De las urbes a los territorios inteligentes. Ronal Orlando Serrano Romero
de la inversión privada, dotación de equipamientos urbanos y gestión del espacio público con criterios de accesibilidad, cobertura y calidad y conservación de los patrimonios arqueológico, arquitectónico, histórico y cultural (dnp, 2016).
Derivado de esto y coherente con las nociones del Plan Nacional de Desarrollo 2014-20189 y el Sistema de Ciudades de Colombia, la Política General de Ordenamiento Territorial propone combinar, mediante la asistencia técnica, “una mirada multisectorial y regional para promover el desarrollo desde y para las regiones como estrategia fundamental para un crecimiento económico y social que incluya a todos los colombianos” (dnp, 2016, p. 16). Se plantea entonces, fortalecer la articulación de una nueva generación de instrumentos de planificación10como medio para apropiar un modelo de ordenamiento local, integral, actualizado y concertado con las diferentes comunidades y sectores responsables de la transformación del territorio.
En estos escenarios de fortalecimiento, el conocimiento y el ordenamiento del territorio se convierten en los ejes articuladores de la inversión pública con los instrumentos de planificación y gestión, siendo estos últimos determinantes para el desarrollo integral de las ciudades y las regiones debido a su rol de balancear el equilibrio entre lo rural y lo urbano y de orientar el desarrollo hacia el cierre de brechas y la sostenibilidad. En este orden de ideas, la riqueza que posee el país en instrumentos técnicos para orientar las acciones que materializan la visión del territorio nacional (territorialidad) se convierte en la plataforma para decantar e incorporar los determinantes de la construcción social y de los principios del enfoque socio-territorial del desarrollo en la gestión sostenible del territorio.
Ahora bien, con el objetivo de fortalecer la planeación a largo plazo con esta visión e integrar el componente social con las dimensiones urbana y rural, el dnp definió la creación de tres comisiones para el diagnóstico, el seguimiento y la validación de las metas propuestas en temas de desarrollo: 1) Misión para la Equidad y Movilidad Social, 2) Misión para la Transformación del Campo y 3) Misión para el Fortalecimiento del Sistema de Ciudades de Colombia. Los resultados de sus estudios no solo concluyeron la situación actual del ordenamiento territorial, sino también permitieron delimitar la primera fase de ejecución del Programa pot Modernos, el cual incluyó ciento ocho (108) municipios, cinco (5) áreas metropolitanas, doce (12) departamentos, el 33,5 % de la población y el 24,7 % de la superficie total del país (figura 10).
A la fecha, esta asistencia técnica focalizada ha permito avanzar pausadamente en el fortalecimiento de los instrumentos de planificación y gestión y, a su vez, encontrar los datos que permiten evaluar si las ciudades colombianas poseen las condiciones para brindar calidad de vida a sus habitantes desde una perspectiva multidimensional. Para el Gobierno Nacional, esta definición sintetiza la idea de una ciudad moderna o un territorio inteligente y viabiliza la elaboración de una herramienta de medición para el desarrollo integral de las ciudades y las regiones en los ámbitos social, económico, tecnológico, ambiental e institucional: índice de Ciudades Modernas (icm).
Este valor permite ponderar las variables relacionadas con los retos que trae consigo el aprovechar los beneficios de los procesos de urbanización y reducir los costos sociales, abordar temas fundamentales para identificar las potencialidades que poseen los territorios, definir intervenciones estratégicas y realizar seguimiento a las acciones generadas desde la gestión. Es así como el análisis multidimensional que se configura, como bien lo diría Monnet (citado en Jolly, 2012, p. 4), desde los referenciales que constituyen una visión del territorio nacional, se logra dimensionar en seis ámbitos: 1) sostenibilidad, 2) ciencia, tecnología e innovación, 3) equidad e inclusión social, 4) gobernanza, participación e instituciones, 5) productividad, competitividad y complementariedad y 6) seguridad. Además, se identifican 15 dominios y 36 indicadores de los cuales el 75 % (27 en total) se encuentran alineados con los Objetivos del Desarrollo Sostenible.
Como resultado de esta aproximación se pudo concluir que los mayores puntajes del icm se concentran en las aglomeraciones urbanas del sistema de ciudades de Colombia y que su distribución es similar a las brechas de desigualdad expuestas por el idh y el pib per Cápita.
Figura 10. Zonas de ejecución, fase I – Programa pot Modernos
Fuente. Adaptado según planos del Documento Conpes 3870. Programa nacional para la formulación y actualización de planes de ordenamiento territorial: pot modernos, Consejo Nacional de Política Económica y Social (Conpes) y Departamento Nacional de Planeación de la República de Colombia (p. 31), https://bit.ly/3lNP6vA
Figura 11. Resultados generales del icm en Colombia
Fuente. Tomado de la presentación “Índice de Ciudades Modernas de Colombia” (diapositiva 29), por Departamento Nacional de Planeación, 2018, https://bit.ly/3lQG0yk
En concordancia, la figura 11 muestra que solo Bogotá, como núcleo urbano, posee un potencial alto para convertirse en una ciudad moderna, mientras que el 62 % de los municipios poseen un potencial medio. Así mismo, se evidenció que las ciudades que hacen parte de las 18 aglomeraciones del sistema poseen ventajas significativas en términos de productividad, competitividad, complementariedad, equidad e inclusión social en comparación a los municipios externos. Estos últimos resultados contrastan con las dimensiones de seguridad y sostenibilidad en los que los municipios de menor categoría obtienen los mejores resultados (figura 12). Como conclusión, se reitera la existencia de brechas de desarrollo entre las ciudades y las regiones del país al tiempo que se ratifica la necesidad de orientar la gestión hacia la concreción de un proyecto territorial que materialice los valores atribuidos al territorio (territorialización-territorialidad) desde las perspectivas del sistema de ciudades, la sostenibilidad y la construcción social, en otras palabras, desde los referenciales que constituyen la inteligencia del territorio.
Figura 12. Resultados por dimensión del icm en Colombia
Fuente. Tomado de la presentación “Índice de Ciudades Modernas de Colombia” (diapositiva 33), por Departamento Nacional de Planeación, 2018, https://bit.ly/3lQG0yk
La construcción social del territorio y el proyecto territorial
Hasta este punto se ha planteado que la gestión sostenible del territorio orienta su abordaje hacia la necesidad de repensar el “progreso” a partir de un profundo conocimiento de su estado actual, de su configuración histórica y de su construcción social, siendo esta la base para la formulación de ejercicios prospectivos que suponen un cambio gradual y direccional hacia la sostenibilidad y que se materializan por medio de la gestión como acción y actividad que permite entender la realidad de un ámbito espacial y proyectar su intervención. Para el caso colombiano, su estudio se basa en el entendimiento de las particularidades del territorio para repensar los referenciales que componen la idea de la sostenibilidad, es decir, la realidad sobre la cual se intervendrá y la manera como se interpretarán los problemas, se orientarán las soluciones y se plantearán los procedimientos y principios centrales de las decisiones y las acciones sobre un ámbito espacial determinado (Müller, 2010). Esto implica que los valores atribuidos al territorio desde las perspectivas del sistema de ciudades, la sostenibilidad y la construcción social, se entiendan como los elementos que no solo estructuran las representaciones y los significados del territorio, sino que también condicionan las acciones sobre el mismo.
La cuestión ahora es que un único ámbito espacial puede acoger diferentes realidades, todas superpuestas, configuradas por los actores que determinan su construcción social y propensas a ser interpretadas a partir de los discursos de identidad y nación que circulan en un contexto espaciotemporal determinado; pero ¿cómo congregar estas visiones en función de las transformaciones o escenarios prospectivos que requiere el territorio y sus comunidades en la búsqueda de la sostenibilidad? Tal vez una primera respuesta pueda darse desde la corriente de los estudios culturales.
Al respecto, valdría la pena recuperar el