Conflicto armado y organización campesina. Raquel Méndez
2018).
Dos años después, entre julio y octubre de 1998, se efectuó el éxodo campesino a Barrancabermeja. Esta movilización se dio ante el incumplimiento por parte del Gobierno de los acuerdos firmados en 1996, especialmente en relación con la violación de los derechos humanos, ya que el conflicto se había intensificado en las zonas rurales de Yondó, Remedios y Cantagallo, y se había extendido a las comunidades campesinas de San Pablo, Santa Rosa del Sur y Simití. El éxodo permaneció durante el cambio de gobierno de Ernesto Samper Pizano (1994-1998) al de Andrés Pastrana Arango (1998-2002). Este último, ante la fuerza de la movilización campesina, se hizo presente para la firma de los acuerdos en Barrancabermeja el 4 de octubre de 1998: un acto que será recordado como la primera vez en la historia de la región del Magdalena Medio que un presidente de la República firma directamente un acuerdo con los campesinos (León, D. Entrevista 20 con líder de la ACVC. 25 de febrero, 2017).
Retrospectivamente, estos acontecimientos fueron claves para la génesis de la ACVC, porque evidenciaron, al igual que en otras movilizaciones en distintas partes del país9, la falta de políticas y programas que atendieran en el largo plazo las necesidades básicas de la población rural en las zonas de colonización. Las marchas además ponían en evidencia las acciones violentas contra los campesinos realizadas por los paramilitares; entre ellas, la quema por segunda vez de la sede de la Cooperativa de Pequeños y Medianos Agricultores de Antioquia (Coopemantioquia), en el caserío Puerto Nuevo, a orillas del río Ité (1986-1996); la masacre paramilitar en Barrancabermeja, en mayo de 199810, y la estigmatización de los campesinos por parte de sectores castrenses señalándolos como «guerrilleros» o «auxiliadores de la guerrilla». Por último, las marchas dieron cuenta de los impactos de la política de fumigaciones sobre los territorios campesinos, el acceso y gestión de los bienes comunes: agua, suelo, bosques y biodiversidad.
Esta estrategia militar ejerció una fuerte presión sobre los campesinos y campesinas del valle del río Cimitarra, quienes recurrieron a diferentes estrategias para protegerse del conflicto armado y elaborar proyectos que contribuyeran al fortalecimiento del territorio y la economía campesina. Por ello, los campesinos se organizaron en juntas de acción comunal desde donde lideraron y organizaron la movilización de las dos marchas y la creación de una organización de segundo nivel que denominaron Asociación Campesina del valle del río Cimitarra. Es así como, en medio de las movilizaciones, realizaron un fuerte trabajo de base, trazaron un plan de acción con énfasis en la formación y amparo de los derechos humanos11, y formularon además una propuesta, siguiendo la Ley 164 de 1994, de una zona de reserva campesina. Por cierto, para la memoria de los campesinos que hacen parte de la asociación, las movilizaciones campesinas de 1996 y 1998 no pueden entenderse desligadas de otras movilizaciones y acciones colectivas. En esa perspectiva, están presentes otras coyunturas de orden regional y nacional que jugaron un papel fundamental en la formación de líderes y la creación de una organización que acogiera y dirigiera el interés colectivo de las juntas. Así lo recuerdan sus dirigentes:
… es importante echarnos un poquito para atrás ¿no?, en 1985 fue cuando se consolida el proceso de Belisario Betancur de la UP. Ya ahí pues hay líderes que hoy hacen parte de la ACVC haciendo un papel importante. Está lo de la marcha que hubo en Cartagena, que acá desde el sur de Bolívar fue en 1984, la toma de Cartagena. De ahí parte mucho lo del tema organizativo: que es importante organizarnos acá en las veredas para seguirle saliendo al Gobierno nacional, y por eso de ahí nacen entonces unos acuerdos con el Gobierno nacional que son incumplidos, y entonces se siguen programando movilizaciones de personas del Magdalena Medio, que termina esa fase en 1996, cuando las grandes movilizaciones, y entonces se decide buscar una organización interlocutora entre el Gobierno nacional y las comunidades, y de ahí es donde se decide que entonces se crea la ACVC (GPAD, Taller colectivo1, sur de Bolívar, ACVC, 2017).
La ACVC se constituyó, en ese momento, en una de las organizaciones campesinas de la región cuya territorialidad se fue extendiendo de norte a sur por el valle del río Cimitarra. En ese sentido, la realización de las dos movilizaciones antes mencionadas (1996-1998) y la creación de la asociación fueron parte de los desafíos que los campesinos venían encarando desde finales de la década de los setenta, como una forma de ejercer la demanda de derechos sociales, cívicos, políticos y económicos, así como de reafirmar su condición de actor dentro de la ley y la lucha por sus derechos campesinos.
Río abajo y río arriba
Las tierras baldías en el valle del río Cimitarra fueron refugio y alternativa para muchos campesinos que migraron de antiguas zonas de poblamiento, en un proceso que empieza en 1950 y se fue intensificando en las tres últimas décadas del siglo XX. Esto se tradujo en la formación de diferentes focos de colonización campesina donde se reunieron conocidos y desconocidos sustentados en los recursos naturales, los conocimientos y la herencia cultural de sus lugares de origen. Con ello, boyacenses, tolimenses, santandereanos, antioqueños, chocoanos y caribeños, entre otros, llegaron para quedarse y, aún en medio de condiciones difíciles, se aferraron a una tierra con un gran potencial de producción, rica en madera y agua.
El valle del río Cimitarra es una región que se circunscribe a la influencia de las más diversas problemáticas propias del Magdalena Medio relacionadas con la represión a la protesta social y las luchas de los múltiples movimientos sociales que allí confluyen, donde el circuito Yondó, Cantagallo, San Pablo, Remedios y Segovia es epicentro de disputa permanente por parte de los actores armados ilegales, ante la ausencia del Estado. En efecto, la región del Magdalena Medio es uno de los espacios geográficos y sociales del territorio colombiano donde convergen el conflicto armado y otros procesos históricos que le son afines, se trata de una región determinada también por el conflicto agrario y su violenta intensidad en las zonas de colonización, desplazamiento y recolonización. Aunque no sea oficialmente una unidad territorial político-administrativa, esta región12 comprende a los municipios ribereños del río Magdalena, desde La Dorada (Caldas) y Puerto Salgar (Cundinamarca) al sur; hasta Gamarra al norte, en el departamento del Cesar (Alonso, 1992). Vale la pena reiterar que este espacio histórico-cultural se definió al margen del Estado por quienes intentaron controlar sus recursos naturales, y que es vista por el Estado como un espacio de otredad, periférico, marginal y de frontera (Alonso, 1992).
Ahora bien, en la memoria colectiva de los campesinos el Magdalena Medio ha quedado marcado por la coexistencia de diversos actores, desde empresas petroleras, madereras, ganaderos y palmeros, hasta trabajadores dedicados a la actividad minera o migrantes temporales o definitivos relacionados con los cultivos de coca. Esto ha generado flujos de entrada y salida de gentes, creación de circuitos comerciales y vías de acceso a la zona. Así, las tierras de colonización se convirtieron en foco de disputa por la tierra y de tensiones sociales, políticas y económicas presentes en todos los actores de la región. Uno de los campesinos retrata esta situación al referirse a la dinámica de las empresas petroleras y la explotación de madera:
… lo que yo quiero contarle es que en ese entonces había dificultades: no había vías, no entraba sino un ramal de carretera que había hecho la Shell-Cóndor, que fue la empresa que vino a explorar petróleo en lo que hoy es el territorio de Yondó [...] entonces esa disputa era como una disputa también territorial [...] pero cuando ya nosotros empezamos la creación del municipio de Yondó (1979), ahí ya los intereses eran por el hidrocarburo; entonces de Ecopetrol empiezan a traer concesionarias, a seguir explorando petróleo, pero en la colonización estábamos por el interés de las maderas y el aporte que hacíamos era la agricultura, con el arroz, pero entonces ahí ya empezó a trabajase sobre la pequeña ganadería (León, D. Entrevista 4 con líder de la ACVC. 5 de septiembre, 2017).
Entre los árboles de mayor renombre y más buscados para la madera figuraban el abarco, guayacán, ceiba amarilla, ceiba tolúa, canelo, caracolí y perillo, entre otros. Algunas de estas especies nativas fueron explotadas para obras de infraestructura en el ámbito nacional o llevadas rumbo a los puertos del Caribe y comercializadas para diversos usos:
Mi primo había llegado aquí a este territorio; venía del Carare más bien como detrás de las maderas. Él trabajaba con madera; cortando madera, cuando eso el aserrío era el serrucho; una pareja cortaba los árboles, los entablaban y los volvían bloques