Roja esfera ardiente. Peter Linebaugh
En Siccar Point, la acción del mar revelaba estratos de arenisca roja antigua (Devónico) y grauvaca (Silúrico), que no estaban dispuestos horizontalmente. «Estaban en vertical, derechos, como una fila de libros en una estantería»[22]. Fue un momento iluminador. «La eternidad está enamorada de las producciones de tiempo», dijo Blake. «No hay en la naturaleza ninguna apariencia más específica que esta de las fisuras y separaciones en estratos perpendiculares. Los trabajadores en general las conocen como backs y cutters»[23]. Backs es un término minero que hace referencia a una partición diagonal en el carbón. Cutter es una junta o fisura que interseca el lecho o las líneas de estratificación. Los estratos perpendiculares o verticales demuestran que están formados por alguna fuerza distinta de la sedimentación.
El fuego subterráneo provoca que los océanos se sumerjan o las tierras se eleven. Los estratos verticales observados derivan de esos estallidos y elevaciones previos. «Las entrañas de la Tierra [son] el lugar de la potencia y la expansión»[24]. Las convulsiones, las fracturas y las dislocaciones renuevan la constitución de la Tierra. El peso sedimentado durante eras parece ser levantado, volcado, doblado, arrugado. Estas observaciones geológicas se produjeron al mismo tiempo que la reconstitución profética de la formación de la Tierra por parte de William Blake, y al mismo tiempo que las «montañas atlánticas». El ejército de Despard estaba compuesto por hombres y mujeres que eran también producto de las mismas fuerzas sociales que producían estos conocimientos en geología: los constructores de los canales (Regent’s Canal, Paddington Canal), los derrotados de las conquistas coloniales, y los desplazados que antes ocupaban los terrenos comunales. Despard intentó formar un ejército revolucionario liderado por veteranos irlandeses, trabajadores del metal en los nuevos negocios de ingeniería, peones de obra, trabajadores textiles desposeídos del norte de Inglaterra, y soldados y marineros veteranos.
En septiembre de 1802, los cortadores de la mayor fábrica de tejidos de lana de Leeds se pusieron en huelga para protestar contra el empleo de dos muchachos mayores de la edad reconocida para entrar como aprendices. Fue el pretexto para un enfrentamiento entre Benjamin Gott, por una parte, y los cortadores y todo el West Riding, por otra, acerca de la cuestión de los aprendices. Si los trabajadores perdían ese enfrentamiento, las circunstancias serían propicias para la descualificación, el trabajo infantil y la creación de esa fantasía capitalista, la anticomunidad imaginada del mercado de trabajo[25].
De acuerdo con Friedrich Engels, 1802 fue un año crucial en el desarrollo del socialismo, cuando los socialistas utópicos Saint-Simon, Charles Fourier y Robert Owen enunciaron teorías que pretendían ser la cúspide de la edad de la razón. La exigencia de igualdad ya no se ceñía al sufragio político, sino que se ampliaba a la condición social de los individuos: hombres y mujeres, burgueses y proletarios. Pretendían reorganizar la sociedad y emancipar la humanidad. Engels escribe que para los utópicos «el socialismo es la expresión de la verdad absoluta, de la razón y de la justicia, y basta con descubrirlo para que su propia virtud conquiste el mundo. Y, como la verdad absoluta no está sujeta a condiciones de espacio ni de tiempo, ni al desarrollo histórico de la humanidad, solo el azar puede decidir cuándo y cómo este descubrimiento ha de revelarse»[26]. Podría estar parafraseando a Despard. Compárese la tríada «verdad, razón, justicia» de Engels con la de «verdad, libertad, justicia» de Despard.
Del socialismo utópico al socialismo científico, el libro publicado por Friedrich Engels en 1880, formó parte de esos debates sobre el socialismo que le dieron la oportunidad de conectar mucho más que nunca sus opiniones con las de Marx[27]. El socialismo utópico y el socialismo científico comparten la interpretación de la lucha de clases. También se parecen en la medida en la que ambos proponen abolir la propiedad privada y las clases sociales. Pero lo que los diferencia es, de acuerdo con Engels, primero, que los socialistas científicos se adhieren a la concepción materialista de la historia, y segundo, que entienden que el secreto de la producción capitalista es el plusvalor, o la apropiación de trabajo no remunerado. La causa de la transformación del socialismo utópico en socialismo científico fue el desarrollo del propio modo de producción capitalista, en concreto la aplicación de la maquinaria (Engels resalta la energía de vapor y la maquinaria para fabricar herramientas), en un extremo del desarrollo, y la acumulación de proletarios, en otro.
La criminalización de la apropiación de materiales de producción por parte de los obreros es esencial para la separación, la alienación y la expropiación de estos, y por lo tanto para el establecimiento del proletariado. Por eso Engels escribió acerca de «la ley no escrita de la marca»[28]. Los obreros cultivaban las tierras en común por franjas y redistribuían dichas franjas por lotes. La llegada de la propiedad privada a los bosques y a los campos había sido objeto de una feroz oposición desde la Revuelta campesina de 1526. Lo que los artesanos habían poseído o usado a voluntad se había convertido en gratificaciones o apropiaciones consuetudinarias, que fueron criminalizadas en las transformaciones destructoras de la comunidad.
El libro de Engels tiene especial interés para nosotros porque sitúa el origen del socialismo utópico en 1802, el año de la conspiración de Despard. Nombra tres socialistas utópicos: Robert Owen, cuyo New Lanark Mill se inauguró en 1800; Charles Fourier, que sentó las bases de su teoría en 1799; y Saint-Simon, que en 1802 publicó Cartas de un habitante de Ginebra a sus contemporáneos. Pero el rompecabezas del pensamiento de Engels incluye el ensayo sobre la «marca», el resto de los bienes comunales alemanes, cuya complejidad analiza en este ensayo y cuyo origen se describe en parte por las pruebas aportadas por el historiador romano Tácito en Germania. La separación que Engels establece entre el socialismo de cualquier tipo y la marca puede muy bien ayudarnos a analizar el comunismo y lo común. Sitúa la marca en el pasado.
El hecho fundamental que rige «la historia primitiva de todas, o casi todas, las naciones», escribía Friedrich Engels, «es la propiedad común sobre el suelo»[29]. La tierra es la raíz de lo común. Las raíces son enmarañadas, profundas o superficiales. El campo, el bosque, los montes y la costa son los paisajes de lo común. «Inglaterra no será un pueblo libre, mientras los pobres carezcan de tierra, mientras no tengan permiso para cavar y trabajar en lo común», declaró Winstanley en 1649[30]. «Todavía en 1800, buena parte de los pastizales del mundo –las praderas norteamericanas, las pampas sudamericanas, el interior de Australia, las sabanas africanas– seguían siendo bienes comunales de los pueblos indígenas»[31].
Adán y Eva fueron expulsados del Jardín del Edén, una expropiación de lo común, y desde entonces, lo común ha sido tratado principalmente como un fenómeno agrario u hortícola. Es cierto que Adán y Eva no fueron expulsados del taller de carretas, ni del cobertizo de telares, ni del camarote de los marineros. Pero otros sí, y no procedían del Edén, sino de Irlanda, el Atlántico, Iroquia, Escocia y Albión.
Engels plantea tajantemente la cuestión de la agencia: ¿quién tiene la capacidad de hacer realidad la revolución comunista? En la práctica había otras muchas fuerzas que practicaban el uso en común, como los esclavos del Caribe, los indígenas de Norteamérica, los irlandeses de Irlanda, y los campesinos de Inglaterra, incluso la muchedumbre urbana, como comprendió Gracchus Babeuf. Pero «el negro no es capaz de volverse tan inteligente como el europeo», escribía el socialista utópico Saint-Simon en el momento de la conspiración de Despard[32]. El racismo y el estadialismo eran congruentes. Al no tener en cuenta la esclavitud y su poder en la lucha por la libertad, la interpretación determinista