Un viaje en el tiempo. Bradley Booth
inusual: un esqueleto que había sido crucificado hace unos dos mil años. El esqueleto era único porque era el primero de su clase que se encontraba con un clavo de metal todavía sujeto a uno de sus pies. El clavo estaba doblado como si hubiera chocado con un nudo al ser clavado en la madera. Tal vez por eso los soldados dejaron el clavo en el pie tal y como los arqueólogos lo encontraron.
Hace casi dos mil años, en una colina muy lejana, Jesucristo murió exactamente de esa manera: crucificado en una cruz para que se desangrara y muriera, enterrado en una tumba después de haber exhalado su último aliento. Por supuesto, podemos decir con seguridad que el esqueleto encontrado por los arqueólogos en Jerusalén no era el de Jesús. No podría serlo. Y ¿por qué no? Porque Jesús se levantó de entre los muertos el domingo por la mañana, tal y como dice la Biblia. Sin embargo, el hallazgo inusual del hombre con el clavo en el pie proporciona evidencia que fortalece nuestra creencia de que Jesús murió de la manera en que la Biblia relata.
Y hoy Jesús está vivo y sano. En este mismo momento, mientras lees este devocional, él está ocupado en el cielo intercediendo por ti como tu Sumo Sacerdote. Si se lo pides, está allí listo para ayudarte cuando más lo necesitas. Y te está ofreciendo la oportunidad de vivir con él para siempre. Quiere que estés con él; y está tan seguro de que aceptarás su oferta que, como un bono adicional, está preparando una mansión de mil millones de dólares para ti, hecha exactamente como te gustaría. Él espera que aceptes su oferta. ¿Recibirás hoy su regalo de vida?
3 de enero
La locura de Seward
“No te dejes impresionar por su apariencia ni por su estatura, pues yo lo he rechazado. La gente se fija en las apariencias, pero yo me fijo en el corazón” (1 Samuel 16:7, NVI).
¿Sabías que Alaska tuvo una vez el apodo de “La locura de Seward”? William Seward fue el Secretario de Estado de los Estados Unidos; y fue quien decidió, en 1867, comprarle el territorio de Alaska a Rusia. Los detalles del modo en que Estados Unidos adquirió ese territorio son realmente sorprendentes. En aquella época, la mayoría de la gente pensaba que Alaska no valía el dinero que se pagó por ella, aunque Seward solo desembolsó unos cinco centavos por hectárea (cinco dólares el kilómetro cuadrado). Los periodistas de la época llamaban al territorio “Icebergia”, “Polaria” y “La nevera de Seward”. Y durante décadas, esa fue la opinión de la mayoría de la gente.
El 3 de enero de 1959, Alaska entró en la Unión como estado número 49, y ahora sabemos lo increíblemente afortunada que fue esa decisión. Con un total de casi 1,5 millones de kilómetros cuadrados y más de 40.500 hectáreas de zonas silvestres reservadas, como parques federales y estatales, Alaska es el estado más grande y ha provisto miles de millones de dólares en oro, petróleo, pescado y madera. ¡Resulta que Seward sabía lo que hacía!
El profeta Samuel se enfrentó a una gran decisión, un poco parecida a la de Seward. Sigámoslo por el polvoriento camino de Belén para elegir un nuevo rey de Israel. Dios le había dicho que un hombre llamado Isaí tenía un hijo que sería el siguiente en sentarse en el trono de la nación. Sonaba bastante fácil, ¿verdad? Quizá Samuel se rió casi con ironía cuando llegó a la finca de Isaí para la ceremonia de selección... y descubrió que Isaí tenía más de un hijo. De hecho, ¡tenía toda una línea de hijos! Muy gracioso, Señor, me imagino a Samuel pensando.
Al inspeccionar la fila de jóvenes, Samuel pensó que cada uno podía ser el indicado. Eran altos, fuertes y parecían extremadamente inteligentes. Pero el Señor le decía a Samuel: “No, este no es el que quiero”. Finalmente, el profeta preguntó si había más hijos. Isaí se aclaró la garganta y murmuró: “Pues, está David”, ante un coro de risitas de los hermanos.
No me sorprendería si, cuando Samuel eligió a este adolescente, la gente se hubiera referido a él como “la locura de Samuel”.
Como sabemos ahora, David se convirtió en el rey más popular y productivo de Israel. Resulta que Dios sabía lo que estaba haciendo.
4 de enero
¡Bonitas ruedas!
“Mientras miraba a esos seres vivientes, vi junto a ellos cuatro ruedas que tocaban el suelo; a cada uno le correspondía una rueda. [...] el espíritu de los seres vivientes estaba en las ruedas” (Ezequiel 1:15, 21, NTV).
Estamos en el año 1743, y tú estás sentado mirando una obra de teatro en Londres. Empiezas a dormitar pero, de repente, saltas en tu asiento cuando un actor atraviesa el escenario sobre ruedas de madera. ¿Qué era eso? Era un par de patines... bueno... más o menos. No sabemos a quién se le ocurrieron estas primitivas ruedas, pero el concepto tuvo mucho éxito. Unos años más tarde, Joseph Merlin tuvo la brillante idea de fabricar unos patines con las ruedas ubicadas en fila. Un gran trabajo el de Joseph, excepto por el hecho de que los patines no estaban hechos para frenar correctamente. Lo has adivinado. Una noche, en una cena, se lastimó bastante al chocar con un gran espejo de cristal. ¿Qué hacía patinando en una cena? No preguntes.
Y entonces, el 4 de enero de 1863, se inventaron los primeros patines parecidos a los que usamos hoy en día. James Plimpton, de Nueva York, patentó estas bellezas con un doble juego de ruedas, delante y detrás, y los llamó patines cuádruples. Ahora era más fácil y seguro que la gente lograra girar.
Los patines tuvieron un gran éxito y llevaron a la apertura de la primera pista de patinaje tres años después, en Newport, Rhode Island, Estados Unidos. El patín cuádruple de Plimpton pasó a dominar la industria del patinaje durante los siguientes cien años y dio lugar a otros inventos más emocionantes, como los monopatines, los patines en línea y las zapatillas con ruedas. Así que, la próxima vez que un niño pase delante de ti con sus zapatos con ruedas en un gran hipermercado, dile que le dé las gracias a James Plimpton y que, por favor, deje de atropellarte.
El profeta Ezequiel, en una visión, vio algo aun más sorprendente que un actor tambaleándose por un escenario londinense en “patines”. Nos dice: “se abrieron los cielos y tuve visiones de Dios” (Eze. 1:1, NTV). En esta visión, vio cuatro criaturas vivientes, con una rueda al lado de cada una. “Dentro de cada rueda había otra rueda, que giraba en forma transversal” (vers. 16). Las ruedas formaban parte de una gloriosa máquina que se movía con cuatro magníficos seres celestiales alrededor del trono de Dios. Los seres brillaban como carbones de fuego, y las ruedas giraban tan rápido que, entre ellas, pasaban corrientes de rayos. ¡Increíble! ¡Qué espectáculo tan impresionante debe de haber sido! Y ahí lo tienes. Cualquier cosa que los humanos puedan inventar, Dios puede sobrepasarla siempre con algo muy superior.
5 de enero
Un presupuesto de un billón de dólares
“Dad, pues, a César lo que es de César, y a Dios lo que es de Dios”(Mateo 22:21, RVR 95).
¿Cuánto es un billón de dólares? Digamos que un pariente te regala un billón de billetes de un dólar para tu cumpleaños. (Mejor que calcetines, ¿no?) Para guardarlos, necesitarías un almacén de 38 metros de altura que cubriera nueve manzanas cuadradas de la ciudad. Si te sentases a contarlo todo, y le dedicaras las 24 horas del día, te llevaría 15.000 años. Espero que no tengas planes de hacer otra cosa durante ese tiempo. Otra forma de imaginar un billón de dólares es pensar en una pila de billetes de 100 dólares. Si la acostamos a lo largo de una autopista, tendrías que conducir 1.100 kilómetros para llegar al final.
En enero de 1987, el presupuesto federal anual de Estados Unidos alcanzó el billón de dólares, dinero que obtiene de sus ciudadanos a través de los impuestos. ¿Qué hace el gobierno de Estados Unidos con 1.100 kilómetros de billetes de 100 dólares cada año? Paga los sueldos del presidente,