El bautismo del diablo. Clifford Goldstein
de acuerdo con Kant, el verdadero conocimiento del mundo en sí mismo y de sí mismo, el árbol, la habitación, el fósil, es imposible. “La pregunta ‘¿Qué objetos se consideran cosas en sí mismos?’ continúa sin respuesta incluso después de minucioso examen del mundo fenomenal”.107 Esto es, sin importar cuánto estudiemos el mundo de nuestras experiencias, nunca podemos ir más allá de esas experiencias al mundo como es en sí mismo.
Alfred North Whitehead escribió: “Por consiguiente, la naturaleza obtiene crédito que, en realidad, debería estar reservado para nosotros mismos: la rosa para su aroma, el ruiseñor para su canto, y el sol para su brillo. Los poetas están totalmente equivocados. Deberían dirigir sus letras a ellos mismos y deberían convertirlas en odas de autoalabanza por la excelencia de la mente humana. La naturaleza es un asunto aburrido, sin sonido, sin aroma, sin color; meramente la circulación de material, infinitamente, sin sentido”.108
Aun así, permanece la pregunta: ¿Cómo nos retiramos de nuestros ojos u oídos o piel o boca o nariz para experimentar estímulos fuera de la manera en que estos tejidos –con sus diversas células, químicos y terminaciones nerviosas– responden a estímulos externos? En un nivel, todo lo que experimentamos es simplemente biología; incluso cuando los científicos hacen ciencia, es la biología trabajando. “Me gustaría señalar”, escribió Bas C. van Fraassen, “que la ciencia es un fenómeno biológico, una actividad por un tipo de organismo que facilita su interacción con el ambiente”.109
Nuestro único contacto con el mundo exterior es a través de los tejidos que forman nuestros receptores sensoriales y la biología que funciona en ellos. No es razonable asumir que, si estos tejidos estuvieran construidos de manera diferente y si su funcionamiento biológico fuera diferente, entonces, la manera en que interactúan con el mundo también sería diferente. Eso significa que nos darían una concepción del mundo diferente de la que nos dan ahora (piense en los anteojos rojos y azules).
Es por eso que, incluso hoy en día, este tema continúa siendo uno de los varios problemas no resueltos en relación con la diferencia entre lo que la gente cree que la ciencia nos revela y lo que realmente revela. Se supone que la ciencia nos debe decir lo que realmente existe, en contraste con cómo parece eso que existe frente a nosotros.
¿Puede?
Thomas Nagel escribió: “La ciencia física es, después de todo, solo una operación de nuestras mentes, y no tenemos razón para asumir que sus capacidades, destacables como lo son, se correlacionan plenamente con la realidad”.110
En un libro sobre el gran debate que aún no tiene solución sobre qué es realmente el color, M. Chirimuuta escribió: “Ser un realista del color es sostener que los colores son propiedades independientes del receptor, que son exhibidos en la superficie de las cosas, ya sea que haya alguien allí para verlo o no. Lo que el realista niega es que el color es de alguna forma un resultado de la actividad neuronal [...]. Los científicos de la visión han declarado que el color es identificable con estados del cerebro, o que se crea o construye en el cerebro”.111
¿Existe realmente el color o será que el color es simplemente un producto de la mente que responde a lo que ve? Para aquellos a quienes les interesa este asunto, permanece sin respuesta; al igual que muchas preguntas sobre qué puede o no revelarnos la ciencia sobre la realidad. Y si aún hay una multitud de preguntas sobre el color rojo, por ejemplo, ¿cuán dogmáticamente deberíamos aceptar lo que la ciencia nos dice sobre cómo se supone que evolucionaron las tortugas sus caparazones hace millones de años? Y si somos limitados en lo que podemos saber sobre el color rojo o sobre los caparazones de tortugas que existen hoy, ¿con cuánta seriedad deberíamos tomar lo que declaran los evolucionistas sobre cómo se supone que eran los caparazones de las tortugas hace millones de años?
Objeto X
Al contrario de la opinión popular, las controversias en la ciencia no son solamente sobre la veracidad o la falsedad de declaraciones científicas específicas: ¿La luz es una onda o una partícula? ¿Las vacunas causan autismo? La grasa, ¿es buena o mala para nosotros? ¿Existen los universos paralelos? ¿Fue un meteorito lo que mató a los dinosaurios? Estos asuntos van mucho más allá de una teoría; llegan hasta el concepto de teoría en sí mismo. La pregunta no es tanto sobre si una teoría específica es verdadera o falsa (aunque esto sí entra en juego), sino sobre lo que significa decir que una teoría científica es verdadera o falsa, o si siquiera es posible saber con algo de certeza si una teoría es o no es verdad.
“Uno de los debates más vivos y persistentes de la filosofía de la ciencia del siglo XX es el que hay entre empiristas y realistas con respecto al estado de las teorías científicas. ¿Debemos entender las teorías científicas como algo que ofrece (o, al menos, intenta ofrecer) un informe verdadero del mundo? Y, si aceptamos las teorías científicas como verdaderas, ¿deberíamos creer que las entidades que parecen postular realmente existen?”,112 escribieron Martin Curd y J. A. Cover.
Las teorías científicas ¿son entendidas como algo que ofrece “un relato verdadero del mundo?”. ¿Qué tipo de pregunta es esta? ¿No se supone que el verdadero punto de las teorías científicas es ofrecer un relato verdadero del mundo? ¿Cuál es el propósito de la ciencia, si hiciera otra cosa? ¿Qué tan buena es una teoría científica que ofrece un falso relato del mundo?
Y si aceptamos una teoría como verdadera, “¿deberíamos creer que las entidades que parecen postular realmente existen?” ¿Qué clase de pregunta es esa? Si se cree que una teoría sobre un objeto X es verdadera, ¿no se asume automáticamente que ese objeto X existe? ¿Cuál es el sentido de siquiera hablar sobre un objeto X, si no creemos que ese objeto X exista?
Las teorías científicas aceptadas ¿son verdaderas? ¿Existirán realmente las entidades que la ciencia dice que existen?
Temas básicos como estos continúan siendo ampliamente debatidos y no tienen respuestas fáciles.
Por esta razón, entre otras (las cuales El bautismo del diablo explorará), los cristianos no deberían estar tan listos para arrojar sus armas y levantar sus brazos en señal de rendición ante cualquier declaración que formule la ciencia; en especial con respecto a los orígenes, donde las declaraciones de la ciencia sobre una realidad, que solo suponen que existe, claramente contradice lo manifestado en la Palabra de Dios.
76 Clifford Goldstein, “The Room and the Light”, Adventist Review, 15 de septiembre de 2011, p. 17.
77 Edwin A. Abbott, Flatland: A Romance of Many Dimensions (Mineola, Nueva York: Dover, 1992), p. 3.
78 Feyerabend, Against Method, p. 22 (cursiva original).
79 Nagel, The View From Nowhere, edición Kindle, cap. 1.
80 “How Science Goes Wrong” The Economist, 21 de octubre de 2013, https://www.economist.com/news/leaders/21588069-scientiflc-research-has-changed-world-now-it-needs-change-itself-how-science-goes-wrong.
81 Ibíd.
82 Por ejemplo, cuando la industria