Procesos urbanos en América Latina en el paso del siglo XIX al XX. Gerardo G. Sánchez Ruiz

Procesos urbanos en América Latina en el paso del siglo XIX al XX - Gerardo G. Sánchez Ruiz


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caso, por ejemplo, a mediados de los años cincuenta del siglo en cuestión, un grupo de liberales en el que la cabeza visible fue Benito Juárez García y sus correligionarios más destacados: Sebastián Lerdo de Tejada, Melchor Ocampo, Guillermo Prieto, Francisco Zarco, Ignacio Ramírez, José María Iglesias, Matías Romero, entre otros, plantearon nuevas vías para el desarrollo del país al separar a la Iglesia del Estado, desaparecer tribunales eclesiásticos, activar la economía a partir de colocar a la venta bienes inmuebles de aquélla. Lamentablemente las condiciones dominantes obstaculizaron los intentos, no obstante, esos avances fueron aprovechados por el régimen de Porfirio Díaz para tres décadas después, iniciar un sólido periodo de modernización del país (Semo, 2012:367-390).

      Siguiendo esos procesos de rupturas y continuidades, otras situaciones se fueron presentando en las cotidianidades en que se desenvolvían las sociedades —parte de la superestructura política, jurídico e ideológica de las bases materiales—, por ejemplo, Benjamín Vicuña Mackenna, un destacado político, gobernante y escritor de Chile, en Historia crítica y social de la ciudad de Santiago desde su fundación hasta nuestros días (1841-1808) (1869), da cuenta de las condiciones en que se desenvolvía la sociedad chilena en ese dilema de desarrollo que planteaba el conservadurismo o lo liberal, y dentro de éstas, las posibilidades de progreso a partir de cursar alguna carrera profesional, ante la disyuntiva de quedar en la antigua tradición o sumarse a una nueva, lo reflexionó de la siguiente manera:

      De la escuela, los criollos llegados a la doble pubertad del cuerpo y del espíritu, pasaban a las aulas de las aulas (que así se llamaban, por cursarse generalmente sus estudios en los claustros de los conventos), iban a la Universidad o a la hacienda. No había alternativa. Abogado o campesino, huaso o doctor. Las profesiones liberales eran consideradas afrentosas. El comercio pertenecía a la clase media, excepto cuando se ejercía por mayor, aunque éste era privilegio de las canas. La carrera militar, según hemos visto, no había alcanzado jamás favor a orillas del Mapocho y se hallaba desde la conquista relegada al Bio Bio […]. Sólo la alfalfa y el latín, dos cosas parecidas por lo que entorpecen y engordan, triunfaban, por consiguiente, sin rivales y no había más posición, otro porvenir, como se dice hoy día, que el de instalarse el rústico poncho o la toga de los pedantes. Por esto todavía la primera pregunta de porvenir que se hace a los niños es la siguiente: ¿Qué quieres ser, abogado, clérigo o casado? (Vicuña, 1869:387).

      Incluso con esos límites en lo social, lo tecnológico e ideológico, pero por la misma dinámica de la búsqueda del progreso y aprovechamiento de las riquezas naturales heredadas por grupos privilegiados provenientes de la colonia o los de la nueva avanzada, se logró activar a la economía en la región dando paso al surgimiento de nuevas élites, en muchos casos ligadas a inversionistas extranjeros, lo cual se tradujo en la aparición de nuevas castas de terratenientes22 o de nacientes industriales. Con esas nuevas condiciones fluyeron las inversiones en áreas estratégicas como la minera, el petróleo o la energía eléctrica.

      El desarrollo desigual y combinado fluyó, en tanto la condición liberal en que se desarrollaba el mundo y que impulsó inversiones en aquéllas, se mezcló con la monopolización de recursos naturales por grupos pudientes o los caciques beneficiados por la independencia y los bajos niveles tecnológicos poseídos en las actividades económicas dominantes, obligando al uso de grandes volúmenes de mano de obra a los que se les obligaba a cumplir extensas jornadas con trabajo intensivo, y a quienes se les pagaban ínfimos salarios. Casos por demás dramáticos fueron las regiones mineras o las llamadas haciendas, donde por ejemplo en el caso de México a los peones se les obligaba a vivir en situación de acasillados y en ocasiones con toda su familia.

      De la situación se desprenden razones para que al interior y entre países del área, se expresaran regiones de amplia riqueza en medio de una agobiante pobreza, por lo que no fue casual el surgimiento de inconformidades entre la gente afectada, las cuales no sólo se sucedieron entre sectores pobres sino también nacientes industriales que se vieron limitados por aquellas condiciones, Bértola y Ocampo al respecto señalan:

      Desde el punto de vista social, este periodo se caracterizó por un marcado proceso de diferenciación, tanto desde una dimensión territorial como propiamente social. En tanto la brecha entre países más ricos y más pobres de la región creció mucho, también aumentó significativamente la desigualdad dentro de cada país. El proceso exportador generó en algunas regiones cierta diversificación de las estructuras productivas, que se expresó en el desarrollo de la industria manufacturera, de las infraestructuras de comunicaciones y transportes y de los servicios financieros, así como el gran avance de la urbanización (Bértola y Ocampo, 2013:104).

      Luego entonces, entre efectos de las condiciones en que había quedado América Latina posterior a la salida del imperio español y el portugués, e incluso teniendo como un gran determinante la solidificación de los Estados como ocurrió con los casos argentino, mexicano o el chileno; el surgimiento de élites ilustradas, la formación de núcleos de comerciantes, la aparición de un naciente sector industrial y el crecimiento de muchas de las ciudades, no tuvieron los resultados esperados en los desenvolvimientos económicos y, por ende, en los afanes de alcanzar el progreso observado en Europa y Estados Unidos. Eduardo Galeano refiriéndose a esas especificidades en que se desarrolló el capitalismo en la región señala:

      La legión de parásitos que había recibido los partes de la guerra de independencia bailando minué en los salones de las ciudades, brindaba por la libertad de comercio en copas de cristalería británica. Se pusieron de moda las más altisonantes consignas republicanas de la burguesía europea: nuestros países se ponen al servicio de los industriales ingleses y de los pensadores franceses. ¿Pero qué “burguesía nacional” era la nuestra, formada por los terratenientes, los grandes traficantes, comerciantes y especuladores, los políticos de levita y los doctores sin arraigo? América Latina tuvo pronto sus constituciones burguesas, muy barnizadas del liberalismo, pero no tuvo, en cambio, una burguesía creadora, al estilo europeo o norteamericano, que se propusiera como misión histórica el desarrollo de un capitalismo nacional pujante (Galeano, 2012:152).

      Hubo crecimiento en rubros específicos pero en otros no, y lo que se logró fue un desarrollo diferenciado que privilegió a sectores terratenientes, mineros, comerciantes y prestamistas locales, inversionistas extranjeros y a caudillos políticos, en detrimento de las clases pobres asentadas en el campo y en las ciudades, pero además, a un menguado desenvolvimiento industrial pugnado por sectores liberales; inevitablemente a esa manera de crecer fue correspondiéndole el cúmulo de problemas sociales que fueron sucediéndose en las repúblicas particularmente al iniciarse el siglo XX. Ese crecimiento diferenciado que imposibilitó un mayor desarrollo de la región, y que afectó a grandes grupos de población, Bulmer-Thomas lo describe de la siguiente manera:

      La primera fase del desarrollo latinoamericano posterior a la independencia se basó en la exportación de productos primarios. Se esperaba que un rápido crecimiento transformara toda la economía, aumentando la productividad en el sector exportador, y haciendo subir el ingreso per cápita. Medido con esta vara, el crecimiento basado en las exportaciones fue, en general, un fracaso. A finales de los 20, tras un siglo de experimentar con diferentes productos de exportación, la mayoría de los países latinoamericanos registraban insignificantes tasas de crecimiento. De hecho, en algunos casos hasta parece que hubo un descenso de los niveles de vida (Bulmer-Thomas, 2010:447).

      Resulta lamentable esa manera de crecer de América Latina, misma que se expresó en ámbitos sociales, económicos, culturales y territoriales, fue y sigue siendo una realidad si se consideran los contextos de desarrollo mundial de cada sociedad y país, aunque también había que entender esos desequilibrios en el conjunto de la dinámica social que ha caracterizado al desarrollo de los pueblos, como bien lo refiere George Novack en Para comprender la historia (1977) al señalar:

      Los múltiples factores de cualquier proceso histórico no tienen, y en realidad no pueden tenerlo, un crecimiento igual y simultáneo. No sólo algunos maduran antes que otros, sino que algunos de ellos pueden no lograr una realidad concreta y adecuada en el momento decisivo, o en cualquier etapa. La conjunción de todos los diversos factores esenciales para que se dé un resultado particular en un gran proceso


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