Daniel. Una guía para el estudioso. William H. Shea
identificó un reino de Media separado? No si partimos de la evidencia que el texto presenta. El carnero en la profecía del capítulo 8 se identifica en el versículo 20: “En cuanto al carnero que viste, que tenía dos cuernos, éstos son los reyes de Media y de Persia”. Este carnero simbólico único representaba el reino único de Medo-Persia.
La narración del capítulo 6 sostiene el mismo punto donde la ley dada por Darío se dice que era “conforme a la ley de Media y de Persia, la cual no puede ser abrogada” (vers. 12). Si Media y Persia eran reinos separados en ese momento, la referencia hubiera sido a “la ley de Media y la ley de Persia” en vez de “la ley de Media y de Persia”. Un solo código legal gobernaba a este reino doble.
La escritura en la pared en el capítulo 5:28 nos enseña la misma verdad, dado que el reino de Belsasar fue “roto, y dado a los medos y a los persas”. No hay base en el libro de Daniel para separar un reino medo individual. La secuencia debe continuar como ha sido interpretada: Babilonia, Medo-Persia, Grecia, y Roma.
DARÍO EL MEDO
La identidad de Darío el Medo aún es asunto de cierta discusión entre los eruditos conservadores que aceptan su existencia histórica. Este caso no es tan claro como el que tiene que ver con Belsasar. Se han mencionado varios candidatos como posibilidades, incluyendo dos reyes persas, dos reyes medos, y dos gobernadores persas. Estos serán discutidos con mayor detalle en el capítulo que trata sobre Daniel 6. Aquí necesitan mencionarse solo dos puntos.
Primero, sabemos que había un corregente en Babilonia durante el primer año de ocupación persa. Las tablillas comerciales cotidianas de Babilonia de aquel tiempo registran los nombres de los reyes y sus títulos, junto con fechas de los años de regencia de cada rey. Partiendo de estos documentos, es claro que Ciro no portaba el título de “Rey de Babilonia” para el primer año de la conquista persa; ninguna de las tablillas escritas en ese entonces le asigna este título.
Segundo, está el asunto de los nombres oficiales de los reyes. En los tiempos antiguos, los reyes comúnmente tenían nombres personales antes de ascender al trono; tras ascender al trono, asumían otro nombre oficial. Esto era muy común en Egipto, y ocasionalmente fue practicado en Israel. Azarías, quien también recibió el nombre de Uzías, es un ejemplo. Esta costumbre rara vez fue utilizada en Mesopotamia, pero quizás fue más común en Persia, según ciertos historiadores modernos. Por lo tanto, Darío, según se lo menciona en Daniel, bien pudo haber sido un nombre oficial, pero necesitamos ser más exactos en la identificación del nombre personal del individuo que pudo haber adoptado ese nombre oficial.
LA FECHA DEL LENGUAJE ARAMEO DE DANIEL
Estudios tempranos argumentan que el lenguaje arameo usado en los capítulos 2-7 de Daniel se parece más al arameo del siglo segundo a.C., que al del siglo sexto a.C. No obstante, cuando esos estudios fueron practicados, solo se conocía un conjunto de textos arameos antiguos —los papiros elefantinos egipcios del siglo quinto a.C. Dado que el arameo de Daniel difiere en cierto grado del lenguaje usado en los papiros elefantinos, se argumentaba que el arameo de Daniel provenía de un periodo posterior.
Una corriente continua de descubrimientos de inscripciones arameas ha venido dando una visión más completa de ese lenguaje y su desarrollo y una mejor base de comparación con el arameo que aparece en Daniel. Las diferencias entre el arameo de Daniel y el hallado en los papiros elefantinos durante cierto tiempo se creyó que representaban un desarrollo cronológico de dicho idioma, pero ahora se sabe que reflejan más bien dialectos regionales. Todos los papiros elefantinos que formaron la base original de comparación provinieron de Egipto y reflejaban un dialecto arameo egipcio. Este dialecto difería de la forma de expresión oral y escrita del arameo en Judá, Siria, Babilonia e Irán. Cada una de estas regiones tenía su propio dialecto regional. Algunos de los rasgos característicos arameos en el libro de Daniel que se creía eran características tardías —tales como la posición del verbo, por ejemplo— ahora se sabe que son características tempranas propias de las regiones orientales, en otras palabras, como el arameo de Babilonia donde vivía Daniel.
Otro hallazgo considerable en esta área proviene del descubrimiento de los rollos del Mar Muerto. Los esenios que trabajaban en el monasterio de Qumram cerca del Mar Muerto del siglo segundo a.C. al siglo primero d.C., escribieron y copiaron numerosos documentos arameos así como textos hebreos. A medida que estos textos han sido publicados, ha quedado más claro que el arameo de Daniel es considerablemente más antiguo que estos documentos del Mar Muerto. Puesto que los eruditos críticos modernos creen que Daniel fue escrito alrededor del mismo tiempo que los rollos del Mar Muerto, resulta complicado para su perspectiva que no haya una correspondencia más cercana en términos del lenguaje. Los rollos del Mar Muerto también han revelado que el arameo de Daniel no es palestino por distribución geográfica. Más bien, se trata de un tipo de arameo oriental, como el que uno esperaría de un residente de Babilonia.
De esta manera, todos los hallazgos más importantes en el estudio del lenguaje arameo que aparece en Daniel tienden a colocar la fecha de ese escrito más temprano que lo que los críticos han creído. Actualmente, el arameo de Daniel sencillamente se lo clasifica como “arameo imperial”, lo que quiere decir que encaja bien dentro de las fechas del Imperio persa, del siglo séptimo hasta el siglo cuarto a.C. Ya no es válido el argumento lingüístico contra la fecha temprana del arameo de Daniel.
Por lo tanto, después de examinar las objeciones mayores a la exactitud histórica de Daniel, podemos decir con seguridad que su lenguaje y contenido histórico corroboran el testimonio del libro mismo de que fue escrito en el siglo sexto a.C. Además, el argumento de los críticos de que no podemos confiar en sus declaraciones proféticas debido a sus imprecisiones históricas queda destrozado.
LA ESTRUCTURA LITERARIA DE LOS CAPÍTULOS HISTÓRICOS
Para concluir este capítulo, necesitamos echar una mirada a un elemento más de la primera mitad del libro. Este elemento no tiene que ver con datación o determinación de la historicidad; más bien trata de por qué los capítulos de Daniel están arreglados en el orden en que están.
El lector cuidadoso se dará cuenta de que las narraciones históricas del libro no están arregladas en un estricto orden cronológico. Por ejemplo, los capítulos 5 y 6, que corresponden al periodo persa, preceden a los capítulos 7 y 8, que pertenecen al periodo babilónico temprano. Un orden cronológico requeriría que los capítulos 7 y 8 precedieran a los capítulos 5 y 6. Algún otro principio de organización debió haber sido usado. Como se señaló anteriormente, Daniel se divide —con cierta superposición— en secciones prácticamente iguales de capítulos históricos y proféticos.
Más que eso, sin embargo, los capítulos que fueron escritos en arameo, los capítulos 2 al 7, exhiben un orden literario específico. Estos seis capítulos se colocan aparte en cuanto a estructura literaria: la forma en que están ordenados dentro de su propia sección. Estos capítulos están claramente relacionados entre sí en pares basados en contenido. Los capítulos 2 y 7 forman un par; ambos capítulos son bosquejos proféticos que tienen que ver con el levantamiento y la caída de reinos a lo largo de porciones extensas de la historia humana.
De la misma forma, los capítulos 3 y 6 también son similares en contenido. El capítulo 3 describe la persecución de los tres amigos de Daniel en el horno ardiente; el capítulo 6 describe la propia persecución de Daniel en el foso de los leones. En ambos casos, los siervos de Dios sufrieron pruebas de su fe, y en ambos casos son liberados sobrenaturalmente de sus pruebas.
Esto deja a los capítulos 4 y 5 juntos como un par dentro de la porción aramea e histórica del libro. Estos capítulos también tienen que ver con el mismo asunto: un rey babilónico particular. En el capítulo 4, es Nabucodonosor quien aparece en la mira. En el capítulo 5, es Belsasar. Ambas narraciones comienzan con un escenario local: Nabucodonosor en su palacio y Belsasar en ese mismo palacio. Ambos reyes son todo un caso de presumido egoísmo, y ambos fueron juzgados por el Dios verdadero. En ambos casos, sus juicios vinieron en la forma de profecías que subsecuentemente se cumplieron. Daniel estaba presente para interpretar ambas profecías. Las dos historias tienen finales ligeramente diferentes, pero incluso en eso guardan una relación entre sí. En el capítulo