Historias del hecho religioso en Colombia. Jorge Enrique Salcedo Martínez S J

Historias del hecho religioso en Colombia - Jorge Enrique Salcedo Martínez S J


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más allá de la religión, se ubica en el tiempo y en el espacio; lo que le da características particulares, convirtiéndolo en historiable y diferenciándolo, dependiendo de esas características. Por eso, el hecho religioso no es uno solo, inmutable, indivisible, invariable. Teniendo en cuenta esto, proponemos un libro que reúne múltiples historias del hecho religioso, con múltiples miradas de un fenómeno histórico que se transforma en el tiempo y en el espacio.

      Siguiendo con lo anterior, decidimos convocar a historiadores que se han dedicado a la investigación de las historias del hecho religioso en el país. Se les propuso que escribieran un texto en el cual mostraran resultados o avances de sus investigaciones sobre diversos tópicos del hecho religioso en el país. El resultado son veintidós artículos que, desde la temprana Colonia hasta la actualidad, indagan por las historias del hecho religioso en Colombia5. Es cierto que aún prima el catolicismo como objeto de estudio, pero el foco ya no es exclusivamente la Iglesia católica como institución, y menos su jerarquía, aunque si esto apareciera en algunos textos las preguntas a resolver y los enfoques empleados son novedosos. Otras denominaciones y formas de la creencia religiosa aparecen y se consolidan como temas de investigación. Algunas de ellas están ausentes. En la convocatoria fuimos amplios pero, por diversos motivos, algunos historiadores cuyos aportes hubiesen sido relevantes no pudieron acompañarnos.

      De los veintidós artículos que publicamos seis están centrados en la Colonia; uno en el siglo XIX; otro se ocupa, historiográficamente hablando, de un problema que atraviesa la república, como el de las misiones religiosas; otros tres comienzan a finales de ese siglo pero llegan hasta bien avanzado el siglo XX; nueve se dedican al siglo XX, llegando a penetrar, en algunos casos, en el XXI; y dos artículos ofrecen visiones globales sobre problemas recientes en la historia del hecho religioso en el país, la historia del derecho de la libertad religiosa en Colombia y la secularización.

      En cuanto a los textos dedicados a la Colonia (Echeverry, Marín, Brizuela, Abadía, Quintero y Cortés) es claro que su objeto sigue siendo el catolicismo; y si bien pareciera que primaran el clero regular y el clero secular, ello se debe a que aún no se ha podido consolidar una historia de la institución eclesiástica que trascienda la visión oficial que las comunidades religiosas y sacerdotes seculares construyeron sobre la Iglesia católica. Esto significa que siguen siendo válidas las preguntas por los procesos de evangelización temprana, una vez los españoles comenzaron a consolidar su dominio sobre el territorio. Pero también es válida la pregunta sobre cómo funcionaba la Iglesia de “carne y hueso”, si se nos permite la expresión. No aquella idealizada por la misma institución, ni tampoco la imagen que construyeron de ella los liberales decimonónicos, en la que se la muestra opulenta, rica, codiciosa y despreocupada por la feligresía. Los artículos de esta parte del texto se preocupan por la Iglesia, que tuvo que enfrentar múltiples obstáculos para realizar su labor pastoral.

      Es relevante que dos de los artículos sobre la Colonia se centren en las experiencias femeninas dentro del hecho religioso, aspecto que ha sido poco trabajado en nuestra historiografía (Brizuela y Abadía), y que otros dos trabajen sobre mecanismos escritos, como los catecismos y sermones (Marín y Quintero). El patronato regio, como mecanismo que reguló las relaciones entre la Iglesia romana y la Corona española, tan ampliamente mencionado pero tan poco conocido, también es abordado en esta parte del libro dedicado a la Colonia. Como editores nos parece relevante que se profundice en la historia colonial, incluyendo la del hecho religioso, sobre todo con nuevas preguntas y otras miradas, siempre con el afán de replantear las interpretaciones que sobre ese largo periodo se nos han enseñado. Muchas de esas explicaciones fueron elaboradas en el siglo XIX, con claros rasgos ideológicos y alejadas de lo que, en revisiones minuciosas de las fuentes, puede decirse.

      De manera plena, el siglo XIX solo es trabajado en un artículo, en el que se ve la relación entre párrocos y feligresía, pero desde la visión de esta última, las expectativas que tenía sobre sus pastores, con lo que el texto rompe la lectura tradicional en la que debían ser los administradores de lo sagrado los que evaluaban la relación con los fieles (Santos). Otros dos textos toman el siglo XIX para proyectarse en la larga duración. Esto porque sus autores creen que problemas como el del asistencialismo social, y la labor y el trabajo social de la Compañía de Jesús deben ser vistos en una estructura temporal más amplia (Castro y Salcedo).

      Como editores nos llama la atención que el siglo XIX pareciera desprovisto de análisis en este libro, máxime cuando fue por este periodo por donde los historiadores de las generaciones posteriores a la Nueva Historia de Colombia nos introdujimos en el estudio profesional y objetivo, desvinculado de miradas maniqueas, apologéticas o de diatriba, de las historias del hecho religioso en Colombia. Sin embargo, no es una queja ni un reclamo. Sabemos que el siglo XIX sigue siendo un periodo llamativo para el estudio del hecho religioso en el país. Investigadores jóvenes, aún en formación, indagan sobre el primer siglo republicano y sobre el papel preponderante que el hecho religioso jugó en él.

      El siglo XX y problemas de la actualidad son los que más representación tienen en el libro. Llama poderosamente la atención que el tema de las misiones se vea reflejado en tres artículos. Dos de ellos puntuales sobre el tópico (Córdoba y Cabrera) y uno historiográfico (Kuan). Preguntarse por las zonas de frontera parece también estar relacionado con la idea de que el Estado ha dejado en manos de las iglesias labores que le competían.

      Es en el siglo XX en donde podemos ver de manera palpable historias del hecho religioso basadas en experiencias diferentes al catolicismo. Primero con el protestantismo, con cuatro artículos (Gaona, Moreno, Carballo y López), y uno más con la comunidad judía en Bogotá (Moreno-Goldschmidt). Además de un sexto artículo que indaga sobre cómo se construyó en el país, históricamente hablando, el derecho de libertad religiosa (Tamayo). Esto, de entrada, nos cuestiona sobre la necesidad de investigar por los actores que viven religiosidades diferentes a las de la religión mayoritaria, la católica, y cuyas historias también hacen parte del hecho religioso en el país. Pero también nos cuestiona sobre las dificultades por indagar sobre esas experiencias en espacios temporales anteriores, es decir, desde el siglo XIX hacia atrás.

      Ahora bien, lo anterior puede explicarse en la coyuntura que originó la Constitución Política de 1991, por la cual Colombia se reconoció como un país multiétnico y pluricultural, aunque en la realidad ya lo fuera desde su inicio republicano. Además, en el artículo 19 de esa Carta Magna se proclamó la libertad religiosa, la cual, legalmente hablando, se implementó en la Ley 133 de 1994. A partir de ese momento el Estado, por lo menos sobre el papel, ha buscado defender el derecho que tienen todos los ciudadanos de creer o de no hacerlo, en materia religiosa.

      Otros dos artículos nos cuestionan sobre el papel de los medios de comunicación, prensa escrita y televisión, en la formación de la moral religiosa de los colombianos (Ramírez y Manosalva). La necesidad de controlar los contenidos que eran difundidos en esos medios, y cómo podían promover o desvirtuar la moral religiosa, no era nueva, pero sí lo era cuando se refería a adelantos tecnológicos, como el de la televisión.

      Que Colombia es un país golpeado por la violencia, lo sabemos. En ese sentido es importante resaltar la labor que han jugado múltiples actores en búsqueda de la paz, entre ellos la Iglesia católica, como se muestra en uno de los textos que cierran la obra (Plata). Es importante recalcar que la institución eclesiástica, a pesar de las múltiples críticas que ha recibido desde diversos sectores de la sociedad, ha hecho presencia a lo largo y ancho del país desde la época colonial. En la naciente república se convirtió en elemento de cohesión social, y desde la década del ochenta del siglo XX hasta nuestros días algunos de sus integrantes no han escatimado esfuerzos en la consecución de la paz de los colombianos. Para finalizar, el artículo que nos convoca a reflexionar sobre el presente y el futuro de la religión es una invitación no a poner punto final sino a seguir indagando sobre las historias del hecho religioso en el país (Arboleda).

      Aún queda mucho por hacer. Está pendiente un proyecto planteado hace más de dos décadas por Ana María Bidegain, un diccionario del hecho religioso en Colombia. Como este, otros temas, proyectos y propuestas están esperando para ser abordados. Por ello, este libro es también una invitación para que jóvenes historiadores sigan los pasos de quienes en las recientes tres décadas hemos abierto


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