Los amos del cielo y de la tierra. María Dolores Peña Rodríguez
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LOS AMOS DEL CIELO
Y DE LA TIERRA
© del texto: María Dolores Peña Rodríguez
© diseño de cubierta: Equipo Mirahadas
© corrección del texto: Equipo Mirahadas
© de esta edición:
Editorial Mirahadas, 2022
Avda. San Francisco Javier, 9, P 6ª, 24
Edificio SEVILLA 2,
41018 - Sevilla
Tlfns: 912.665.684
Producción del ePub: booqlab
Primera edición: marzo, 2022
ISBN: 978-84-19228-84-0
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LOS AMOS DEL CIELO Y DE LA TIERRA
MARÍA DOLORES PEÑA RODRÍGUEZ
A mis hijos Rocío y Curro. También le
dedico esta obra a todas las personas que
tienen la bondad de emocionarme.
Índice
Prólogo
Cuando es la emoción la que se adentra en la página en blanco, la pluma se desplazará por ella con soltura; parece lógico pensar pues, que la novela que surja de este acto creativo será apasionada y vibrante. Efectivamente, es ese el registro en el que, bastante cómoda, se mueve Mª Dolores Peña en Los amos del cielo y de la tierra, de ahí que sea tan fácil dejarse atrapar en su lectura. La autora navega con elegancia por el mar de pasiones que arrastra a sus protagonistas, olas a las que difícilmente pueden servir de dique unas pautas sociales en franca decadencia.
La luz de Sevilla envuelve deseos, traiciones, celos y amoríos de la casa de los Dávila que, como los Mañara, tratan de corregir con caridad los devaneos amorosos de su juventud, aun cuando en ello vaya la felicidad -y hasta la vida-de aquellos que se cruzan en su camino. La obra discurre en la primera mitad del SXX y a través de este sus personajes avanzan desde la culpa a la redención, desde el silencio cómplice al reconocimiento reparador, así la autora se recrea en el pasado para iluminar el futuro de unos personajes que luchan por crear sus propias historias vitales lejos de atavismos impuestos desde la cuna.
Con su primera novela Lola Peña trasiega por los sentimientos más nobles del ser humano.
Sin perder la línea de una novela romántica, profundiza en la descripción de la afectividad para construir un relato hermoso, lleno de calor y cautivador.
María Jesús Gordon
CAPÍTULO I
SEVILLA 1930
En el canto Regina Coeli, del convento San Millán, aquella mañana de Pascua faltaba una de las voces. Sor María Teresa, madre superiora, aguardaba en el locutorio una visita muy especial.
Un Ford Victoria burdeos avanzaba por la avenida de La Palmera a las doce del mediodía.
A la altura de la Real Maestranza de Caballería, la persona que ocupaba la parte trasera del coche hizo una indicación al chófer para que detuviera el vehículo.
—Gracias, Federico. Recógeme a las cuatro en El Albero. He quedado a comer con unos amigos.
—De acuerdo, don Alberto.
Alberto Dávila de Fabra bajó del automóvil. Sumido en sus pensamientos empezó a recorrer, a paso ligero, el Paseo de Colón.
Sevilla y su gente disfrutaba la primavera de 1930. La Exposición Iberoamericana se había clausurado meses atrás.
Los edificios, construidos para el evento, lucían formas caprichosas acordes con el país que representaban. Palacetes de todos los estilos llenaban la avenida a ambos lados de la calzada, desde la zona de Heliópolis hasta el palacio de San Telmo.
Federico, chófer de los Dávila de Fabra, disfrutaba del trayecto que le traía buenos y malos recuerdos. Casi cuarenta años trabajando para una de las familias más poderosas de la campiña del Guadalquivir daban para mucho.
«Muchas horas pasé en la taberna El Albero esperando a don Alberto padre, pensaba mientras conducía el lujoso automóvil de la familia Dávila. Siempre volvía de La Magdalena. Negocios, decía. Todo un señor, nunca supo su mano izquierda lo que hacía su derecha. Lo mismito que aquí... el vástago».
Los tranvías iban y venían transportando pasajeros. El sol daba de lleno en el río Guadalquivir. La Torre del Oro contemplaba, impasible, el paso del agua.
Alberto Dávila de Fabra ofrecía una imagen impecable. Moreno, alto, delgado. Con ese atractivo de los juerguistas empedernidos que, por