Daniel. Una guía para el estudioso. William H. Shea
Él y su ciudad cayeron esa noche ante los conquistadores persas.
Por lo tanto, las narraciones de la sección aramea e histórica del libro de Daniel pueden alinearse en pares temáticos bajo el siguiente bosquejo:
A. Daniel 2: profecía sobre el levantamiento y la caída de reinos.
B. Daniel 3: narración acerca de la persecución de los amigos de Daniel.
C. Daniel 4: profecía sobre la caída y el levantamiento del rey Nabucodonosor.
C. Daniel 5: profecía sobre la caída del rey Belsasar.
B. Daniel 6: narración acerca de la persecución de Daniel.
A. Daniel 7: profecía sobre el levantamiento y la caída de reinos.
Tal bosquejo es como una escalera con escalones por ambos lados, en la cual uno asciende en el mismo orden en que desciende los escalones por el otro lado, A: B: C: C: B: A. El nombre técnico para este orden de escritura es quiasmo. Esta palabra proviene del nombre de la letra griega chi, que se parece a una X. La idea es que el bosquejo procede hacia arriba por una pierna de esta X y luego desciende en el orden inverso por el otro lado. Es una organización basada en la inversión o en una imagen de espejo. Lo que tenemos aquí en el libro de Daniel es un quiasmo relativamente simple basado en enlaces temáticos entre dos historias de naturaleza similar. Una mirada al bosquejo “quiástico” de arriba muestra que los capítulos 2 y 7 están temáticamente enlazados, como están los capítulos 3 y 6, y los capítulos 4 y 5. Esta clase de arreglo es relativamente común en el Antiguo Testamento, especialmente en los salmos, de modo que es evidente que la gente del tiempo de Daniel estaba plenamente consciente de este tipo de escritura.
¿Con qué propósito les servía, y qué valor tiene para nosotros hoy? Servía para varias funciones. Primero, era un recurso para facilitar la memorización. Tener que memorizar el contenido de estos seis capítulos de Daniel sería una tarea difícil. Sin embargo, es mucho más fácil recordar lo que cada capítulo trata una vez que se reconoce este orden inverso.
Segundo, esta clase de organización hace posible que se vean vínculos explicativos entre las narrativas enlazadas. Por ejemplo, muchos comentadores han reconocido que la profecía del capítulo 7 es una explicación adicional y más detallada de la profecía dada en el capítulo 2. Las dos profecías están relacionadas; no se refieren a periodos históricos distintos. La estructura literaria, entonces, se convierte simplemente en otra forma de reforzar ese vínculo.
Tercero, hay una cuestión estética. Es bueno reconocer que la Biblia nos habla de muchas maneras y culturas diferentes. Pero es bueno también darse cuenta de que hay una belleza literaria en estas expresiones. Reconocemos la belleza literaria de algunos salmos. ¿Por qué no reconocer la belleza literaria de algunas porciones bíblicas de prosa, tales como estos capítulos en Daniel? Daniel no es la obra pequeña e insignificante de un editor cualquiera; es la obra, bajo la dirección de Dios, de un artista literario, y necesitamos reconocer esa habilidad.
Finalmente, esta estructura literaria enfatiza la unidad de esta sección de Daniel y de todo el libro. Estas narrativas han sido colocadas juntas precisamente en un orden específico, como los ladrillos que se usan para construir una chimenea. No se puede quitar ninguno de esos ladrillos sin que toda la estructura se derrumbe. Cada uno es vital para el orden y la relación. Los críticos literarios de Daniel han pasado este punto por alto. Han intentado separar el capítulo 7 del resto de los capítulos históricos. Para ellos, la profecía del capítulo 7 fue escrita alrededor del año 165 a.C., en el tiempo de Antíoco Epífanes, pero los capítulos históricos anteriores fueron escritos antes, dicen ellos, quizás en los siglos cuarto o tercero a.C. Pero estas narraciones, incrustadas como están en la arquitectura literaria, no pueden desmembrarse tan fácilmente. El capítulo 7 va con el capítulo 2; los dos forman un par. Y ese par constituye un marco alrededor de los otros cuatro capítulos que también forman parejas entre sí. De esta manera, los capítulos históricos forman una unidad, un paquete, y el hecho de que también todos fueron escritos en lengua aramea destaca ese punto. Hace un siglo y medio, los estudiosos que critican las fuentes del libro de Daniel lo han estado partiendo en piezas cada vez más pequeñas. Finalmente, una apreciación del arte y estructura literarios del libro ha demostrado cuán erróneo ha sido este enfoque. El libro de Daniel es una unidad literaria y, además, una pieza estéticamente atractiva.
Debido a esta estructura literaria única de la sección histórica de Daniel, estudiaremos estos capítulos según los pares a los que pertenecen.
1 La versión Reina-Valera 1960 dice en Jeremías 46:2 que era el cuarto año de Joacim.
Capítulo 2
Exiliado
Con excepción de una pequeña parte del primer capítulo, todo el libro de Daniel ocurre en Babilonia. Esto es así porque Daniel vivió allí la mayor parte de su vida adulta, y su vida fue bastante larga. La primera fecha en el libro, al comienzo del capítulo 1, es equivalente al año 605 a.C. de nuestro calendario. La última fecha, la fecha que acompaña la última profecía del libro (Dan. 10:1), equivale al año 536 a.C. Esto nos da un periodo de tiempo de casi setenta años que Daniel pasó en Babilonia. Durante la mayoría de este tiempo vivió bajo reyes neobabilónicos, pero sus últimos años los pasó bajo los reyes persas que conquistaron a Babilonia. Daniel probablemente murió después de recibir la última profecía registrada en su libro. De hecho, cuando el ángel Gabriel le dio esa profecía, pareciera haberle indicado a Daniel que pronto moriría.
Daniel estaba probablemente iniciando la vida adulta cuando fue llevado a Babilonia. Algunos han sugerido que tenía alrededor de 18 años de edad, una edad que sentaba bien con la política babilónica para escoger cautivos. Así, de los casi noventa años de vida de Daniel, aproximadamente los primero veinte los pasó en Judá y los últimos setenta en Babilonia. Vivir por tanto tiempo en Babilonia significó que Daniel estuvo muy bien relacionado con la ciudad y la nación, sus gobernantes y procedimientos en la corte. Daniel entró a la corte de Nabucodonosor poco después de su exilio y probablemente sirvió allí por mucho tiempo, dado que Nabucodonosor disfrutó de un extenso gobierno de cuarenta y tres años, y Daniel pareciera haber sostenido cargos importantes en el servicio público, por lo menos durante el periodo de vida de Nabucodonosor. Después de la muerte de Nabucodonosor, sin embargo, Daniel parece haber perdido el favor de los siguientes gobernantes de Babilonia. No fue sino hasta el último de éstos, Belsasar, que Daniel fue rehabilitado a su lugar original de prominencia, y eso por un breve tiempo. Pero su popularidad continuó incluso en el periodo persa, cuando también logró cierta prominencia, aunque al precio de dificultades considerables.
En tiempos buenos o malos, Daniel era un modelo de fidelidad y perseverancia. También era un modelo en su vida devocional constante y consagrada, si bien esto también representó un precio considerable para sí mismo. Daniel es, por lo tanto, un brillante ejemplo para nosotros de alguien que tuvo valor, lealtad a su Dios, perseverancia y una comunión viva con ese Dios. Dado que varias de sus profecías terminan con el tiempo del fin en el que ahora vivimos, el ejemplo de Daniel en estas áreas es un recordatorio excelente de que también nosotros debemos vivir para Dios a pesar de las circunstancias, buenas o malas, que podamos encontrar.
Como alguien que vivió en Babilonia por muchos años y que también trabajó en el centro del poder, Daniel obviamente la conocía muy bien. Los profetas de Dios pueden referirse al futuro distante en algunas ocasiones, como lo hiciera Daniel. Pero también hablaban a su propio tiempo y pueblo. Para Daniel, eso significó la Babilonia del siglo sexto a.C., y el pueblo de Dios que vivía en exilio allí. Es natural, por lo tanto, que Babilonia y su historia jugarían una parte prominente en las profecías que Dios le daría. Babilonia aparece en no menos de cuatro de las profecías que Dios le dio a Daniel, en los capítulos 2, 4, 5 y 7 del libro. Tener un conocimiento de Babilonia y su historia en los siglos sexto y séptimo a.C. debiera sernos de mucha utilidad, entonces, a fin de entender al profeta en el contexto del tiempo y lugar en los que vivió. Tal entendimiento sirve como un punto de partida