La razón práctica en el Derecho y la moral. Neil MacCormick
su desgracia sea aún peor, pues no solo sufren los males naturales sino también la injusticia humana.
La cuestión en este momento, sin embargo, es simplemente si hay bienes y valores que son naturales para los humanos, algunos de los cuales son también bienes para otros animales y otros son específicos de los humanos (con el corolario de que, independientemente de cómo se produzcan, en ambas categorías también hay desgracias o males genuinamente humanos, que consisten en la ausencia o la privación de lo que es bueno). La respuesta es que los hay, y sería imposible tomarse en serio a alguien que lo negara.
El hecho de que esos sean bienes tiene importantes implicaciones para el estudio de la razón práctica. El hecho de que una circunstancia o un estado sea bueno de alguna de las maneras que hemos estado explorando significa que es una razón para actuar en los casos apropiados. Cuando hay un peligro para la vida uno tiene una razón para evitarlo, cuando hay agua sucia uno debe buscar una fuente limpia o algún método de purificación, cuando hay una gotera en el techo uno debe arreglarla. Las personas se comportan de manera razonable cuando tienen en cuenta los riesgos de que las cosas se tuerzan de alguna de esas formas, y toman precauciones que parezcan adecuadas para evitar los riesgos en cuestión. Todo esto se refiere a lo que hemos llamado «razones concernientes a uno mismo» en el capítulo anterior.
3. RAZONES CONCERNIENTES A OTROS Y «SIMPATÍA»
Pasemos ahora a las razones concernientes a otros. El lugar fundamental de la amistad, así como sus parientes cercanos como el amor en la unión sexual, el amor paterno hacia los hijos y posiblemente también el amor de los hijos hacia los padres y entre herm anos y primos, dan lugar a una preocupación natural por el bienestar animal de otros. El bienestar del amigo, del cónyuge, de los hijos, de los padres o de los hermanos en su sentido básico animal forma parte del bien propio. Esa es la naturaleza de la conexión entre amigos y familiares. En un sentido más amplio, el bien de la comunidad también forma parte del bien propio, pero no puede subdividirse en partes que cada uno pueda disfrutar solo. Si los residentes de un área trabajan conjuntamente para limpiar el parque del barrio, todos estarán en mejores condiciones como resultado de ello, pero el parque sigue siendo un recurso común que todos pueden disfrutar, tanto quienes ayudaron como quienes no lo hicieron.
Los humanos también tienen, como señalaron Hume y Smith, una capacidad aún más amplia para la simpatía con otros de su misma especie25. Somos capaces de sentir el dolor de otros y de hecho simplemente lo hacemos en las circunstancias apropiadas. Lo sentimos, por ejemplo, cuando vemos un accidente de carretera, un asalto físico de una persona a otra, unas imágenes en televisión de las consecuencias de un atentado suicida con bomba o uno de los aviones que chocaron contra las Torres Gemelas —aunque lo sentimos con menos intensidad que las víctimas directas—. También podemos sentir de manera tenue la alegría de quienes están contentos cuando vemos o imaginamos la ocasión de su alegría, excepto cuando las punzadas de envidia lo enmascaran. Por simpatía (o «empatía») podemos incorporar el bien de otros en nuestro propio bien, y así poseer razones para la acción concernientes a otros que también tienen un aspecto concerniente a uno mismo.
Un aspecto diferente, aunque no desconectado del todo, de lo concerniente a otros entre las razones que podemos tener para actuar o abstenernos de actuar se refiere a las normas de conducta que dictan cómo debemos comportarnos unos con otros. Puede estar mal tratar a ciertas personas de ciertas maneras y estar bien actuar hacia ellas de otras maneras. Abstenerse de hacer una cosa porque sería incorrecto hacia alguien y hacer otra cosa porque es la manera correcta de tratar a otra persona es en efecto una buena razón para nuestras acciones. En cualquier caso, no es difícil darse cuenta de por qué todo el mundo considera que los ataques a su integridad física y psicológica están mal. A nadie le gusta sufrir daños por parte de otra persona y menos aún sufrir un ataque asesino. El hecho de que una línea de actuación evitará dañar a otra persona es una razón genuina a favor de emprender esa línea de actuación. La diferencia entre lo correcto y lo incorrecto se considera principalmente en el siguiente capítulo.
Los humanos no son solo una especie animal sometida a similares riesgos y causas de muerte y dolor que los de otros animales. Son animales pasionales, capaces de experimentar todo un abanico de sentimientos provocados por sus circunstancias, incluyendo los efectos secundarios y las consecuencias de sus propias acciones. Sufrir un mal en cualquiera de sus formas es doloroso, y ese dolor puede ser de diferentes tipos en función de la causa del sufrimiento. Un miembro roto duele de manera diferente que un corazón roto. Sufrir un desprecio es doloroso pero es diferente de sufrir una indigestión o una paliza. Los dolores que tienen causas puramente físicas normalmente pueden curarse o aliviarse tomando las medidas físicas apropiadas. Los dolores que surgen por males mentales o psíquicos son más difíciles de aliviar. Evitar dolores directos y simples es una razón básica concerniente a uno mismo para la acción.
No todos los dolores son así de directos y simples. Se puede sentir culpa por algo malo que uno ha hecho sin ser descubierto, para lo que es esencial tener conciencia de haber actuado mal. Se puede sentir vergüenza por haber hecho algo malo y haber sido descubierto y expuesto a los reproches de los demás. Se pueden sentir remordimientos por agravios que se han cometido o por daños que se han causado, cuando uno simpatiza con quienes sufren por sus propios actos y agravios. Se puede sentir resentimiento hacia otros que nos han causado o creemos que nos han causado un daño, especialmente cuando ese daño fue infligido deliberadamente, pero también cuando fue causado por descuido o negligencia. También podemos sentir desagrado y repulsa hacia la suciedad, y en consecuencia desear instalaciones para el lavado y la eliminación de desechos y aguas residuales, con especial urgencia si vivimos en las condiciones de aglomeración de las grandes ciudades26.
Por el contrario, las experiencias felices nos hacen sentir alegría o euforia, amor hacia nuestros amigos y quienes nos ayudan, la calidez de la comunidad hacia otras personas que estén involucradas en la actividad alegre, gratitud hacia los benefactores y el puro placer del ejercicio y la actividad cuando tenemos buena salud. Tenemos placeres estéticos en las escenas de belleza natural o en las obras de arte bellas, en la buena música y en la arquitectura magnífica. Podemos gozar con la satisfacción de nuestra curiosidad cuando descubrimos la solución para alguna cuestión profunda e importante o cuando aprendemos cómo otros la han encontrado. El descubrimiento de la «doble hélice» de Crick-Watson y la manera en que eso transformó nuestra comprensión en biología y especialmente en genética es un ejemplo especialmente llamativo del último medio siglo.
Aquí no hace falta seguir los pasos de los filósofos, como David Hume, que han enumerado y clasificado cuidadosamente las pasiones. Son muchas y variadas, tanto las que tienen connotaciones positivas para nosotros como las que tienen connotaciones negativas. Pueden figurar en nuestras razones para la acción, ya que la expectativa de sentir emociones positivas es una razón para emprender actividades, tanto en un sentido concerniente a uno mismo, cuando se trata de nuestras propias emociones, como en un sentido concerniente a otros, cuando se trata de las emociones de aquellos a quienes tratamos de beneficiar. De la misma forma, evitar o alejarse de un mal es una razón para actuar tanto cuando se trata de la protección de uno mismo como cuando se trata de la protección de otros. No obstante, parece muy poco plausible construir un sistema hedonista según el cual los únicos motivos para toda acción sean evitar el dolor y maximizar el placer. Los mayores placeres surgen como efectos secundarios de tipos complejos de actividades emprendidas por un conjunto de razones que no incluyen la búsqueda del placer o, de hecho, de la felicidad, o solo la incluyen de manera secundaria. Puede que sea cierto, por ejemplo, que muchas personas encuentran una profunda felicidad en la unión matrimonial con otra persona, cada una de las cuales parece la persona indicada para la otra. Sin embargo, un matrimonio es una relación compleja que se desarrolla y evoluciona a lo largo del tiempo, que siempre requiere una «deliberación ejecutiva» conjunta y continuada sobre cómo seguir funcionando bien conjuntamente, en un contexto en el que cada uno de los cónyuges tiene muchas otras actividades e intereses. Proponerse ser feliz todo el tiempo sería una buena manera de hacer que tal relación desembocara en un final infeliz. El hecho de que los buenos matrimonios generen gran felicidad es una razón por la que las personas solteras podrían desear o incluso intentar encontrar a la persona adecuada para ellas. Casarse solo para ser feliz, sin embargo, sería