Encuentro Con Nibiru. Danilo Clementoni

Encuentro Con Nibiru - Danilo Clementoni


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siempre ha sucedido» añadió Azakis con una sonrisa.

      Â«Si no recuerdo mal» dijo Elisa metiéndose en la discusión «¿no fue un científico llamado Nikola Tesla4 , que vivó entre 1800 y 1900 que imaginó una forma de energía que se extendía por todo el cosmos?»

      Â«Â¡Guau!» replicó Jack asombrado. «No pensaba que fueses una experta en la materia.»

      Â«Son tantas las cosas que debes todavía descubrir sobre mí, querido.» y con aire desenvuelto se pasó una mano por sus largos cabellos.

      Â«En realidad» continuó Jack «Tesla hizo muchísimo más. Aparte de realizar un montón de inventos que aún ahora utilizamos, teorizó sobre la posibilidad de utilizar lo que él llamaba “éter” como una fuente de energía infinita. Dicha sustancia, que está difundida por todo el universo, si fuese estimulada de la manera adecuada podría administrar energía en cualquier parte y en cualquier momento.» Complacido por el hecho de que su amada lo estaba observando con creciente admiración, continuó orgulloso su exposición. «Este hombre estudioso, después de haber peleado con la hipocresía y la avaricia de los poderosos de su época, afirmó que la humanidad no estaba todavía preparada para un desarrollo de este tipo y abandonó el proyecto mientras hacía desaparecer todo rastro del mismo. Sólo hoy, después de más de cien años, nuestros científicos han comenzado a teorizar sobre la presencia de una sustancia que llaman materia oscura que conformaría más del 70% de la densidad del universo.»

      Â«Estoy impresionada» exclamó la doctora mientras lo miraba asombrada. «Ni siquiera yo imaginaba que fueses un erudito en esta materia.»

      Â«Son tantas las cosas que debes descubrir todavía sobre mí, querida» replicó Jack con la misma broma y con el mismo gesto, aunque realmente sus cabellos eran demasiado cortos para obtener el efecto que buscaba.

      Â«Quizás estamos hablando de lo mismo.» dijo Azakis complacido.

      Â«Energía ilimitada, a disposición de todos, por todas partes del universo y a un costo cero… increíble.» Jack estaba absorto en la valoración de todas las posibles implicaciones de esta nueva y perturbadora revelación cuando su teléfono móvil comenzó a sonar con la misma musiquilla de antes.

      Â«Â¿Y ahora quién demonios será?» exclamó un poco molesto. A continuación leyó el nombre del emisor de la llamada y su rostro se iluminó. «Almirante, no creía que le iba a escuchar tan pronto.»

      Â«Muchacho, he conseguido ponerme en contacto con el Presidente y le he explicado la situación. Ahora está justo delante de mí. Si quieres te lo paso.»

      Â«Â¡Pues claro, faltaría más!» respondió un poco embarazado mientras que, gesticulando, le mostraba a Petri el teléfono móvil. Pasaron algunos segundos y una voz tranquila y profunda se escuchó desde el teléfono. «¿Coronel Jack Hudson?»

      Â«Sí señor Presidente, soy yo. A sus órdenes.» al responder no pudo resistirse a ponerse en posición de firmes, provocando una tímida sonrisa en Elisa.

      Â«Señor coronel, sólo el respeto y la confianza que siento por el almirante Wilson ha hecho posible esta llamada. Aquello que me ha contado es tan absurdo que incluso podría ser verdad.»

      Â«Presidente, querría que apuntase el primer telescopio que esté disponible a las coordenadas que le voy a enviar.»

      Petri, que se había ya encargado de posicionar la Theos sobre un paralelo más cercano al norte, de manera que se pudiese ver una zona de la Tierra que todavía estaba a oscuras, hizo aparecer sobre la pantalla gigante una serie de números. Jack, a toda velocidad, los escribió en el teléfono móvil y los envió. «Esta es la posición actual de nuestra astronave. No creo que sus técnicos tengan muchos problemas para encontrarnos.»

      El Presidente hizo un gesto a su asistente más alto y robusto que se encontraba en el Despacho Oval de la Casa Blanca. Le mostró los números que habían aparecido sobre el teléfono móvil y susurró algo al oído. El hombre, que vestía un traje negro, una camisa blanquísima y una corbata gris a rayas de color claro, se acercó la muñeca a la boca e impartió una serie de órdenes.

      Â«Presidente» continuó Jack. «La situación es bastante seria. Nuestro planeta está a punto de verse envuelto en un cataclismo de proporciones gigantescas, con la ayuda de estas personas que han venido desde tan lejos podremos hacer algo para evitarlo. Entiendo perfectamente todas sus dudas pero están realmente aquí y se lo puedo demostrar.»

      Petri activó los sensores de corto alcance sobre las coordenadas que le había indicado anteriormente el coronel y sobre la pantalla del puente de mando apareció una panorámica desde arriba del Despacho Oval.

      Â«Señor, en este momento usted tiene la mano derecha apoyada sobre el escritorio, a su lado está el almirante y hay otras dos personas en la habitación.»

      El Presidente miró instintivamente a su alrededor intentando descubrir al intruso que lo estaba espiando. Dudó un momento, después dijo desconcertado «Es absurdo. ¿Cómo ha podido saber estas cosas?»

      Â«Simplemente, le estoy observando.»

      Â«Es absolutamente imposible. No existe nada capaz de penetrar el blindaje de esta habitación.»

      Â«Nada que sea terrestre, Presidente» lo corrigió Jack. A continuación Petri se le acercó y le susurró algo en el oído. El coronel abrió los ojos desmesuradamente, a continuación, con tono decidido, dijo. «Creo que esto no lo puede hacer ninguna otra tecnología.»

      No había terminado de decir la frase que el histórico escritorio del siglo XIX, conocido como el escritorio Resolute, comenzó poco a poco a levantarse. El Presidente pegó un salto hacia atrás y miró estupefacto en dirección del almirante que le respondió con una mirada igualmente asombrada.

      Â«El escritorio está flotando» exclamó. «Es como si la fuerza de gravedad no tuviese ningún efecto sobre ella.»

      El otro hombre que estaba en la habitación, un poco más bajo que el anterior pero también muy macizo, extrajo instintivamente la pistola de la funda escondida debajo de la axila para proteger a su jefe. Miró rápidamente a derecha y a izquierda intentando descubrir una sombra, pero no vio nada sospechoso.

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