Procesos urbanos en América Latina en el paso del siglo XIX al XX. Gerardo G. Sánchez Ruiz

Procesos urbanos en América Latina en el paso del siglo XIX al XX - Gerardo G. Sánchez Ruiz


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de ensayo y error, al buscar las mejores formas de gobernar y administrar a las comarcas. Mejía Pavony apunta:

      En Hispanoamérica, los Estados nacionales surgieron de enfrentamientos interprovinciales, lo cual tuvo como condición, pero no como causa, la independencia. Sin duda, era necesario que el imperio español desapareciera del horizonte de posibilidades de las élites que ostentaban el poder para que se abriera paso una nueva lógica, la de las redes y circuitos del capitalismo. Esta nueva consideración espacial requirió suavizar el extremo federalismo inicial, que llenó de aduanas internas, normas particulares y jefe singulares los territorios interiores de las nacientes repúblicas. Además, demandó en los nuevos Estados la puesta en marcha de algo que resulta central en las recién creadas configuraciones políticas, una Administración Pública (Mejía, 2013:s/p).

      Los abundantes y frecuentes enfrentamientos sucedidos en la región y que hicieron lenta la conformación de las naciones guardaron cierta lógica, los poderes militares en un cierto momento se consolidaron por encima de grupos dado el control que con las armas ejercieron; sin embargo, finalmente hubieron de negociar o sustentarse en poderes económicos e incluso religiosos, fueran heredados del estatus de colonias o constituidos como producto de las luchas de independencia, las guerras internas y las libradas entre países. Bértola y Ocampo respecto al proceso señalan:

      La consolidación del poder central de los Estados nacionales estuvo generalmente cimentada en gobiernos oligárquicos. Se trató del fortalecimiento de una coalición de poder que articulaba los intereses de los sectores terratenientes, mineros (de ser el caso), comerciantes y prestamistas locales (algunos de estos últimos transformados en banqueros) y capitalistas extranjeros, por una parte, con los agentes, partidos o caudillos políticos que permanecerían en el poder con alta discrecionalidad pero defendiendo finalmente los intereses de aquellos grandes actores. La capacidad de los sectores económicamente poderosos de cooptar a estos detentores del poder era grande, cuando no eran ellos mismos quienes lo detentaban, al tiempo que se sacrificaban mecanismos formales de control de los gobiernos e incluso del poder de otras fracciones de las élites, en aras de asegurar el poder frente a sectores populares subordinados (Bértola, 2013:128).

      Y segundo, reconstruir las maltrechas economías de ciudades o regiones agropecuarias, para así remontar los efectos de los años de enfrentamientos debidos a la búsqueda de las independencias, o a las guerras internas ya delimitados los territorios, pero también con el fin de reorientar actividades productivas; obviamente de acuerdo con la filiación de quienes alcanzaban el poder, y a las posibilidades económicas, sociales, políticas, culturales y territoriales existentes en ese momento,16 de ahí las notables diferencias que se sucedieron entre países.

      Ante esta última exigencia, dadas las condiciones de la región y su pertenencia dominantemente agropecuaria y minera, los nacientes Estados en su gran parte intentaron aprovechar el auge industrial que estaba ocurriendo en Europa y Estados Unidos, impulsando exportaciones de los productos derivados de aquellas actividades; pero además, buscando atraer capitales para que invirtieran de manera directa en los países y así satisfacer los requerimientos de las aspiraciones de las nuevas sociedades, mismas que fluctuaban entre las de primera necesidad y las suntuosas, aquellas que podían mostrar a esas sociedades en situaciones de progreso.

      Por supuesto, atraer capitales a América Latina para su desarrollo no fue un acto sencillo, significó un segundo saqueo de la región por parte de los europeos y, en este caso, de quienes habían apoyado los inicios de la independencia y prioritariamente quienes se habían enseñoreado en el mundo: los ingleses. Eduardo Galeano señalando esa determinante que siguió el proceso de independencia, cita al vizconde Chateaubriand, ministro de Asuntos Extranjeros de Francia bajo el reinado de Luis XVIII, quien señalaba: “en el momento de la emancipación, las colonias españolas se volvieron una especie colonias inglesas” (citado en Galeano, 2012:255).

      Este autor también da cuenta de la actividad de los británicos en América Latina al señalar que “entre 1822 y 1826, Inglaterra había proporcionado diez empréstitos a las colonias españolas liberadas, por un valor nominal de cerca de veintiún millones de libras esterlinas”, pero que de éstos sólo habían llegado siete millones a tierras de América como resultado de los intereses y comisiones cobradas por los intermediarios. También señalaba que en Londres se habían creado “más de cuarenta sociedades anónimas para explotar los recursos naturales —minas, agricultura— de América Latina y para instalar empresas de servicios públicos” (Galeano, 2012:255-256).

      De ahí que aparecieran “los ferrocarriles ingleses en Panamá, hacia la mitad del siglo, y que la primera línea de tranvías inaugurada en 1868 en la ciudad brasileña de Recife”, fuera de una empresa británica; que “la banca de Inglaterra financiaba directamente a las tesorerías de los gobiernos”; que “Los bonos públicos latinoamericanos circulaban activamente, con sus crisis y sus auges, en el mercado financiero inglés” y que gran parte de servicios públicos estaban en manos de los británicos (Galeano, 2012:256).

      El mismo Eduardo Galeano, dando cuenta de ese proceso, va mostrando las relaciones o las cadenas que se fueron tejiendo en ese cambio de territorios coloniales a países independientes, señala:

      La máquina de vapor, el telar mecánico y el perfeccionamiento de la máquina de tejer habían hecho madurar vertiginosamente la revolución industrial en Inglaterra. Se multiplicaban las fábricas y los bancos; los motores de combustión interna habían modernizado la navegación en muchos grandes buques [que] navegaban hacia los cuatro puntos cardinales universalizando la expansión industrial inglesa. La economía británica pagaba con tejidos de algodón los cueros del Río de la Plata, el […] y el nitrato de Perú, el cobre de Chile, el azúcar de Cuba, el café de Brasil. Las exportaciones industriales, los fletes, los seguros, los intereses de los préstamos y las utilidades de las inversiones alimentarían, a lo largo de todo el siglo XIX, la pujante prosperidad de Inglaterra (Galeano, 2012:225-226).

      Indefectiblemente como parte de ese proceso, las nacientes repúblicas fueron dando cuerpo a sus formas de gobierno, a la reconstitución o conformación de áreas productivas, a la construcción de representaciones e identidades que caracterizarían a sus sociedades, pero también, a la construcción de los espacios requeridos para el desarrollo de esos aspectos, dando lugar a nuevas configuraciones espaciales en ciudades y regiones. Entonces, como un proceso por demás esforzado debido a los obstáculos que los gobiernos hubieron de afrontar —adueñarse del poder y ejercerlo no fue terso—, hubo la necesidad de atender algunas cuestiones fundamentales como serían:

      1. Impulsar el comercio con el exterior o al interior en la búsqueda de recursos para afianzar el desarrollo, por lo que, por ejemplo, se puso atención en establecer determinados impuestos y reducir, y desaparecer las alcabalas; en el primer caso con el fin de ampliar ingresos a las arcas de las noveles naciones, y en el segundo, por ser inhibidoras de la dinámica económica al obstaculizar la integración interna.

      2. Dar cuerpo a una banca propia o promovida desde el exterior, en la pretensión de posibilitar financiamientos seguros y fluidos, y de ese modo, fomentar el cúmulo de actividades económicas y de obras visualizadas para sustentar los desarrollos.17

      3. Intervenir los bienes inmuebles y, sobre todo, los acaparados por la Iglesia, con el fin de integrarlos a los nuevos regímenes económicos y fiscales, para de ese modo activar economías.

      4. La creación o mejora de infraestructura con el fin de favorecer la salida y entrada de mercancías, de ahí la atención a puertos y ferrocarriles.

      5. Cuidar las migraciones inducidas o no,18 buscando atraer habitantes a regiones potencialmente productivas, pero a la vez, atraer mano de obra con un cierto grado de calificación.19

      6. Estimular la educación en todos los niveles con el fin de elevar las posibilidades de mejora de la mano de obra aunado a la formación profesional, pero además, crear bases para lograr una mayor integración del conjunto de habitantes en las nuevas sociedades.

      Resulta indudable que en todos estos aspectos se perfilaba como necesaria la intervención a los territorios para dar cauce a lo pretendido,


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