En vivo y en directo. Fernando Vivas Sabroso

En vivo y en directo - Fernando Vivas Sabroso


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11 hijos) y sus varias ocupaciones mantuvieron en reserva su vocación humorística, hasta que el publicista Jorge Álvarez lo llevó a la televisión. Campechano y bromista como su cuñada Isabelita, con una extravagancia a flor de piel, para nada confundible con el esnobismo o la sofisticación, Kiko, frecuentemente sin terno ni corbata, era el perfecto animador para un medio que ya por aquel entonces exigía una significativa cuota de informalidad. Kiko fue el vendedor estrella que esperaban la televisión y sus anunciantes, precisamente lo que Cesar Miró no quería ser y lo que Pablo de Madalengoitia era con mucha ceremonia. Kiko fue, después de Daniel Muñoz de Baratta, el gran “loco” funcional del medio, capaz de improvisar sin salirse de un libreto inexistente. Aprendió rápidamente a estimular la espontaneidad de su público y a que aflorasen sus bajas pasiones metálicas sin echar a perder el buen espíritu del programa. Empezó sonriendo por todo y tomando el pelo inocentemente a los concursantes, pero poco después su timing se aceleró ostensiblemente, se hizo más calculador sin parecerlo, se atiborró de detalles extravagantes y explotó con sus concursantes la infalible treta de la sinceridad. Él les insinuaba la respuesta correcta, ellos desconfiaban y perdían. El éxito le prodigó muchos anunciantes, con los que puso en escena programas con juegos siempre novedosos hasta que la televisión peruana le resultó estrecha y viajó a Madrid a continuar una brillante carrera de animador de concursos que lo colocó en los primeros lugares del ranking español.

      En 1959, La pareja 6 era poco para Kiko. El detergente 6 le permitió este primer ensayo, muy sencillo, pues solo demandaba un par de cabinas para un matrimonio llevadero que, con los oídos a buen resguardo, debía dar —si quería llevarse la “batea” o premio gordo del programa— idénticas respuestas a las preguntas de Kiko. El notario Chepote y su fiel esposa fueron la primera pareja ganadora; ambos coincidieron en decir que en caso de tener trillizos preferían dos varones y una niña. Al cabo de una temporada de medio año, el espacio se cerró invitando a un matrimonio de la casa, el de Nicanor González y su segunda esposa, la cantante Lucy Díaz. Poco después, el mismo detergente auspiciaba un espacio más ambicioso, La familia 6, donde Kiko y la unidad móvil del 4 se trasladaban al interior de conspicuos hogares limeños. Los primeros invadidos fueron los de la familia Ferrando, la familia Ureta-Travesí y la familia Poggi, en la que destacaba el joven Mario, por entonces fonomímico y precoz showman, que sería más tarde, él sí, el primer orate auténtico de nuestra televisión.

      Jalado al 13 para montar varios concursos con apellido de los auspiciadores, para conducir —cuarentón— un Villa twist, un Juego para dos y el sensacional Haga negocio con Kiko, y para reemplazar a Pablo en Cancionísima, Kiko volvió al 4 durante una pequeña temporada en 1969. Antes de ser exportado al célebre Un, dos, tres español, Kiko se había confirmado como el comunicador más expansivo e inventivo —siendo rabiosamente natural— del medio. Dibujaba, concebía y planeaba pero, eso sí, en vivo resolvía todo. Sus concursos, sin que nos diéramos cuenta, fueron resbalándose de lo lúdico a lo atrevido y a lo sádico, a lo materialista y a lo explosivamente cómico. Un pantallazo humorístico con alguno de los mejores cómicos del medio remedando a personajes históricos, un concursante forrando a otro en papel higiénico, un piano chamuscado, un bluff o un pedido insólito al auditorio, truco en el que insistirán Ferrando y sucesores, alternaban naturalmente la verborragia conductual de Kiko.

      Provisto de llamativos tags de presentación —varios relojes de pulsera brillando en sus brazos hiperquinéticos, medias de distintos colores, insólitas morisquetas y un bastón con el que apuntaba a concursantes y premios y dirigía su “negocio”— Ledgard se transformó en un personaje absorbente que legitimaba, con nuestra tolerancia a su humor y maneras, tantas tempranas audacias sin las coartadas culturalistas y asistencialistas de su amigo Pablo de Madalengoitia. Creó su propio mundo en un género cuyos sets y juegos parecían condenados a la más llana trivialidad serial. Por eso no le fue difícil plantarse desde 1970 en el centro del mundillo lúdico-sádico-competitivo del Un, dos, tres ideado por Narciso “Chicho” Ibáñez Serrador, el más prolífico e inspirado teleasta español, y regir entre “Tacañones”, “Don Cicuta” y modelos jamonas a las que Kiko manoseaba con estilo y sin coartada. De vuelta al Perú, su despedida fue un genial y fatal “cabezazo”.

      El afán de incursionar en la televisión estaba presente en los Delgado y en cualquier broadcaster inquieto durante la década de 1950. En 1952, cuando Genaro Delgado Brandt, tras haber administrado exitosamente radio Central, pudo por fin fundar su emisora propia, la razón social no fue otra que Radio Tele S.A. Pero tuvieron que pasar unos años para que el joven Genaro, el ejecutivo de la familia, le planteara a su padre y a Héctor, el vendedor de la camada y el que solía bromear diciendo “yo me encargo de conseguir el dinero y Genaro de gastarlo”,24 dar el paso decisivo.

      Cuando los Delgado cayeron en la cuenta de que no tendrían la primicia de la televisión comercial en el Perú, debido al apuro del 4 y del 9, y que además les tocaría en suerte la frecuencia 13 (la 2 ya la tenía Radio Victoria de José Cavero, la 4 estaba ocupada, la 5 y la 6 eran utilizadas por la policía y eran propiedad del Estado, la 7 era del canal estatal, la 9 también estaba tomada, la 11 había sido otorgada a Emisoras Nacionales de Avelino Aramburú, ligado al 4), se preocuparon por tener un canal auspicioso y plural, por abrir fuego con varias atracciones en vivo que había que preparar con tiempo y cuidado. Así, mientras los equipos de la Philips se desaduanaban y se daban los toques finales al edificio de la avenida Arequipa 1110, el personal ensayaba y asistía al cursillo dictado por el cubano Humberto Bravo, contratado para volcar en la jefatura de producción del 13 su experiencia en la CMQ habanera fundada en 1950.

      Genaro Delgado Parker abandonó en varias oportunidades su oficina en el hotel Savoy para tomar contacto con otras televisoras. Había viajado a Estados Unidos y a Argentina, y su relación con Goar Mestre se estrechaba mientras este veía peligrar el futuro de la inversión privada en Cuba. Genaro Delgado Parker trabó amistad con Mestre en uno de sus varios vuelos a los Estados Unidos, efectuados en la larga etapa previa a la fundación del 13, pero se conocieron antes —en la Asamblea de la AIR— realizada en Lima en 1955. Fue Mestre quien imbuyó a Genaro y a Héctor Delgado Parker de la ambición por una televisión espectacular y masiva calentando motores con Panamericana, la radio familiar fundada en 1953 y convertida a partir de 1957 en un trampolín de programas de auditorio y maestros de ceremonias telegénicos. Concursos prototelevisivos, noticieros (El Panamericano nació en la radio dirigido por Raúl Deustua y luego por un bisoño Mario Vargas Llosa) y pequeños talk-shows debían pasar fluidamente de la radio a la pantalla. Los consejos de Mestre acompañados por un considerable desembolso,25 a través de su agente Juan Pallí, desembocaron en fundar una productora —Pantel— dejando a los Delgado Parker la propiedad íntegra del canal. El cubano estaba ocupado en sus negocios en la Argentina, patria de su esposa, donde había decidido establecerse tras la revolución castrista. Tenía que vérselas con otro canal 13, recién adquirido en Buenos Aires, que pronto se convertiría en la vanguardia de la televisión sureña. Sus lecciones no abandonaron a los Delgado Parker ni aun a fines de los sesenta, cuando dejó de hacer negocios con ellos: la estrategia de Mestre de separar las empresas de producción del aparato de ventas y transmisión, útil para aplacar la furia castrista en Cuba y las nacionalizaciones peronistas en Argentina, serviría a Genaro y Héctor para mitigar los efectos de la expropiación velasquista de 1971. Irónicamente, por esas mismas fechas, cuando salvando capitales del Perú estatizado, fundaron en Martínez —en las afueras de Buenos Aires— una sucursal de Panamericana Televisión en lo que habían sido los estudios de Argentina Sono Film, se reencontraron con Mestre para lamentar otro golpe: la estatización peronista de 1974.

      La propuesta creativa del canal y el diseño preliminar de su programación no empezaron con una página en blanco. Había una sólida relación comercial con la CBS norteamericana (esta tenía participación en todos los negocios panamericanos de Mestre) que suministraría series de estreno como Yo amo a Lucy, también estaba el paquete de programas de auditorio, entrevistas y noticias de radio Panamericana. El Helene Curtis pregunta por 64 mil soles que animaba Pablo de Madalengoitia en la radio era un hit y


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