Color hollín. Gabriela Lezaeta
Color hollín
Gabriela Lezaeta
Prólogo de Macarena Urzúa
Ediciones Universidad Alberto Hurtado
Alameda 1869 – Santiago de Chile
[email protected]– 56-228897726
© Sucesión Gabriela Lezaeta
© Macarena Urzúa
ISBN Digital: 9789563573275
Directora editorial
Alejandra Stevenson Valdés
Editora ejecutiva
Beatriz García-Huidobro
Coordinadora Biblioteca recobrada
Lorena Amaro Castro
Diagramación interior
Alejandra Norambuena
Diseño colección y portada
Francisca Toral R.
Imagen de portada
iStock
Diagramación digital: ebooks Patagonia
“Y si te saqué gratis a tu hijo que vino al mundo
a cumplir su destino de finaíto,
otro te lo cobro, y bien caro”.
Con la colección Biblioteca recobrada. Narradoras chilenas, la Universidad Alberto Hurtado busca dar nueva vida a la literatura escrita por mujeres en Chile desde el siglo XIX, con obras hoy asequibles solo en antiguas ediciones e incluso casi inexistentes en las bibliotecas de nuestro país.
Hemos seleccionado con este fin textos que consideramos atractivos para las y los lectores de hoy: desde novelas o cuentos a otras formas de relato de difícil encasillamiento genérico, debido al mismo lugar excéntrico que estas escrituras ocuparon en los campos culturales y en las inscripciones canónicas de su tiempo.
Esta selección de textos es apenas una contribución a la enorme reformulación crítica del canon y de la historiografía literaria, iniciada sobre todo por pensadoras e investigadoras que, a mediados de los años de la década de 1980, comenzaron a trabajar estratégicamente por una mayor visibilización de la escritura de mujeres en el campo cultural. Esta labor se lleva a cabo hoy a través de diversos esfuerzos académicos y editoriales, a los que nuestra casa de estudios busca contribuir.
La colección busca facilitar el acceso a personas dedicadas a la investigación —y también a lectoras y lectores de diversas edades e intereses— no solo la materialidad de estos libros, sino también recobrar las voces, las subjetividades y mundos imbricados en ellos, que se habían tornado opacos o inexistentes en un campo cultural misógino, indiferente e incluso hostil a la creación de las mujeres.
En cada volumen de esta colección colabora una escritora o crítica, con un prólogo que busca acercar al presente estas escrituras. A todas ellas agradecemos su contribución. Para la realización de este trabajo se ha contado con un comité integrado por las
editoras Alejandra Stevenson y Beatriz García-Huidobro (Ediciones UAH), junto a dos investigadores de la literatura chilena: María Teresa Johansson y Juan José Adriasola, (Departamento de Literatura UAH) y Lorena Amaro, coordinadora de la colección, crítica literaria y académica (Pontificia Universidad Católica de Chile).
Un cuerpo se dibuja en la escritura:
Color hollín de Gabriela Lezaeta
Macarena Urzúa Opazo
“El verde en agonía está ahora sucio…
con el color de la pobreza,
el color de los días nublados,
el color de la pena.
Ni intenso, ni puro.
Color hollín.
Solo las amapolas resisten la sequía;
engañadoras, parecen frágiles y no lo son”.
(Color hollín 150)
No sabemos exactamente a qué tono corresponde el “color de la miseria” como se llama en las primeras páginas de esta novela al color hollín. Solemos asociar el hollín a la suciedad, a la pobreza, a algo gastado, a una tonalidad que se aleja de aquello digno de contemplación, como el paisaje natural de un campo, una playa, o un jardín con flores. Este colorido, el del hollín, será uno que guíe la descripción del entorno de esta narración, en donde abundan los matices que van de los grises al café oscuro. Al acercarme a esta narración, en primer lugar, me pregunto cómo puede escribir una niña muda, María, nacida en un barrial, que describe tanto los ambientes habitados que la rodean, como su paisaje interior. María, la protagonista y narradora, es hija de una lavandera y de un joven pintor, de ideas revolucionarias, Pablo, a quien ella no conoce durante su infancia, pero que aparecerá por la población, una vez que la niña ya ha crecido. María nace muda, pero aprenderá a escribir, y su relación con el lenguaje, así como su modo de descifrar el entorno se irá dilucidando, a medida que esta historia, la de Color hollín de Gabriela Lezaeta (1970), se desarrolla. Esta niña, de ojos verdes, y la misma mirada de su padre, María, se encuentra con la escritura, como una manera de sanarse, pero también de conocer su propia subjetividad. A lo largo de la novela, ella construye una narración en la que irá trazando las líneas de este mundo, a través de sus recuerdos, contados anacrónicamente, dispuestos como un montaje cinematográfico, mediante el cual se va urdiendo la trama que describe su vida.
La lectura de esta novela sorprende por varias razones: las vívidas descripciones de este grupo de gente que vive en una población que hoy llamaríamos “periférica”, situada en los alrededores de Santiago y el realismo y detalles con que se describen los espacios, así como las costumbres de sus habitantes, que se desarrollan a través de la focalización variable de un relato polifónico, lo que nos permite leer los distintos puntos de vista, así como la diversidad de conciencias que aparecen en esta historia. Estos modos de narrar, junto con la manera en que se grafica la ciudad y su incipiente modernidad, en contraste con el espacio situado del otro lado del puente, hacen de este texto una experiencia de lectura que entrega varias capas y dimensiones. En ella aparecen retratadas la temática social, la relevancia de lo sensorial, la visualidad y sobre todo, la construcción de un sujeto femenino que explora su vida y subjetividad desde la escritura, entregando una particular mirada que resalta los sentidos y reflexiona sobre la existencia. La novela nos lleva como lectores a transportarnos a la temporalidad y espacialidad del entorno de Color hollín, permitiéndonos deambular por lugares inexplorados, que se revelan al lector tal como se devela la escritura de Lezaeta.
Si examinamos la historia como algo no totalmente lineal, valdría la pena repensar la cronología de la literatura chilena. Creo que, por un lado, tenemos la oportunidad de poder leer este texto de Gabriela Lezaeta, injustamente olvidado y hacer una lectura crítica, atendiendo a las preocupaciones en torno a género y escritura desde una perspectiva actual. Esta novela, que no tuvo la difusión literaria necesaria en su momento, obtuvo el Premio Gabriela Mistral en 1969, siendo luego