Diplomática episcopal. Mª Milagros Cárcel Ortí
cuidar directamente las necesidades espirituales del pueblo y coordinar las actividades del clero.
Otro aspecto importante de la organización de la nueva diócesis fue el económico.9 Don Jaime se había comprometido en las Cortes de Monzón a financiarla convenientemente, pero sus promesas no fueron mantenidas porque las campañas militares hacia el sur le ocasionaron enormes gastos, y por ello el papa Gregorio IX le llamó solemnemente la atención. El monarca, en 1241, ante las insistencias del clero, aumentó la ayuda, que al principio había sido muy escasa, y dotó debidamente al cabildo catedral, repleto de canónigos adictos a su persona para evitar futuros conflictos. A pesar de estas dificultades iniciales, pasados cuarenta años, las finanzas de la catedral y diócesis eran bastante sólidas, de modo que Jaime II pudo informar a Roma diciendo que la diócesis de Valencia era tan rica como la de Tortosa.
También fue un buen método de financiación la administración e inversión de posesiones y fincas procedentes de donaciones, legados, herencias, etc., aunque a veces este tipo de actividades era contrario a la legislación civil y en concreto a una constitución de 1240 que prohibía a la diócesis heredar o adquirir tierras. Esto habría reducido sus posibilidades económicas, pero el clero se opuso a tan gravosa limitación, que el mismo rey no había conseguido imponer a otras diócesis más antiguas.
No sabemos cuántas posesiones tuvo la diócesis a raíz de la restauración. Cierto es que estas las recibió por diversos conductos y aun cuando muchas de las adquisiciones fueron de pequeña cuantía, una acertada administración permitió ampliar el patrimonio inicial. Los documentos de la época son muy heterogéneos y no ofrecen una visión global del tema. Pero la razón fundamental de la solidez económica de la Iglesia valentina desde sus comienzos fueron los diezmos, que recaudaba la diócesis, y las primicias, reservadas a las parroquias. Fue un sistema decisivo en los primeros años, cuando tan restringida estuvo la adquisición de propiedad individual, porque el diezmo era un impuesto al ingreso de 10 % o menos, aplicable por ley, que afectaba ante todo a las actividades relacionadas con la agricultura, ganadería, pesca y menos al comercio y a la industria.
La inmensa tarea de reorganización eclesiástica iniciada con la creación de parroquias en la ciudad y diócesis y con los nombramientos de párrocos o rectores fue promovida desde el principio por los obispos, supremos responsables de la cura pastoral.
Cinco prelados cubren este periodo de sesenta años, de cuya intensa actividad al frente del gobierno de la diócesis dan cuenta unos 200 documentos en pergamino que se han conservado, la mayoría traslados notariales de épocas inmediatamente posteriores, copias en el Liber instrumentorum omnium Episcopi et Ecclesiae Valentinae y algunos originales, todos ellos actualmente en el Archivo de la Catedral de Valencia. Estos son los prelados de los que hablamos: Ferrer de Pallarés (1240-1243), Arnau de Peralta (1243-1248), Andreu d’Albalat (1248-1276), Jaspert de Botonach (1276-1288) y Ramon Despont (1289-1312).
Ferrer de Pallarés (1240-1243)
Dilucidada la contienda entre Toledo y Tarragona, fue elegido obispo de la diócesis de Valencia Ferrer de Pallarés, paborde y arcediano de Tarragona. Sentó las bases de la curia episcopal con la ayuda económica del monarca y con otros recursos que procuró. Resolvió los primeros pleitos, dividió la diócesis en dos arcedianatos –Xàtiva y Valencia– y dio normas litúrgicas. Toleró que don Jaime retuviese las rentas de propiedad de las mezquitas y todos los diezmos, contentándose con un tercio, lo cual equivalía a concederle un tercio de los ingresos que él necesitaba para organizar la diócesis.
Cedió a los caballeros del Santo Sepulcro la parroquia de San Bartolomé, antes mezquita, una de las diez que convirtiera en iglesias dicho prelado. Supo defender los derechos primiciales de las parroquias de Cullera, Silla, Torrent, Montroi y otras contra el castellán de Amposta don Hugo de Folcalquer y los caballeros hospitalarios de Jerusalén, quienes porque poseían por privilegio real el señorío de dichos lugares se creían con derecho a sus diezmos y primicias, pleito que por arbitraje resolvió su sucesor.10
Arnau de Peralta (1243-1248)
Aragonés, de noble linaje y arcediano de Lleida, sucedió al obispo Ferrer. Posesionado de su sede y enterado de las mezquinas rentas de que podía disponer su iglesia, trató enseguida de aumentarlas para poder afrontar todas las dificultades que se presentasen en la creación de iglesias en los nuevos territorios de la diócesis, que de continuo se conquistaban.
Litigó con Jaime I defendiendo la dotación de la catedral, reducida a la tercera parte por arreglo del rey con el obispo anterior, y logró que, para acallarle, cediese la mitad de Puçol en 1243; pero no satisfecho el prelado, siguió pleiteando durante todo su pontificado.
La escasez de clero indujo al obispo y cabildo a ofrecer prerrogativas y concesiones a las órdenes religiosas, tales como a los canónigos y hermanos hospitalarios de Roncesvalles, a quienes se hizo donación de las iglesias de Santa Cruz, de Valencia y de Puçol, en 1243, y a los dominicos, a los que se les concedió la facultad de enterrar en su cementerio a cuantos lo deseasen y de percibir los legados que se les hicieren, así como a los curas de Valencia.11
El obispo y el cabildo también procuraron aumentar las rentas eclesiásticas, no solo de la mensa episcopal y de la corporación capitular sino también de las demás iglesias de la diócesis. Para ello establecieron censos, firmaron concambios de mezquitas y cementerios improductivos con casas y heredades en plena producción, concedieron infeudaciones y convinieron arreglos y procedimientos para que la recolección de las décimas se hiciera con el mayor provecho. Sobre esto último se celebró un acuerdo entre el obispo y el cabildo, del que nacieron las preposituras o pabordías, en número de doce, entre las que se repartieron todos los bienes del cabildo, estimándose el valor de cada una en 800 sueldos.12
Andreu d’Albalat (1248-1276)
Su pontificado –de veintisiete años y cuatro meses– ha sido de los más largos de nuestra diócesis. Tan solo hacía once años que era Iglesia la diócesis de Valencia cuando entró a gobernarla y ya le tenían usurpados los laicos la mayor parte de sus bienes, y como se resistían a pagar los debidos diezmos y primicias tuvo muchos debates con los ricos hombres, caballeros, ciudadanos y demás vecinos de la ciudad y diócesis, y suplicó al rey que sentenciase esta causa antes de partir de la diócesis.
Instituyó la dignidad de deán. Para el más exacto cobro de las rentas de la catedral instituyó doce nuevas pabordías, según los doce meses. Creó doce canonjías para la mayor majestad del culto, y a sus instancias, en 1269, el rey don Jaime eximió de tributos los frutos pertenecientes a prelado y cabildo y completó la dotación catedralicia.13
Jaspert de Botonach (1276-1288)
Natural de Girona, sacrista de la catedral de dicha ciudad y abad de San Félix, sostuvo y resolvió durante su pontificado numerosas cuestiones e incidentes entre nuestra diócesis y las iglesias de Segorbe y Albarracín. Instituyó los arcedianatos de Alzira y Morvedre con las primicias de dichos lugares y otros emolumentos que permitiesen a sus poseedores el correspondiente decoro. Fueron aumentados a veinte los canónigos, que antes eran quince, y redotó asimismo la dignidad de deán.14
Ramon Despont (1289-1312)
Natural de la villa de Fraga y religioso de la orden de Santo Domingo, fue auditor de la Rota Romana, gobernador de la Marca de Ancona y canciller, consejero y familiar de Pedro III de Aragón. Figura eminente del episcopado valentino, y de singular prestigio como estadista, teólogo, canonista y jurisconsulto, gozó de gran influencia en la Curia Romana y en la Corona de Aragón.15
LA CANCILLERÍA EPISCOPAL
En la diócesis de Valencia, durante la segunda mitad del siglo XIII, no se puede hablar todavía de una cancillería episcopal –ni siquiera encontramos la voz cancellarius para el regente de esta– totalmente consolidada, como ocurre en otras diócesis que sí lo estaban desde épocas anteriores,16 sino más bien al contrario, de una incipiente organización cancilleresca –la curia domini episcopi– en la que el cabildo catedral juega un papel importante en