Un viaje en el tiempo. Bradley Booth
ellos: contadores, secretarios, agentes del servicio secreto, redactores de discursos, chóferes, pilotos, etc.; así como el mantenimiento de cada organismo Además, están los militares que trabajan en todo el mundo, el Ejército, la Armada, la Fuerza Aérea y la Infantería de Marina, lo que significa que hay que mantener las bases militares, los tanques, los buques de guerra, los aviones de combate, los misiles y los satélites espías que orbitan nuestro planeta. También hay otros gastos locales, como el mantenimiento de los parques nacionales, los laboratorios de bioingeniería para mejorar la agricultura, los estudios para la lucha contra las epidemias y las escuelas públicas. Y eso es solo el principio de las formas en que el gobierno sirve a sus ciudadanos. Aunque, a veces, la codicia y la corrupción se extienden por las filas de los líderes nacionales, el gobierno brinda su ayuda de muchas maneras.
Piensa en todas las formas en que Dios te ha bendecido hoy. Si te pones el dedo en la muñeca o en el cuello, sentirás el pulso, la prueba de que tu corazón late. Con cada respiración, cada rayo de sol, cada bocado de comida, Dios te mantiene vivo. El gobierno de Estados Unidos necesita un billón de dólares para servir a sus ciudadanos. Dios, en cambio, no necesita nada de tu dinero para servirte. Lo hace porque quiere y porque te ama. Y una forma de devolverle ese amor es, por medio de los diezmos y las ofrendas, devolverle algo del dinero que él mismo te da.
6 de enero
Hombre de la montaña
“¡Esforzaos y cobrad ánimo! No temáis ni tengáis miedo de ellos, porque Jehová, tu Dios, es el que va contigo; no te dejará, ni te desamparará” (Deuteronomio 31:6, RVR 95).
En un día como este de 1798, nació uno de los exploradores más audaces de la historia norteamericana temprana. Jedediah Smith fue cazador, trampero, vendedor de piles, explorador y montañero sin igual. Durante su corta vida, exploró una enorme zona del Lejano Oeste. Luchó contra nativos hostiles, se enfrentó a ventiscas imposibles y se abrió paso a duras penas por precipicios montañosos escarpados. Perdió una oreja y estuvo a punto de perder la vida en repetidas ocasiones. Una vez, un oso pardo de las Black Hills lo vio, se abalanzó sobre él y le clavó sus enormes garras en el cuerpo. Para cuando Jedediah tenía treinta años, ya se había salvado, por un pelo, como una decenas de veces en sus viajes de ida y vuelta por el oeste.
Pero Jedediah hizo algo más que sobrevivir los increíbles riesgos de su vida extrema. Entre los nuevos norteamericanos y la costa occidental de su continente, se alzaba la majestuosidad de las Montañas Rocosas [Rocky Mountains]. Elevándose por encima de los colonos que buscaban oro, aventuras o un nuevo hogar, sus escarpados y aparentemente infranqueables picos nevados perforaban la cúpula azul que se arqueaba sobre el joven continente. Jedediah superó las tensas relaciones entre los colonos y los nativos, y consiguió un mapa hecho sobre piel de ciervo y arena, de los indios Crow. Con el mapa y la ayuda de sus nuevos amigos, descubrió el Paso Sur [South Pass], una especie de camino a través de las montañas, que se convirtió en una supercarretera para los colonos del siglo XIX, pues los llevaba a la última frontera.
En 1830, Jedediah decidió finalmente jubilarse de su peligroso oficio y se dedicó a la venta de productos secos y otras mercaderías. Pero su nueva actividad resultó ser más peligrosa que su arriesgada vida anterior como explorador. En 1831, mientras lideraba una caravana de comerciantes a lo largo del Camino de Santa Fe, fue asesinado por los indios comanches. Tenía solo 32 años.
Aunque la misión de Dios para ti no incluya atravesar tormentas de nieve o ser atacado por osos pardos, ante ti se presenta la oportunidad de una aventura, como las Montañas Rocosas se presentaron ante Jedediah Smith. Tu misión puede estar en un país del tercer mundo, o puede estar donde sea que te encuentres. Lo importante no es el lugar, sino el corazón. Así que toma ese mosquete, ponte las raquetas de nieve y adéntrate en la ventisca. Encontrarás a tu lado al Creador de las Montañas Rocosas, para ayudarte.
7 de enero
El cable transatlántico
“Él me invocará, y yo le responderé” (Salmo 91:15, NVI).
No hay teléfonos celulares. No hay llamadas ilimitadas. No hay modo de vibración. El teléfono se ha inventado recientemente, pero todos y cada uno vienen con cables. Las compañías telefónicas cuelgan cables en los postes telefónicos de toda la ciudad. Bienvenidos a la década de 1920.
Si cada teléfono requiere un cable eléctrico, ¿qué se hace si se quiere hablar con alguien en Europa? Pregúntele al hombre de la compañía telefónica y se acariciará el bigote, fruncirá el ceño, mirará a su alrededor con nerviosismo y se aclarará la garganta. ¿Será posible llamar a alguien de otro continente? No se puede poner una hilera de postes telefónicos que cruce el océano ni tender un cable en el agua, ¿o sí?
En realidad, eso es exactamente lo que terminó haciendo el hombre del teléfono. Pero, fue una verdadera tarea. El cable tenía más de 5.000 kilómetros de longitud y debía tener varios centímetros de grosor porque las aguas profundas lo rompían una y otra vez. El 7 de enero de 1927, se inauguró con éxito el primer cable transatlántico con servicio telefónico entre Nueva York y Londres. Ese primer día, se realizaron 31 llamadas con un costo de 75 dólares por una conversación de tres minutos. Eso era mucho dinero en aquella época: unos 1.500 dólares en la economía actual.
Adiós a la década de 1920. Vivimos en un mundo que se libera de los cables. Los teléfonos móviles vibran y reproducen como tonos de llamada de la música de nuestros programas favoritos mientras enviamos mensajes a nuestros amigos. Internet inalámbrica nos conecta a una superautopista mundial de información. En cuestión de segundos, podemos investigar para un examen desde la sala de nuestra casa y en pijama, ver películas en nuestros teléfonos, y llamar a nuestros amigos; todo sin ningún cable a la vista.
El estilo de comunicación con cables de la década de 1920 casi ha desaparecido en nuestro mundo moderno, y podemos pensar que vivimos en la vanguardia de la tecnología de la comunicación. Pero, si miramos al cielo, vemos a un Dios que inventó un sistema de comunicación mucho más eficiente que la tecnología inalámbrica, la velocidad de la luz o incluso el ángel más rápido. ¡Nos ha prometido una manera de llamar a Alguien en el cielo usando la velocidad del pensamiento! Pregúntale al hombre de la compañía telefónica si puede hacer eso... y él acariciará su bigote, fruncirá el ceño...
8 de enero
Jim Elliot martirizado
“Pero Dios demuestra su amor por nosotros en esto: en que cuando todavía éramos pecadores, Cristomurió por nosotros” (Romanos 5:8, NVI).
Una de las historias más tristes que se han contado es la de cinco misioneros cristianos estadounidenses que fueron asesinados en la selva de Ecuador. Los nombres de estos jóvenes eran Jim Elliot, Peter Fleming, Edward McCully, Nate Saint y Roger Youderian. Su propósito era llevar el evangelio a una tribu primitiva de los indios Auca. Desgraciadamente, el plan les salió mal cuando los indios los atacaron desde la selva y mataron a los cinco hombres con flechas envenenadas.
Esta catástrofe ocurrió el 8 de enero de 1956 y, probablemente, pasará a los libros de historia cristiana como uno de los casos más trágicos de martirio. Los cinco hombres sabían que la situación era arriesgada porque otros hombres de empresas caucheras estadounidenses habían muerto a manos de los indios Auca. Sin embargo, todos decidieron arriesgarse de todos modos. Pensaron que, si podían presentarles a estas tribus a Jesús, valdría la pena el sacrificio. Cuando Jim y sus amigos consideraron las opciones, incluso la muerte no era un sacrificio demasiado grande. Para llegar a zonas remotas como la que habitaban los indios Auca, decidieron utilizar una pequeña avioneta. Viajar en avión era uno de los modos más nuevos de trasladarse y acortaría el tiempo. Lo que habría sido un viaje de varios días a la selva