En vivo y en directo. Fernando Vivas Sabroso
Pablo y sus amigos, una feliz mezcla de lo cultural y lo frívolo, ateniéndose a los variopintos invitados del anfitrión. Otro programa que se trasladaría al nuevo medio, con personal y nombre propio (aunque sin Mario Vargas Llosa, sucedido en la televisión por Raúl Ferro Colton) fue El Panamericano, longevo noticiero de la casa leído por Humberto Martínez Morosini y Ernesto García Calderón.
La primera quincena de octubre de 1959 varios grupos histriónicos se topaban en los pasillos del canal. Pedrín Chispa, quien relevaría poco después a Bravo y al cubano José Cataño en la jefatura de producción, había abandonado el canal 4 para ensayar en el 13 La bodega de la esquina, revista cómica, con una locación espiritualmente afín a la de Bar Cristal y con un cast encabezado por su inseparable Carlos Oneto “Pantuflas”. También se encontraba César Miró, ya alejado de sus familiares del 9, asesorando los teleteatros que constituirán la fuente dramática y de prestigio del canal. Y hasta se veía al conocido grupo Histrión y al elenco original de Collacocha preparando sus próximas presentaciones en directo.
El viernes 16 de octubre, finalmente, el grupo Delgado inauguró el canal 13. Isaac Lindley encabezaba el directorio y Genaro Delgado Parker se reservaba la gerencia. Genaro papá, los hermanos Héctor y Manuel más Johnny Lindley completaban el directorio. Tercera apertura de la televisión comercial, esta vez no acudió a la cita el presidente de la República ni hubo discursos grandilocuentes; al saludo de rigor de Humberto Martínez Morosini siguió un desfile de estrellas animado por Pablo de Madalengoitia en el que descolló Carmen Sevilla, diva del cine español, que cantó, bailó y quedó unos días para presidir el prime-time musical. La gala fue tensa y los técnicos trabajaron a todo pulmón; hubo incluso un camarógrafo desmayado.26 A diferencia de los inicios del 4 y del 9, el 13 arrancaría con sólidos debuts en los géneros laboriosos —el drama, la comedia y el concurso— intentando no depender en demasía de las revistas musicales.
El impulso a la telenovela
El sábado 17 de octubre de 1959, fecha de destape para el nuevo canal, el programa del 13 fue el que sigue: A las 12.30 de la tarde asomó un programa argentino de 30 minutos, unitario, llamado Papá tiene novia; a la una de la tarde se destapó la olla nacional con ¿Qué cocinaré?, el primer espacio culinario de nuestra televisión debido a los auspicios de Nicolini y a los esfuerzos de Carmela Rey, ama de casa con vocación de periodismo y de espectáculo; siguieron un largometraje y más cortos argentinos hasta las 6 de la tarde en que arrancaron los dibujos animados y una media hora en el oeste con Roy Rogers. A las 7.30 vino Foro 7, otra media hora latina con el actor Carlos Montalbán. A continuación, siguió un bloque nacional compuesto por los 15 minutos de El Panamericano; la media hora de Tradiciones peruanas, teleteatro adaptado de Ricardo Palma, auspiciado por Philips, producido por Samuel Pérez Barreto y con un elenco que conformaban, entre otros, Enrique Victoria, Luis Accinelli y la cocinera Carmela Rey. A las 8.45 de la noche la producción nacional rompió fuegos con el concurso Scala regala, al que siguieron el show de Carmen Sevilla y Pablo y sus amigos. Este cartel fue una prueba de fuego para la capacidad competitiva del canal 4, que apostó todo a la exuberancia del showman Daniel Muñoz de Baratta y a anunciar sus primeras incursiones con unidad móvil en el Estadio Nacional. El 9 ya daba prematuras muestras de despiste.
Si alguna virtud, además del peso nacional, tuvo este apretado programa, fue apostar desde el primer día a atracciones distintas a la revista musical: al teleteatro, que pronto agarraría diaria continuidad; al concurso de auditorio, contante y sonante, como ya lo acababa de descubrir el canal 4 en los espacios de Kiko Ledgard e Isabelita; a la cocina y al talk-show culturalista, anticipos de modas venideras. En la primera semana de vida del canal, el teleteatro dio una muestra sorprendente de su vocación hacia la teleserie y, por extensión, a la telenovela. La mala suerte de Caryl Chessman, asesino múltiple cuya condena a la silla eléctrica desató una furibunda polémica sobre la pena de muerte en los Estados Unidos, fue buena para el 13. Durante varios días el caso fue cubierto por un teleteatro de 15 minutos, con una estructura de tres actos de cinco minutos separados por anuncios comerciales en vivo. El libreto de Alfonso Tealdo estaba pendiente de las últimas noticias sobre la posible conmutación de la pena y se concluía con el tiempo justo para que el actor Vlado Radovich ensayara la expresión del criminal abatido. El canal 9 se vengó de la suerte del 13 transmitiendo un reportaje llegado por avión sobre el verdadero Chessman, un serial-killer que se veía muy seguro de sí, para nada sumido en una televisiva depresión.
Los Delgado tenían la ambición de presentar un teleteatro diario. Humberto Bravo quiso demostrar lo que había enseñado en su cursillo de televisión con Ciclorama, espacio semanal que debutó con la pieza de suspenso Los siete fósforos interpretada por Hudson Valdivia y por la argentina Linda Guzmán. El 25 de octubre, la vocación teatral del 13 se coronó con la presentación del Collacocha de Enrique Solari Swayne, pieza criolla de prosapia indigenista y harto prestigio académico, que fue actuada por buena parte de su elenco original: Luis Álvarez, Alfredo Bouroncle, Jorge Montoro y Pablo Fernández.
César Miró, apenas quedó libre de la conducción de Scala regala, pudo dedicarse a su función dramática y adaptó El malentendido de Albert Camus en forma de teleteatro diario de 15 minutos. Más tarde, en 1960, el 13 lanzaría varias de estas entregas semanales, pequeños teleteatros de cinco capítulos en espacios fijos con títulos como “Amar es vivir”, que eran ya una promesa de folletín. Pero pasaron varios meses y decenas de teleteatros aislados, para que recién a mediados de 1961 los Delgado descubrieran con Historia de tres hermanas el sumo poder de la telenovela.
Tarea cumplida
Dos felices concursos pusieron emoción de auditorio en el 13. Scala regala, auspiciado por los grandes almacenes del mismo nombre, fue el pionero de las tareas difíciles, ese viejo truco para dramatizar y volcar al espectáculo el ánimo participativo del concursante. El primer día del canal el animador Guillermo “Frejol” Diez Canseco, un expansivo playboy limeño en sus felices treintas, abrió el programa para dar pase una semana después a César Miró, suerte de coartada académica que daría prestancia al espacio, por naturaleza tan ligero. Miró nos contaba que se retiró porque él “no era un vendedor de tienda”.27
Pablo de Madalengoitia, el natural reemplazo de Miró, sí era, entre otras cosas, un estupendo vendedor. Relacionista público, actor eventual, comunicador radial y conspicuo ladie’s man de los apachurrantes cincuenta, tenía la suficiente elegancia y cultura como para que su trabajo en televisión se clasificara en un apartado, el del “maestro de ceremonias”, por oposición a Kiko Ledgard, el “animador” por antonomasia. A las pocas semanas sus recurrentes palabras “¡tarea cumplida!”, pronunciadas con el entusiasmo de un locutor deportivo aunque nunca carentes de un toque de distinción, se convirtieron en frase célebre de la televisión. A medida que su desenvoltura y gestualidad televisiva fue evolucionando, el programa subió sus bonos y las tareas se hicieron más dramáticas. A fines de agosto una concursante tuvo que conseguir un gato negro de cola blanca, una docena de mellizos nacidos en 1934 y hacer una carambola de billar. Perdió con el taco. En noviembre, un pobre hombre tuvo que comparecer con un elefante en el set. En diciembre, el corredor Pitty Block llegó en un helicóptero y tuvo que afeitar un globo con una navaja. Cumplida la tarea, el cheque de Scala, para dar el remate altruista que redimiera de cualquier exceso materialista al programa y al célebre concursante, fue endosado a la viuda de un obrero. María Elena Rossell, Venus Perú 1959, cumplió una tarea proverbial: hallar una aguja en un enorme pajar apilado en el set. Cuando la halló, dio saltitos de alegría y donó el cheque a su terruño, el departamento de Piura.
Madalengoitia, alegrón y correctísimo, jamás pasado de la raya, ni siquiera aproximado a ella, manejaba con citas y nombres propios un amplio repertorio cultural. Era, entonces, el anfitrión ideal de Helene Curtis pregunta por 64 mil soles. La CBS había lanzado en 1955 este concurso de conocimientos —The $64.000 Question— que se convirtió en el más sintonizado concurso de la televisión norteamericana. La coartada del saber