Roja esfera ardiente. Peter Linebaugh
El fantasma del padre asesinado de Hamlet clamaba venganza desde la tumba, y Hamlet, sorprendido, respondía: «¡Bien dicho, viejo topo! ¿No puedo yo trabajar la tierra con tanta rapidez? ¡Un valioso pionero!». En 1805, en las conferencias pronunciadas en Jena, Hegel recuerda las palabras de Hamlet: «A menudo, el espíritu parece haberse olvidado y perdido; pero internamente opuesto a sí mismo, avanza en su interioridad (como cuando Hamlet dice de su padre “¡Bien hecho, viejo topo! ¿No puedo trabajar yo el suelo tan rápido?”) hasta que, después de fortalecerse por sí mismo, levanta la corteza de la tierra que lo separaba del sol, su concepto, para que la tierra se derrumbe». Medio siglo después, Marx también los recuerda: «Reconocemos a nuestro valiente amigo Robin Goodfellow, el viejo topo que puede trabajar en la tierra tan rápidamente, ese valioso pionero, la Revolución». El fantasma de Shakespeare exige legitimidad, el espíritu de Hegel exige la verdad, la revolución de Marx exige justicia. Ya sea en lo común de campos abiertos o cercados por vallas, los túneles de los topos continúan. Para Marx, la revolución proletaria es «nuestro valiente amigo Robin Goodfellow», una figura tradicional de la gente del común. Para Shakespeare, «Hay más cosas en el cielo y en la tierra, Horacio, / que las que se sueñan en tu filosofía», una reprimenda al conocimiento convencional[33].
Concluimos estas reflexiones sobre el subsuelo de la naturaleza con la larga estructura filamentosa llamada micelio, que soporta la aparición impredecible de las setas venenosas desde el subsuelo. El micólogo inglés Alan Rayner escribe:
El micelio se me parece cada vez más a un ejército heterogéneo de tropas híficas, cada una variadamente equipada para ejercer diferentes funciones y diferentes grados de comunicación con las demás. Sin más comandante que los dictados de sus circunstancias medioambientales, estas tropas se organizan en una estructura dinámica hermosamente abierta o indeterminada, capaz de responder continuamente a las exigencias cambiantes. Recuérdese que, durante su vida potencialmente indefinida, un ejército micelial puede migrar entre depósitos de energía; absorber recursos fácilmente asimilables, como los azúcares; digerir recursos refractarios como la lignocelulosa, emparejarse, competir, batallar con sus vecinos; ajustarse a condiciones microclimáticas cambiantes; y reproducirse[34].
[1] K. Polanyi, The Great Transformation: The Political and Economic Origins of Our Time, Boston 1957; K. Pomeranz, The Great Divergence: China, Europe, and the Making of the Modern World Economy, Princeton, NJ, 2000. R. R. Palmer, The Age of Democratic Revolutions: A Political History of Europe and America, 1760-1800, Princeton, NJ, 1959; E. Hobsbawm, The Age of Revolution: Europe, 1789-1848, Londres, 1962; S. Giedion, Mechanization Takes Command: A Contribution to Anonymous History, Nueva York, 1969.
[2] W. Wordsworth, The Prelude: The Four Texts [1805], ed. J. Wordsworth, Londres, 1995, Libro 6, versos 341, 701-702, 720-728.
[3] W. Steffen et al., «The Anthropocene: Conceptual and Historical Perspectives», Philosophical Transactions of the Royal Society 369, 2011, p. 849. Véase también J. Zalasiewicz, et al., «Response to Austin and Holbrook on “Is the Anthropocene an Issue of Stratigraphy or Pop Culture?”», Geological Society of America Groundwork 22, octubre de 2012, p. 1050.
[4] G. Wills, «Negro President»: Jefferson and the Slave Power, Boston, 2003.
[5] J. Repcheck, The Man Who Found Time: James Hutton and the Discovery of the Earth’s Antiquity, Cambridge, MA, 2003.
[6] J. Hutton, The Theory of the Earth, 2 vols., Londres, 1796, vol. 1, p. 35.
[7] J. Hutton, «Concerning the System of the Earth», en ibid., vol. 1, p. 35.
[8] J. Curr, The Coal Viewer’s and Engine Builder’s Practical Companion, Londres, 1797.
[9] J. Priestley, A Historical Account of Inland Navigation and Railroads, Londres, 1831, p. 570.
[10] Citado en P. Mantoux, The Industrial Revolution of the Eighteenth Century: An Outline of the Beginnings of the Modern Factory System in England, Londres, 1961, p. 335.
[11] E. Darwin, Phytologia, or the Philosophy of Agriculture and Gardening, Londres, 1800, apartado 19.8, p. 560.
[12] El consumo de partes del cuerpo formaba parte integral de este modo de producción. El fundador del sistema fabril, Richard Arkwright, comenzó su carrera comprando el cabello de muchachas aldeanas para vendérselo a los fabricantes de pelucas.
[13] E. Darwin, The Economy of Vegetation, Londres, 1791, canto 1, sección 6.
[14] E. Darwin, The Botanic Garden, Londres, 1798, p. 18.
[15] County of Stafford, «The Examination of William Fouldes», Boulton and Watt MSS, 10 de abril de 1801, Birmingham Central Reference Library.
[16] G. C. Caffentzis, «On the Scottish Origin of “Civilization”», en S. Federici (ed.), Enduring Western Civilization: The Construction of the Concept of Western Civilization and Its “Others”», Westport, CT, 1995.
[17] S. Wood, Thoughts on the State of the American Indians, Nueva York, 1794.
[18] D. Valenze, The First Industrial Woman, Oxford, 1995; M. Mies y V. Bennholdt-Thomsen, The Subsistence Perspective: Beyond the Globalised Economy, Londres, 1999.
[19] F. Engels, Socialism: Utopian and Scientific with the Essay on the Mark, Nueva York, 1994 [Del socialismo utópico al socialismo científico, Madrid, 2020, p. 20].
[20] Ibid., pp. 50, 53 [139, 142].
[21] J. Fabian, Time and the Other: How Anthropology Makes Its Object, Nueva York, 1983.
[22] J. Repcheck, cit., p. 21.
[23] J. Hutton, cit., p. 51.
[24] Ibid., p. 51.
[25] K. Polanyi, The Great Transformation: The Political and Economic Origins of Our Time, Boston 1957 [ed. cast.: La gran transformación. Los orígenes políticos