Pedagogía y literatura: enseñar a pensar. Humberto Quiceno Castrillón
del hombre
La formación de José Fernández (José Asunción Silva)
La formación de Arturo Cova (José Eustasio Rivera)
La formación como representación social
La formación del maestro Manjarrés (Fernando González)
La formación de Florentino Ariza (Gabriel García Márquez)
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Este texto nace de la preocupación por pensar la pedagogía en Europa y en Colombia. Esta vez ensayaremos una línea de análisis que parte de entender la relación entre escritura y pedagogía, nuestra hipótesis parte de pensar la pedagogía como un saber escrito, lo cual significa relacionar éste saber con los temas y objetos de la pedagogía y de la escritura desde que nació la pedagogía en la época moderna. En Colombia es la relación de la enseñanza con la escritura la que ha marcado su historia, en Europa el énfasis se puso más en la didáctica que en la enseñanza. Por supuesto que esta argumentación tendrá que ser demostrada. En nuestra historia de la pedagogía conocemos más esta relación de la pedagogía y la escritura por la importancia que ha tenido el saber enseñar a leer en la escuela. Si nos atreviéramos a definir qué es la escuela, diríamos que es aquella institución que nos enseña a escribir porque nos enseña a leer. Desde que fuimos Colonia española, la Iglesia católica nos enseñó a escribir y para hacerlo empezó por la letra, luego la palabra para llegar finalmente a la imagen. Esta enseñanza duró hasta el Movimiento pedagógico, que en Colombia todos conocen como el momento en que cambió la escritura, porque cambió la enseñanza. En esos años, los primeros de la década del setenta del siglo XX, enseñar a escribir empezó por la imagen de las cosas y no por la letra. No fue la Iglesia católica la que cambió la enseñanza, esa gran diferencia en la cultura y en la civilización fue producto de la pedagogía laica y de los maestros laicos. Por este cambio abismal podemos decir que se pudo comprender lo que era ser civilizado, culto y educado. Ser civilizado es saber escribir, que es saber interpretar el libro, los textos, los signos. Lo que hay detrás de esta ruptura es llegar al fin de la cultura rural y medieval. Hasta esa fecha, en Colombia, no había distancia real entre lo rural y lo urbano, ambos campos se situaban en una misma geografía y en una misma cultura. Hasta esa fecha no sabía muy bien qué era ser educado.
Queremos explicar el sentido de lo que quiere decir ser educado, llegar a ser civilizado y lo haremos desde la pregunta por la escritura, cuestión que nos llevó a la lectura de dos textos clásicos Cien años de soledad y El amor en los tiempos del cólera. Como se sabe, Cien años de soledad recrea la figura de un pueblo en el Caribe, Macondo, que todos han interpretado como si fuera el símbolo de Colombiay no es así, es el de un pueblo rural de la costa caribe. El libro narra la vida de un pueblo rural, su cultura y su existencia. Por otro lado, El amor en los tiempos del cólera no habla de un pueblo, sino de la ciudad de Cartagena, ubicada n la costa caribe. Este libro narra, no la vida y la existencia de este pueblo citadino, sino que narra el amor y la muerte en ese pueblo. La diferencia entre las dos narraciones, entre los dos pueblos, es la escritura. En uno, no hay escritura y en el otro, el de la ciudad, la escritura es el tema y objeto de toda la obra. La diferencia entre lo rural y la ciudad es el tener o no tener escritura. En los dos pueblos hay escuelas, educaciones, maestros, métodos, pero en uno, hay escritura y en otro, no la hay. Escritura, no es enseñar a escribir en la escuela, escritura no es que haya escritores, escritura no es que hayan signos escritos, escritura es que haya preocupación por explicar, descifrar y comprender los signos que conmueven a la gente, que los asombra, como lo es el amor, la muerte y la vida.
Las cosas y los objetos son signos, representan signos, para Macondo esos signos eran signos entre muchos signos, signos que solo significaban si estaban pegados a las cosas que los hace significar, si las cosas cambian, también lo harían los signos. En Cartagena, los signos no cambian con las cosas, no dependen de las cosas, del mundo de las cosas, al contrario, los signos dependen de la cultura letrada de los habitantes de la ciudad. Si el letrado es un médico, si es un poeta, si es un hombre rico o pobre, cambia el signo. En Macondo el signo de las cosas domina el pueblo, en Cartagena, la cultura letrada de la gente domina el signo, le impone su sentido. No deja que el signo haga con la gente lo que quiere, en esta cultura letrada, el signo es controlado, prisionero de la gente. En la cultura rural las cosas y sus signos hacen proliferar el sentido, lo multiplican, lo vuelven algo explosivo, en Cartagena, el sentido queda fijo al signo que le da la gente y esto porque allí, el sentido es representado, interpretado, comprendido según la cultura letrada de la gente. Decir cultura letrada es poder imponer el sentido sobre el signo, es darle un sentido al signo, darle una interpretación. No es que la gente sea estudiada, la cultura letrada es que la gente se vuelve intérprete, se hace a una única imagen del signo que le representa un único sentido.
¿Por qué ocurre todo esto?, porque en un pueblo hay sentidos del signo, y en otro, solo signos sin sentido, todo ocurre por la escritura. En Macondo la escritura es externa al pueblo, es poseída por un único hombre, que no es del pueblo, que es extranjero, y que además tiene virtudes de mago y de hechicero. En Cartagena, la escritura está dentro de la ciudad, en dos cosas que se convierten en signos importantes para la ciudad, que se ve dividida en dos mitades, que son sus signos y problemas, atraviesa la gente y la hace existir. Esta división, enfrentamiento, polarización, lucha y batalla es lo que funda la escritura. Esos signos son los del amor y la muerte. La ciudad la cruza la lucha entre el amor y la muerte, la gente no vive sino para entender qué es una cosa y qué es la otra, las cosas son de amor o de muerte, el tiempo es para el amor o para la muerte. Se vive pensando en el amor o pensando en la muerte. Si así se vive y si así se piensa, eso crea la escritura, que es la interpretación, la representación, la imagen de una cosa o de la otra o de las dos. Escribir es estar dividido, es estar atravesado por dos mitades, es vivir dos cosas, es pensar en dos cosas a la vez, juntas o separadas. Escribir es lo uno, lo otro, las dos, una sola cosa. En la escritura se escoge un camino, se hace una elección, se toma partido, se ama o se muere.
Macondo y Cartagena son dos pueblos, con dos culturas, una sin escritura y otra con la cultura escrita. El pueblo rural vive sin escribir y el pueblo de la ciudad vive escribiendo. Eso no quiere decir que no haya escritura, como la imagen de las cosas como signos, lo que se quiere decir, es que además de signos, estos deben ser interpretados, y para ello se da el saber de interpretación, no un saber estrictamente universitario, además de éste, se da el saber de interpretación de mujeres del común, de hombres del común, habitantes de la ciudad. Lo que caracteriza y define este saber de interpretación es el que se hace desde la muerte o desde el amor. Es la lucha entre el amor y la muerte o la muerte y el amor, lo que hace posible la interpretación. La ciudad interpreta, el pueblo rural no interpreta. El pueblo rural vive y muere sin saber, que ese vivir es el amor y sin saber que esa muerte es el fin del amor. El amor y la muerte son dos interpretaciones, son representaciones de lo que significa para el hombre o la mujer amar a otro o dejarlo de amar. Amar, para ser interpretación, ha de pasar por la ausencia prolongada del objeto de amor. La muerte del otro ha de pasar por la vida común con el otro. Sin vida común y larga, no hay muerte del otro, sin ausencia del otro, no hay amor. Para que haya amor debe haber previamente una preparación y construcción del saber del amor, para que haya muerte debe existir una separación radical del otro.
Cien años de soledad y El amor en los tiempos del cólera son dos obras sobre la escritura, cómo un pueblo vive cien años sin escribir y cómo un pueblo vive cien años escribiendo. En la primera obra se trata de la descripción de la vida rural, Macondo, ésta obra no representa a Colombia, Macondo representa el mundo rural, el mundo y la vida de la familia de los Buendía. Este mundo rural se sitúa en dos limites, la llegada al pueblo de Macondo de Melquíades, el extranjero, el hombre sabio, el mago y el escritor. Melquíades trae