Rukeli. Jud Nirenberg
Dario Fo imagina la escena: los chicos se animaban a gritos los unos a los otros y comentaban, aplaudiendo y riendo mientras el maestro, moviéndose entre dos pupilos haciendo sparring, gritando órdenes: «¡Respirad por la nariz, no por la boca!» «Moveos con las piernas!»20.
Los boxeadores se arremolinaron cuando le tocó el turno a Rukeli. Era hora de probar la nueva sangre. Rukeli fue golpeado en la cara hasta que su nariz hinchada empezó a sangrar. Aquel era el primer paso hacia la aceptación. Uno tenía que sangrar y después elegir quedarse a por más.
Tendría que venir y entrenar durante meses antes de que le llegara el momento de subir al ring. Cuando le llegó la oportunidad, no se le emparejó con una victoria fácil. Se le puso contra un chico un año y medio mayor y mucho más grande. Rukeli recordaría más tarde que pensó que había ganado pero el árbitro contó más puntos para el otro chico. Trollmann tuvo miedo de que la derrota supusiera no poder volver a entrenar más21. Los otros chicos le dieron palmadas en la espalda y le dijeron que todo el mundo tenía que perder a veces. Y aprender de ello.
El amigo que lo trajo por primera vez lo dejó pronto; Rukeli no. Él estaba enganchado.
En 1916, antes de cumplir los nueve años, ya tenía tres peleas a sus espaldas y había llegado hasta el campeonato del distrito Sur en la categoría de bantamweight (53 kilos o 116 libras). Con las costillas marcándose a través de su camiseta, era una cosa pequeña y esmirriada en un juego para chicos vigorosos y bien alimentados. Perdió pero aprendió de la experiencia. En los siguientes años, llegaría a ganar el título del distrito en cuatro ocasiones.
En 1919 la prohibición del boxeo, que ya por entonces no se hacía cumplir y era objeto de bromas en los gimnasios, terminó. En 1920 fue fundada la Asociación del Reich Alemán para el Boxeo Amateur y en 1922 se formó el Club de Boxeo Héroes de Hannover. Alemania, vista como el agresor de la Gran Guerra, fue excluida de los Juegos Olímpicos de 1920 y 1924. Sin embargo los alemanes necesitaban distracciones más que nunca y, en un país donde había tanta incertidumbre y donde la pobreza y el desempleo eran fuente de tantas humillaciones, muchos se volvieron hacia un deporte que ofrecía la posibilidad de demostrar la fuerza propia.
En 1922, el ministro de Asuntos Exteriores Walther Rathenau, el judío de más rango dentro del Gobierno alemán fue asesinado. Sucedió dos meses después de haber firmado el Tratado de Rapallo, por el cual Alemania y la Unión Soviética resolvían las disputas financieras y territoriales fruto de la guerra. Estaba en su descapotable, que se dirigía desde su casa en el Grunewald de Berlín al ministerio cuando un Mercedes se detuvo junto a él. Uno de los hombres del otro coche lo disparó con un subfusil MP 18, del tipo que los soldados alemanes habían utilizado en la guerra. El ministro de Asuntos Exteriores murió al instante pero los asesinos no corrieron riesgos, arrojando una granada al interior del coche. Fueron arrestados apenas unos días después. Uno de ellos, Ernst Werner Techow, declaró en el tribunal que Rathenau había admitido ser uno de los malvados Sabios de los Protocolos de Sión, refiriéndose al ficticio pero ampliamente creído libro antisemita que tan popular era en Alemania (y que en los Estados Unidos fue distribuido en la misma época por Henry Ford). Rathenau pronto se convirtió en un icono para quienes estaban preocupados por el mantenimiento de la democracia en Alemania. Cualquiera que fuera el valor de su muerte como símbolo para los antifascistas, el asesinato tuvo éxito al añadir caos y miedo a un frágil sistema, lo que debilitó al régimen.
La vida en Hannover y al resto de Alemania se hacía más difícil rápidamente. En 1923 el desempleo aumentaba y los negocios cerraban. Los pobres se volvían más pobres y la inflación hacía que la gente se preguntara de qué servían sus ahorros. En noviembre, Adolf Hitler lideró un golpe. Interrumpiendo al gobernador de Baviera durante un discurso en una cervecería de Múnich, Hitler disparó una pistola al aire y, con varios soldados armados respaldándolo, declaró: «¡La revolución nacional ha comenzado!». Varios de sus seguidores, un espectador y cuatro agentes de policía murieron antes de que se restaurara el orden y transcurrieron dos días antes de que Hitler fuera encontrado y puesto bajo custodia.
Doscientos miembros del partido nazi se manifestaron a su favor en la calle Georg de Hannover. La policía no intervino. Cuando se lo encarceló finalmente, las multitudes aclamaron a Hitler.
En 1924, él y sus compañeros fueron juzgados en Bavaria por traición. Utilizó la atención mediática para anunciar claramente a los medios nacionales que su objetivo había sido derrocar a la República de Weimar. El lugar de su osada declaración fue bien elegido, pues políticos locales de Bavaria se habían manifestado en numerosas ocasiones contra el Gobierno de Berlín. Cuando dijo que él y la gente al mando tenían «el mismo objetivo… deshacerse del Gobierno del Reich» no sonó como un loco. Sonó como una voz franca pidiendo el cambio contra unas políticas disfuncionales. Se le condenó a cinco años en prisión, la sentencia mínima por su crimen, y fue liberado en mucho menos tiempo, antes de las navidades de ese mismo año. Hitler dijo más tarde: «El fracaso del golpe fue quizá el acontecimiento más afortunado de mi vida»22.
En 1925 Rukeli ganaba su primer título del distrito, como peso medio.
19 Repplinger, R. (2012). Leg dich, Zigeuner: die Geschichte von Johann Trollmann und Tull Harder. Piper Verlag.
20 Fo, D. (2016). El campeón prohibido. Ediciones Siruela.
21 Repplinger, R, Op. cit.
22 Range, P. R. (2016). 1924: The Year that Made Hitler. Hachette UK.
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El boxeo sale de las sombras
¿Qué era este deporte que acababa de salir de las sombras, y quiénes eran los boxeadores?
Nuevo para Alemania, el boxeo llevaba tiempo como un deporte establecido en Gran Bretaña. En el siglo XVII en Inglaterra, la nobleza patrocinaba las peleas. Los combates tenían lugar en un ring cuadrado, delimitado por postes y cuerdas, y normalmente al aire libre. El primer campeón registrado fue James Figg, quien también ganó competiciones con espada y porra23. Venció a todos sus adversarios en un anfiteatro de Londres, compitiendo a la vez que el algo mejor recordado Benjamin Boswell, cuya familia afirmaba ser de la realeza romaní. Boswell era un conocido asaltante de caminos además de pugilista. Uno de los primeros cronistas de este deporte, el Capitán John Godfrey escribió que Boswell tenía «un particular golpe con la mano izquierda en la mandíbula, que cae casi tan fuerte como la coz de un pequeño caballo». Los romaníes destacaron en los comienzos del boxeo británico y los luchadores romaníes eran héroes entre su gente. «Gypsy Jack» Cooper, otro de los primeros campeones, era tan infame que aún hoy, los romaníes y la gente que vive en caravanas en el Reino Unido le pueden preguntar a veces a un hombre presumido: «¿Quién te crees que eres, Gypsy Jack?».
El marqués de Queensberry fue el primero en codificar las reglas para el boxeo con guantes. El boxeo sin guantes fue pronto ilegalizado y reducido a la clandestinidad, donde continuó siendo practicado entre romaníes y comunidades nómadas, además de lugares tales como pueblos mineros, donde atletas y público mantenían las competiciones bajo el radar, pero muy vivas.
En los Estados Unidos en el siglo XIX, el boxeo atraía a un número cada vez mayor de participantes y fans. Popular entre el público en los circos ambulantes y las ferias, los deportes de lucha atraían a muchos roma y sinti, dado que estas comunidades tenían una gran participación en el negocio de los circos y en el comercio de caballos que era una parte importante de muchas ferias. El campeón inglés del peso pesado de 1870, un hombre romaní llamado Jem Mace, viajó a Louisiana para vencer al estadounidense, Tom Allen. Puede que no fueran legales, pero tales eventos atraían tanto a multitudes como a jugadores.
Fuera