Colombia frente a los escenarios del pacífico. Ricardo Mosquera Mesa
las mismas décadas en las cuales nosotros en Colombia no hemos podido salir de nuestros demonios republicanos: violencias y corrupción, ausencia de propósito de transformación radical de nuestra inserción en el mundo mediante acuerdos básicos en justicia, equidad, ciencia y tecnología, transformación del campo y transparencia en el uso de recursos públicos.
Desde 1979, con la Reforma y la Apertura caracterizadas como “Socialismo con características chinas” de Deng Xiaoping, el pragmatismo chino con reglas claras comenzó a cobrar importancia en el escenario económico mundial, después en los años 90 del siglo pasado China ya era conocida como fabricante de productos baratos, como camisetas y juguetes, lo que obligó a las fábricas de otros países a cortar sus gastos a fin de igualar sus precios, o de lo contrario quedaban fuera de la competencia. A medida que el nuevo milenio nacía, Estados Unidos seguía siendo la principal potencia comercial del mundo, cuya competencia principal era la Unión Europea, pero no un país por sí solo. Sin embargo, entre 2000 y 2008, las importaciones de China aumentaron 403 % y sus exportaciones 474 %, impulsadas en parte a su ingreso en la Organización Mundial del Comercio y sus gestiones para producir bienes de mayor calidad. China ahora es la segunda economía del mundo y con 2,3 billones de dólares (2017), es el principal exportador de aparatos electrónicos, maquinaria y textiles del mundo. No obstante, su principal socio comercial son los Estados Unidos (19 %), seguido de Hong Kong (11,98 %), Japón, Corea de Sur y Alemania.
Ahora bien, el segundo rasgo de la sorprendente evolución china que explica por qué Estados Unidos ya ha perdido el pulso con China y tenderá a perderlo en el futuro con mayor razón —que por lo demás muestra lo errático de los palos de ciego de la potencia en su desespero por perder poco a poco la supremacía—, consiste en que mientras China acrece su poder con alianzas con distintos socios, en cambio Estados Unidos por la pretensión arrogante de su lema American First, mantiene peleas casadas a diestra y siniestra: México y Centroamérica, la Comunidad Económica Europea, China y los países de Oriente, Venezuela, Colombia en momentos y América Latina, Cuba y el Caribe.
Es como si la potencia no pudiera desprenderse de su tradición belicosa y, con la pretensión anacrónica de retomar la primacía perdida, perdiera aliados sin ganar otros significativos, como ahora se avista con la frágil alianza de una Inglaterra desasida de Europa, abandonada a la soledad del Brexit, y con graves problemas de ajuste con Irlanda. En tanto que China y con ella Rusia proceden como si en el tablado geopolítico desplegaran sus famosas matrioskas y cajas chinas, en el caso de China con la participación de China en el Asean+3 desde 1996 y su ampliación posterior como Asean+6 con un fabuloso mercado de 3000 millones de habitantes. Más su calado creciente en un tejido de filigrana en África y en América Latina y el Caribe.
A Colombia le convendría tener el libro de Ricardo Mosquera Mesa en su cabecera, para dormir y despertar con mayor sabiduría gracias a sus avisos. Para ser más consistente que lo mostrado como una comedia de equívocos en la reciente visita del presidente Duque a China del 29 de julio de 2019. Por cierto, muy necesaria: ¿quién diría que no? Incluso se hubiera podido arropar en dos famosos lemas. El primero, el del Rey Enrique IV de Francia en la segunda mitad del siglo XVI, quien para acceder al poder real francés debiendo convertirse por fuerza al catolicismo, siendo protestante, pronunció una frase magistral: París bien vale una misa. Que traducida a la ocasión significaría algo así como “el comercio chino bien vale muchas venias a la revolución china”, esto por la feroz réplica de miembros del partido del poder, entre ellos de modo explícito Fernando Londoño, al ritual diplomático de depositar una ofrenda floral en el memorial chino consagrado a los combatientes muertos en la revolución de Independencia, pero también por la burla de los opositores de izquierda que zahieren el acto al recordar que todavía hay combatientes guerrilleros colombianos del epl que, de modo supuesto, se alinderan con la gesta del maoismo, y no menos de unos y otros por la evidencia de que China es un soporte de Maduro y por tanto desestima las aspiraciones cada vez más opacas de un gris Guaidó a hacerse con el poder.
Se diría justificada la visita por el interés de aumentar el comercio. Un socarrón preguntaría: ¿de cuántos guacales de aguacate estamos hablando? Pues como lo registra muy bien Ricardo Mosquera Mesa en el gráfico número 51, de la inversión extranjera directa china en América Latina, entre 2001 y 2016 que fue de cerca de 90 000 millones de dólares, la destinada a Colombia, que figura de penúltimo lugar entre 14 países, apenas cuenta con un rubro marginal de USD 1 852, que se compara muy por debajo de los USD 54 859 millones de Brasil, primer lugar de destino de la inversión.
Si se va a hablar de economía política y de comercio exterior, habrá que recordar la frase que tenían como lema los asesores de Clinton en la campaña por la presidencia:
It is the economy, asshole.
Es la economía, no seamos tan ingenuos.
De ahí que, en la parte final del libro, Ricardo Mosquera Mesa vuelva a un clamor que ya es en su serie de libros y de políticas públicas un ritornelo tozudo: sin investigación científica y desarrollo quedaremos como decía Salvador Camacho Roldán; rezagados y medio muertos en la carrera por la supervivencia entre las naciones.
El querido amigo es muy prudente en sus juicios. Jamás aventura un denuesto. Ojalá todos tuviéramos tal temple. Por mi parte, adentrado como estoy en los portales de mi tiempo, es decir en los umbrales de la verdad, no dejo de manifestar muchas preocupaciones ante los nuevos entusiasmos que despiertan en algunos la convocatoria a otra Comisión de Sabios y el anuncio de la creación de un Ministerio de Ciencia y Tecnología.
Al repasar tantos volúmenes de la primera misión de Sabios y otros de misiones paralelas, como la de Ciencia y Tecnología dirigida con gran tino por el colega y amigo común de Ricardo y mi persona, Gabriel Misas a finales de los 80, o la Misión de Modernización de la Universidad Pública a mediados de los 90, uno se pregunta: ¿qué quedó de todo aquello salvo papel impreso? Yo me avergüenzo cuando recuerdo que en el Plan de Cambio con Equidad fijamos una meta de inversión en ciencia y tecnología de 0.4 % del PIB, algo de lo cual estamos todavía bien lejos y ello a distancia de poco más o menos los mismos años que le ha tomado a China elevar dicha inversión a un poco más del 2 %. En cuanto al Ministerio de Ciencia y Tecnología, mucho me temo que sirva como fetiche, tal como creo que ocurrió con la flamante creación del Ministerio de Cultura. O que se sume a la preocupación expresada por Ricardo de la tendencia al aumento de los gastos corrientes en detrimento de los dineros de inversión, más ahora cuando el Departamento Nacional de Planeación corre el riesgo de convertirse en una dependencia de caja menor del Ministerio de Hacienda.
¿No son todos estos rituales los que nos han separado de ese nuevo orden mundial que amanece en la potencia de China urdido en tan solo cuarenta años, más la tragicomedia de las violencias de distintos signos que a nombre del orden o de la revolución nos hacen rondar en torno a los desastres?
Es el sentido que me ha llevado en un rapto de honradez a titular estas divagaciones con aquello que propone una lectura seria del libro del querido amigo Ricardo Mosquera Mesa: Es la economía, no seamos tan ilusos.
Gabriel Restrepo
Escritor y sociólogo
Seminario San José Obrero, municipio de Arauquita,
24 a 28 de agosto de 2019
A MANERA DE PRÓLOGO
Dios quiso poner su trono/ en una parte del mundo/
y después de buscar mucho/ pensó en mi Huila querido,
en mi tierra se quedó/ y pensando en el futuro
nos legó a San Agustín/ con su misterio profundo.
(Mi Huila, Oswaldo Collazos)
Esta composición musical nos llega a los huilenses muy hondo puesto que el Creador busca un lugar para gobernar el mundo y fija en el Huila su trono, pero como tiene que pensar en el más allá, lo acompaña con el misterio que encarna esa gran cultura agustiniana que se remonta al periodo Arcaico (4000 a. C. - 1000 a. C.), es decir, mucho antes de Adán y Eva, padres de la humanidad en la concepción cristiana. Por mi mente de bachiller del Colegio Nacional Santa Librada, surgen interrogantes respecto