Daniel. Una guía para el estudioso. William H. Shea

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Jerusalén en el 165 a.C., durante el tiempo de Antíoco IV Epífanes, un rey de Siria de origen griego. Siendo que Antíoco IV persiguió a los judíos e interrumpió los servicios religiosos en el templo, es por eso que se cree que mucho de la profecía de Daniel se enfoca en aquél y en sus actividades persecutorias. Por lo tanto, estos eruditos argumentan que las supuestas profecías de Daniel son en realidad historia escrita en forma de profecía. Esto es, un escritor del siglo segundo a.C. basó su material en sucesos contemporáneos que estaban ocurriendo en torno suyo, pero los presentó en forma de profecías que simulaban haber sido escritas en el siglo sexto a.C. para predecir estos sucesos.

      Y si el escritor de Daniel en realidad vivió en el siglo segundo a.C., naturalmente no habría sido capaz de presentar la historia babilónica del siglo sexto a.C. sin cometer errores. Por lo tanto, de acuerdo con este argumento, las imprecisiones en la historia de Babilonia y el siglo sexto a.C. son prueba de la autoría tardía del libro y de la falta de un elemento predictivo verdadero en las profecías.

      Vayamos, entonces, a los cinco ejemplos más destacados que han sido citados como imprecisiones históricas en el libro de Daniel. ¿Cuál es la evidencia? ¿Son estos en verdad errores históricos, o malentendidos de parte de los críticos?

      LA FECHA EN DANIEL 1:1

      Daniel 1:1 da como fecha del primer sitio de Jerusalén por Nabucodonosor como “el año tercero del reinado de Joacim rey de Judá”. Los eruditos críticos argumentan que la fecha correcta es, en realidad, el año cuarto de Joacim, o el 605 a.C., cuando se lo correlaciona con los eventos descritos en las propias crónicas de Nabucodonosor.

      La secuencia de eventos sería así: Josías, rey de Judá, murió cuando salió a pelear contra el Faraón Necao, en Meguido, en el verano del año 609 a.C., cuando el gobernante egipcio iba en ruta hacia el norte a pelear contra los babilonios (véase 2 Reyes 23:29 RVR 1995). Se puede obtener una fecha exacta de esta campaña de Necao a partir de la Crónica Babilónica, que es el registro oficial de los primeros once años del reinado de Nabucodonosor. De regreso del norte de Siria en el otoño de ese mismo año, Necao depuso a Joacaz rey de Judá y lo llevó a Egipto (véase 2 Reyes 23:33-35). En su lugar, fue instalado Joacim como rey (versículo 34).

      Así, si uno interpreta esta fecha según el principio de interpretación del año ascensional y el calendario judío (de otoño a otoño), la fecha cae correctamente como el año judío de otoño a otoño de 606/605 a.C., el cual es históricamente exacto.

      BELSASAR COMO REY DE BABILONIA

      Otra crítica de los episodios históricos en el libro de Daniel se centra en torno a la figura de Belsasar en el capítulo 5. Está claro a partir de varias fuentes históricas que el último rey del Imperio Neobabilónico fue Nabonido, no Belsasar. Sin embargo, Daniel 5 presenta a Belsasar como el rey que estaba en el palacio de Babilonia la noche cuando la ciudad cayó en manos de los persas.

      El conocimiento acerca de la existencia de Belsasar estuvo perdido desde el tiempo del mundo antiguo hasta el año 1861 d.C. Durante esos años, era desconocido según las fuentes históricas primarias, y se presentaron varias teorías acerca de su identidad, especialmente durante los siglos 18 y 19 d.C. En 1861, se publicó la primera tabla cuneiforme que menciona a Belsasar por nombre. Veinte años después, se publicó la Crónica de Nabonido; ésta contaba de una serie de años durante los cuales Belsasar administraba asuntos gubernamentales en Babilonia mientras su padre Nabonido estaba en Arabia. Finalmente, en 1924, otro texto cuneiforme fue publicado, ahora llamado “Relato en verso sobre Nabonido”. Este relato cuenta, entre otras cosas, que cuando Nabonido se fue de Babilonia, “le confió el reino” a su hijo Belsasar. De la misma manera, se ha descubierto en años recientes una serie de tablillas interconectadas que revelan el rol que Belsasar jugó en los eventos políticos y militares de Babilonia en el siglo sexto a.C.

      Sobre este punto, los críticos de la historia de Daniel han tenido que batirse en retirada. Uno de ellos escribió con todo candor: “Seguramente, nunca sabremos cómo el autor del libro de Daniel supo de estos eventos”. En realidad, es fácil de entender cuando uno toma en consideración la evidencia del libro mismo. La respuesta es que Daniel estaba allí, en el escenario histórico como testigo ocular.

      Algunos críticos, tratando aún de rescatar algo de credibilidad de este giro de eventos, han explotado otro aspecto de este problema. Se han dado cuenta de que no hay una tablilla babilónica específica que refiera directamente a Belsasar como rey. Esta observación es correcta hasta cierto punto. Pero, ¿qué debemos entender cuando leemos en el “Relato en verso de Nabonido” que a Belsasar se “le confió el reino”?

      Cualquier hebreo que haya salido del ambiente político donde Daniel se hallaba habría estado bien consciente de la práctica de la corregencia. David puso a Salomón sobre el trono junto con él de modo que hubo dos reyes gobernando a Israel por un tiempo. Esto también ocurrió de nuevo en varias ocasiones en la historia de Israel. Daniel, por lo tanto, sencillamente hizo referencia a Belsasar como “rey” porque él ocupaba esa posición y fungía como rey. Daniel estaba históricamente en lo correcto porque sabía quién estaba gobernando en Babilonia mientras Nabonido se hallaba fuera de la capital por diez años.

      Hay un detalle pequeño pero importante en Daniel 5 que da evidencias de cuán exacto era el conocimiento de Daniel respecto de Belsasar y su destino. Daniel nos dice quién se encontraba en el palacio en la ciudad esa noche y quién no. Belsasar estaba ahí, pero Nabonido, el rey principal, no estaba. Este detalle es algo que habría conocido solo un testigo de aquellos eventos en el siglo sexto a.C. Un escritor en el siglo segundo a.C. bien podría haber cometido el error de poner a Nabonido, el último rey principal, en el palacio aquella noche. Pero Daniel no cometió ese error, y la Crónica de Nabonido nos dice dónde estaba Nabonido. Él había llevado consigo una división del ejército babilónico al río Tigris para pelear contra Ciro y sus tropas, quienes se aproximaban por el oriente. Belsasar quedó en la ciudad con la otra división para protegerla. El escritor del libro de Daniel sabía que Belsasar estaba en la ciudad la noche que fue conquistada, y no hace mención de Nabonido por la obvia razón de que éste se encontraba en otra parte. Este pequeño y aparentemente insignificante detalle revela cuán preciso fue el registro de Daniel en el caso de Belsasar.

      EL REINO MEDO

      Durante siglos, los intérpretes ortodoxos del libro de Daniel han visto la secuencia cuádruple de reinos en los capítulos 2 y 7 como una representación de Babilonia, Medo-Persia, Grecia, y Roma. Siendo que el libro de Daniel menciona un rey llamado Darío el Medo (ver Dan. 11:1), los eruditos críticos han argumentado que el escritor de Daniel pensó que había un reino medo independiente después del reino babilónico. Por lo tanto, consideraban que, con base en la evidencia del libro mismo, la secuencia debería ser reducida a Babilonia, Media, Persia, y Grecia. De esta forma, la serie termina no con Roma, sino con Antíoco Epífanes, quien procedía del periodo griego. Esto, afirman tales críticos, es consistente con lo que escribiría un autor del siglo segundo a.C., pero es un error histórico hablar de un reino medo separado después del periodo babilónico.

      Sí hubo un reino medo separado en los siglos noveno, octavo y séptimo a.C. Eso es algo bien sabido y no representa ningún problema. Pero los críticos están en lo cierto en que sería un error histórico insertar un reino medo independiente en esta secuencia después del 539 a.C., cuando cayera el reino babilónico. Los medos habían sido conquistados por los persas más temprano


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