Roja esfera ardiente. Peter Linebaugh
con la monarquía, expresaba su forma constitucional en forma de república. Res publica es el cognado latino. Significa cosas de lo público, en contraste con la res comuna, o cosas de la comunidad pertenecientes a los plebeyos. Por citar un manual renacentista sobre ciencias políticas, la res plebeia «significa solo la multitud en la que se contienen los habitantes mezquinos y vulgares»[1]. Es una distinción crucial. Políticamente, fue una época de repúblicas nacientes y monarquías deterioradas. Las repúblicas triunfaron en Haití (1804), Francia (1792) y Estados Unidos (1789), pero fracasaron en Irlanda (1798), Escocia (1794) e Inglaterra (1803), donde se impuso la monarquía. Económicamente, fue una época de cercamientos, ante los cuales desaparecieron por igual los bienes comunales de subsistencia y el común ideal, y los habitantes se vieron obligados a convertirse en esa multitud de los mezquinos y los vulgares. El significado de lo común cambió en consecuencia. El esfuerzo de Despard, su conspiración de 1802, quedó atrapado en este dilema, y sucumbió ante él. Irlanda era una colonia y un lugar de bienes comunales. Despard se unió a los Irlandeses Unidos, cuyo líder militar era el «ciudadano» Edward Fitzgerald.
Fitzgerald era un vástago de los estratos más privilegiados de la aristocracia. Como militar, sobrevivió a la guerra gracias a la ayuda de Tony Small, el antiguo esclavo afroamericano que le salvó la vida en la batalla de Eutaw Springs. Viajaron con raquetas de nieve y canoa desde la costa de Maine hasta Detroit, donde Fitzgerald fue adoptado por la Nación Seneca con el nombre de Egnidal, antes de dirigirse a Michalmackinac y embarcarse por el Mississippi hasta Nueva Orleans. Regresó a Irlanda para crear y comandar el ejército de los Irlandeses Unidos, y fue asesinado el 4 de junio de 1798.
Los ilotas eran la clase de trabajadores agrícolas de la antigua constitución espartana. Esclavos de la tierra, daban su producto al Estado y se les exigía servir como soldados. Ilota era el término usado por William Drennan para describir la masa de la población irlandesa[2]. Hombres y mujeres irlandeses cosechaban el grano durante las temporadas de trabajo agrícola intensivo en Inglaterra. Hombres y mujeres irlandeses sirvieron de peones para excavar los canales. Hombres irlandeses proporcionaban carne de cañón para el ejército y la armada. Drennan (1754-1820) fue un poeta (acuñó la expresión «la isla esmeralda», en referencia a Irlanda), un arquitecto de los Irlandeses Unidos (compuso su himno) y un obstetra que asistía a mujeres irlandesas en el parto.
El 19 de noviembre de 1798, el cirujano de la cárcel (emigrado francés) susurró sobre el cuerpo gravemente debilitado de Wolfe Tone que, si intentaba moverse o hablar, le llegaría la muerte al instante. Habiéndoles escrito ya a su esposa e hijos para despedirse, Tone simplemente preguntó: «¿Para qué iba a desear vivir?». Y de esa forma expiró debidamente el primer gran líder de la lucha por una república irlandesa independiente, negándoles a sus enemigos, como había hecho Richard Parker, la satisfacción de ahorcarlo.
Desde la derrota de la Rebelión irlandesa de 1798, durante la cual murieron o fueron encarceladas unas treinta mil personas, la vida se había vuelto insignificante. La muerte de Tone preparó el Acta de Unión formalizada en el verano de 1800, que extinguió el nombre de Irlanda como nación y formó el Reino Unido en 1801[3]. Su hijo describe el estado de ánimo subsiguiente: «El aparato militar y la autoridad despótica se desplegó por todas partes; ningún hombre se atrevía a confiar en su vecino, ni uno de los pálidos ciudadanos a dejar ver, por la mirada o la palabra, sus sentimientos o sus simpatías»[4]. Diez años antes, el ánimo había sido muy distinto.
En agosto de 1791, mientras los esclavos de Haití pronunciaban el juramento del Bois Caïman y se rebelaban, Wolfe Tone publicaba An Argument on Behalf of the Catholics of Ireland [Argumento a favor de los católicos de Irlanda], que se unió a otros manifiestos de la época –de Paine, Sièyes, Equiano, Volney, Wollstonecraft, Oswald, Spence y Thelwall– expresando una nueva prosa, nueva política, nueva clase y nueva manera de pensar con una lucidez derivada de su propósito, que era la destrucción del Gobierno odioso y de la civilización inicua. Derechos del hombre, el manifiesto de Tom Paine en defensa de la república revolucionaria de Francia, se publicó en Dublín en marzo de 1791, y en ocho meses vendió cuarenta mil ejemplares, el doble que en Inglaterra.
«¿No tiene un católico manos; no tiene un católico ojos, dimensiones, órganos, pasiones? Alimentado con la misma comida, herido por las mismas armas, curado por los mismos medios, calentado y enfriado por el mismo verano y el mismo invierno, que un protestante. Si nos pincháis ¿no sangramos? Si nos hacéis cosquillas ¿no nos reímos? Si nos envenenáis ¿no morimos? Si nos herís, ¿no nos vengaremos?»[5], escribía Tone.
Un día despejado, Tone ascendió a Cave Hill, con sus espectaculares vistas sobre Belfast y buena parte de Ulster, y juró con sus camaradas de los Irlandeses Unidos «no desistir nunca en nuestros esfuerzos de subvertir la autoridad de Inglaterra sobre nuestro país, y asegurar nuestra independencia». Dos años después, al declararle Inglaterra la guerra a Francia, Wolfe Tone y su familia partieron hacia el exilio, a América. Allí despreció la avaricia y se quejó de la «aristocracia mercantil», afirmando que «gracias a Dios, no soy americano». Se quedó en West Chester, entre Filadelfia y Wilmington, Delaware, donde puede que leyese The Delaware Gazette, editado por el exprisionero de guerra Robert Coram, un destacado demócrata. En 1791, Coram publicó Political Inquiries. Contenía una crítica a la ley de propiedad privada, e igualmente ensalzaba las prácticas comunitarias de los nativos americanos.
En la comparación entre el hombre civilizado y el salvaje, el contraste más llamativo es la división de la propiedad. Para uno, es la fuente de toda su felicidad; para otro, la fuente de toda su desgracia.
… con la espada de la violencia y la pluma de la sofistería, unos pocos habían saqueado o estafado el grueso de sus derechos, y los pocos se ennoblecieron y los muchos quedaron reducidos de meros animales de presa a bestias de carga.
… los hombres han sido asesinados por delitos ocasionados por las leyes y que nunca habrían cometido de no haber sido privados de sus medios de subsistencia naturales[6].
La cuestión de la tierra se planteó en la práctica antes de ser planteada en la teoría utópica, celta o comunista. Surgió como oposición a los diezmos cobrados por una Iglesia extranjera, y como oposición a la acumulación pura y simple de tierras. El número de quienes carecían de propiedades aumentó drásticamente. Tone creía que 150.000 irlandeses servían en el ejército y en la marina imperiales. El día de Año Nuevo de 1796, se embarcó en Nueva York con destino a Francia. Les dijo a los franceses que «la revolución no debía hacerse para la gente con propiedades». «Si los hombres con propiedades no nos apoyan, deben caer; podemos apoyarnos a nosotros mismos con ayuda de la numerosa y respetable clase de la comunidad, los hombres sin propiedades»[7].
La Sociedad de los Irlandeses Unidos dublinesa se dirigió al pueblo de Irlanda en 1794, en una hoja pensada para colgar en las cabañas. Defendía la «democracia pura», y los derechos de la clase de gente más pobre, a la que se le habían cerrado las puertas de la justicia. El hombre más pobre tiene «una propiedad en su trabajo» y el valor que este aporta al campo y a la fábrica. De hecho, sostenía la declaración, la propiedad es «meramente la colección de trabajo». Estigmatizar a los pobres tachándolos de «cochinos, desgraciados y gentuza» invierte la verdadera situación porque solo ellos, «la masa de trabajo viviente», pueden impedir el despotismo aristocrático. Ese mismo año, William Drennan compuso una defensa contra la acusación de sedición, en la que dice que «ha llegado la hora de que los hombres se vulgaricen», que afirmen los derechos comunes de la humanidad contra la reivindicación del «dominio y la ascendencia» por parte de los dueños de propiedades. Los legisladores se han convertido en «agrimensores, y los agrimensores en legisladores; extendiendo