeses del cuerpo militar isleño. En 1797, Hugh Gallagher fue ahorcado sin juicio, y a otros tres irlandeses los condenaron a 1.500 latigazos cada uno, una sentencia que equivalía a la pena de muerte.
Al contemplar criados, esclavos, un artesano y un marino, hemos encontrado individuos de los principales sectores del proletariado del momento, es decir, aquellos cuyo servicio ayudaba a producir los personajes de «calidad», aquellos cuyo trabajo colectivo producía el dulzor de la vida (azúcar), aquellos cuyo trabajo en las máquinas de las fábricas producía la cálida suavidad de la vida (algodón) y, por último, los marineros que transportaban el azúcar y el algodón a la Calidad. Juntos, formaban la clase de personas que prescindían y laboraban, o que carecían y trabajaban. El humor patibulario mantenía el terror a raya, endurecía a la chusma, preparaba a los oprimidos para devolver la jugada. La conciencia de clase de estos miembros del proletariado, sin embargo, no era tal que incluyera el deber histórico de poner fin a las desigualdades sociales. Esto Despard no lo sabía, y su conspiración, o apuesta insurgente, fracasó.
Una de las razones de este fracaso, sin duda, era el carácter en sí de la composición de clase. Tanto el racismo como el nacionalismo se convierten en grandes divisores de la clase obrera atlántica. Esta es una forma económica de entender la fuerza de trabajo atlántica. Hay también una forma política, en la medida en la que las nuevas naciones del momento se definían en parte por aquellos a quienes ahorcaban. Los ahorcamientos enseñaban lecciones, y una de ellas era racial.
El ahorcamiento en junio de 1790 de Thomas Bird, un marinero inglés de cuarenta años, fue la primera ejecución del recientemente constituido Gobierno federal de Estados Unidos. Marinero de un barco de esclavos, Bird colgó por primera vez la hamaca antes de la Guerra de Independencia estadounidense. Fue reclutado, estuvo preso y huyó. En resumen, era un típico proletario pícaro. Lo ahorcaron por asesinar al capitán de un barco de esclavos en