En vivo y en directo. Fernando Vivas Sabroso
de sus compromisos con Mestre y la CBS. En 1968 ya nada ataba al cubano con el nuevo canal 5.
Tras despedir a buena parte de la planilla original, Teledos, la nueva razón social de la propiedad de Movierecord representada por el peruano Manuel Belaúnde Guinassi (legalmente, los extranjeros no podían poseer canales de televisión), suspendió su señal en setiembre de 1964. Con una nueva antena en el cerro La Milla (la anterior estaba en San Cristóbal) el 2 reapareció en diciembre de 1964. El nuevo gerente, Juan Ureta Mille, anunció que habría una intensa producción en vivo. Pepe Ludmir asumió la subgerencia. Pero estas iniciativas hicieron crisis y desde 1966 el canal se consagró a la programación peliculera. Los filmes copaban el día y se repetían a distintas horas, anunciados por la debutante Sonia Oquendo, futura esposa de Luis Ángel Pinasco y primera locutora de noticias de la televisión nacional.
Con baja sintonía y con serios problemas técnicos, el canal expiró poco después de la nacionalización, en marzo de 1972. Su último gerente estatista, el teniente Luis Cabrejo, anunció que sus equipos serían reciclados.47Al parecer, el canal 7 se benefició con esta herencia imprevista.
Capítulo 2
La historia continúa
Canal 4: La audacia no es el juego
Los señores Umbert y González sabían que la televisión era un espectáculo de desplazamiento y renovación compulsivas, de atracciones mixtas y de emociones básicas, la piedad y la risa, el triunfalismo de los concursos y el llanto de las telenovelas. Hicieron un gran desembolso para tener la primera unidad móvil peruana y para contratar estrellas que iluminaran sus prime-times musicales, pero aplicaron a medias lo que sus rivales del 13 pusieron en práctica sin tardanza: Que para asegurar el crecimiento tenían que recurrir a la producción de géneros seriales; que si un temperamento, un estilo o un aire musical pegaba, había que explotarlo de inmediato. Los primeros años sesenta son doblemente de tanteo para ellos. Mientras el 13 tanteaba lo que se sabía que funcionaba, el 4 tanteaba de todo, incluso a tener otro canal (el 9), a ver si funcionaba.
¿Quién pinta mejor, Vencedor o Max Factor?
Con una semana de diferencia, en el otoño de 1960, el 4 estrenó sus dos espacios mejor pagados: El show de Max Factor y Venciendo con Vencedor. Todavía los programas llevaban el apellido del auspiciador pero la producción era total hechura del canal. El primero fue un musical aparatoso que intentaba competir con los shows que Pablo de Madalengoitia conducía y Alberto Terry decoraba en el 13. Max Factor recurrió al escenógrafo Ronald Cárdenas, al productor peruano Samuel Pérez Barreto, al director cubano Santiago García, la orquesta de Domingo Rullo y a Coco Hawie, un animador nuevaolero que pasó inadvertido. Con esta variété de sones internacionales, que incluyeron efectos de lluvia para montar Singing in the rain y fondos venecianos para que Piero Solari animara la secuencia Una visita de Italia, América pretendió dar estabilidad en la programación a una variedad que nació como ocupación provisional de la televisión. Pronto, los canales aprendieron que el público quería reconocer un estilo, familiarizarse con una estrella, preferir una música. El canal 2, que agotó la variedad musical, se mantuvo solo gracias al gancho de sus contratados.
Mejor pintaba Vencedor, óleo para brocha gorda que decidió auspiciar un concurso culturalista al mejor estilo de Helene Curtis pregunta... Este sí era un filón explotable; bastaba encontrar un animador locuaz que tuviera empatía con los concursantes, construir podio y cabinas, y lanzarse al aire. Ricardo Neri defraudó como conductor, así que Kiko Ledgard vino al rescate ayudado por Norma Belgrano, una modelo de ciertas virtudes ejecutivas que le permitieron alternar la conducción con todos los maestros de ceremonias que acompañó. Aunque Vencedor estaba invadiendo el terreno de los cosméticos y Kiko los dominios de Pablo, este concurso que se ufanaba de ser el primero en el que hasta los perdedores ganaban (el sistema era tan simple como contestar preguntas doblando los premios), sobrevivió la temporada y retornó en 1961 con un conductor que era, él mismo, una coartada culturalista: César Miró.
Con estas experiencias algo tuvo que aprender canal 4 de géneros y variedades. Los anunciantes se disputaban por ponerle nombre a sus concursos: A fines de 1960 Juan Sedó animó Hágalo y triunfe con Mister, show de pruebas simplificadas, nada que incomodara a Scala regala; y David Odría condujo los remates de La tienda de los gordos. Kiko dejó la brocha gorda de Vencedor para honrar los auspicios de Kontra, pastilla antigripal. En los avisos promocionales de Kontra pregunta sí o no radicalizó su vestimenta informal, y lució una pinta atrabiliaria posando en camiseta con el dinero cayéndosele de las manos. Al mismo tiempo conducía otro concurso con juegos musicales, Do, re, mi. Agotado, Kiko ya no pudo hacerse cargo de Pesque su Cristal, divertimento con el que la Backus & Johnston quería contrarrestar la solemnidad de sus festivales. Se improvisó para la tarea a Julio Coloma, encargado de aportar las pistas para que el público busque las botellas escondidas en la ciudad mientras en el set se pescaba la cerveza a punta de caña.
Como no podía haber canal sin estrellas musicales, Umbert y González firmaron algunos contratos memorables. En junio de 1961 tuvieron a Domenico Modugno cantando Volare para la afición local y un mes después convencieron a José Mojica, el célebre galán mexicano retirado en un convento de Chancay, a comparecer en una larga entrevista con César Miró. Animado, el cura tenor retornó el día de Santa Rosa a cantarle una ofrenda musical. Gaspar Pumarejo, aunque prefería ocuparse en pescar talentos locales, tuvo una leyenda viva en su Hogar club de 1963, a la “diosa de ébano” Josephine Baker. En 1964 estuvo coronado por la máxima atracción musical del sur, Leo Dan, rey de la nueva ola romántica. No tantas como las del 13 o las del 2, pero sí estrellas de calibre.
Las garras de Pumarejo
El pequeño prime-time del mediodía de América fue ocupado en 1961 por La revista del mediodía, animado por Mabel Duclós y Osvaldo Vásquez y producido por Gaspar Bacigalupi, mientras en las noches se sucedían sin pausa ni continuidad series americanas y las producciones de punta del canal. Hasta que llegó el cubano Gaspar Pumarejo (véase, en el capítulo 1, el acápite “Hospitalarios a la fuerza”) a fines de 1962 a avivar la competencia con el 13, canal bajo la influencia de su archienemigo Goar Mestre, de quien fue primero su empleado y luego su fracasado rival, al punto de provocar tempranas guerras de sondeos. El canal 5 publicaba las siempre favorables cifras de Índices U, el 4 las relativizaba. Primero se le vio a Pumarejo en un Ensayo de TV con esbozos en vivo de sus varios proyectos. Para la Navidad, el “Puma viejo”, mote que le puso Muñoz de Baratta, sacó las garras. Presentó un show que privilegiaba un sketch cómico sobre la variedad musical. Ramón y Ramona, rutina casera que exaltaba el hartazgo cotidiano de un matrimonio de clase media, reveló la comicidad de Mabel Duclós, veinte años antes de que la viéramos practicar el arte marcial de los carterazos contra “el jefecito” Antonio Salim en Risas y salsa:
Los protagonistas éramos Enrique Victoria y yo. Ramona era escrita por un cubano, había tenido mucho éxito en Venezuela. Era una cubana muy temperamental, pero yo que soy argentina la hacía a la peruana. Hablaba mucho y rapidísimo hasta que Ramón le gritaba ¡cállate!1
Pumarejo no se recluyó en los sets de América. Productor antes que conductor, no desdeñaba el micro aunque prefería dejárselo a otros; escogió a Rosita Perú, juvenil y amelcochada cantante criolla, para recorrer monumentos, asilos, hospitales, academias de baile y cualquier institución reportable por la unidad móvil. Mientras, en el Hogar club Pumarejo, show que abría espacio a suscriptores con chance a ganar sorteos auspiciosos, había una concesionaria de primera, Chabuca Granda, que llevaba a sus amigos y charlaba con voz pausada, el mentón en alto y esa mirada evocativa que anticipaba un impromptu. Entre sus generosos contratos hubo uno invitando a la española Lola Vilar a reunirse con su hermano Pepe y protagonizar la telenovela Dos caminos diferentes, que nunca se llegó a hacer, retrasando unas temporadas el estrellato local de Lola.2