Encuentro Con Nibiru. Danilo Clementoni

Encuentro Con Nibiru - Danilo Clementoni


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exclamó. «Se hace así. ¿Así que un pobre iraquí debe enseñar a tres americanos como se echa la cerveza, verdad?»

      Una fuerte risotada surgió de la garganta de los tres comensales que, levantando los vasos, los hicieron chocar haciendo un brindis de buena suerte.

      El propietario, después de haber hecho la consabida reverencia, se fue de nuevo a la cocina. Apenas había cruzado el umbral y, mientras se aseguraba que nadie lo estuviese observando, controló su teléfono móvil para comprobar la foto que había hecho. Las imágenes se movían un poco pero el careto del general Campbell se veía perfectamente. Envió enseguida el vídeo al número al que había llamado antes y esperó pacientemente. No había pasado ni un minuto, una ligera vibración del teléfono lo avisó de que tenía una llamada entrante.

      Â«Es él» dijo la voz al otro lado de la línea. «Dentro de una hora, como máximo, estaremos allí. No los dejes marchar antes de ninguna de las maneras.»

      Â«Acaban de llegar y todavía deben comenzar a comer. Tenéis todo el tiempo del mundo.» y colgó.

      Astronave Theos – El almirante

      Elisa todavía estaba observando el extraño objeto que Azakis le había dejado caer en la mano cuando la puerta del modulo número seis se abrió. Petri, con una expresión realmente resplandeciente llegó portando sobre la mano el teléfono móvil del coronel

      Â«Lo conseguí» exclamó «eso espero». Se acercó rápidamente donde estaban los tres que se encontraban en el centro del puente de mando y continuó. «Es un sistema realmente antiguo pero creo que he conseguido comprender su funcionamiento. Me he conectado a uno de esos satélites que vagan alrededor del planeta sobre una órbita de menor altitud que la nuestra y creo que ahora será posible hacer una “llamada”.»

      Â«Eres grande, amigo mío» exclamó Azakis. «No tenía ninguna duda que lo conseguirías»

      Â«Antes de cantar victoria veamos si funciona de verdad» dijo Jack cogiendo el teléfono móvil de las manos del alienígena. El coronel observó con atención la pantalla del aparato y a continuación dijo asombrado. «Increíble, tiene las tres rayas de la cobertura.»

      Â«Venga, prueba» sugirió Elisa ansiosa.

      Jack recorrió rápidamente su agenda y encontró el número del almirante Wilson. Antes de llamar, sin embargo, le asaltó una duda. «¿Qué hora será en Washington?»

      Â«Creo que sobre las dos y media de la tarde» respondió Elisa después de dar una ojeada a su reloj de pulsera.

      Â«Ok, lo intentaremos.» Jack tomó un poco de aire y a continuación pulsó el botón “ENVIAR”. El teléfono daba señal. Increíble…

      Esperó pacientemente y sólo después del séptimo sonido de llamada una voz áspera y profunda respondió. «Almirante Benjamín Wilson, ¿con quién hablo?»

      Â«Almirante, soy el coronel Jack Hudson. ¿Me escucha bien?»

      Â«Sí, hijo, fuerte y claro. Es un placer escuchar tu voz después de tanto tiempo. ¿Va todo bien?»

      Â«Almirante… Sí, sí, gracias…» Jack estaba muy nervioso y no sabía en realidad por donde comenzar. «Le molesto por una cuestión de la máxima urgencia y que es, de verdad, increíble.»

      Â«Por Dios, muchacho, no me tengas en ascuas. ¿Qué diablos está sucediendo?»

      Â«Bueno, no es muy fácil de explicar. Usted se fía de mí, ¿verdad?»

      Â«Pues claro, ¿Qué clase de pregunta es esa?»

      Â«Lo que estoy a punto de decirle le podría parecer absurdo, pero le puedo asegurar que es la pura verdad.»

      Â«Jack, si no me dices enseguida algo, me va a dar un infarto.»

      Â«De acuerdo.» El coronel hizo una pequeña pausa, después le contó todo de golpe. «Yo, en este momento, estoy orbitando alrededor de la Tierra. Estoy en una nave extraterrestre y tengo terribles noticias para comunicar directamente al presidente de los Estados Unidos. Usted es la única persona de la que me fío y que podría ponerme en contacto con él. Le juro sobre la memoria de mi padre que no estoy bromeando.»

      Trascurrieron un montón de segundos durante los cuales ningún sonido salió del altavoz del teléfono. Por un instante Jack temió que al almirante le hubiera dado un patatús. A continuación, la voz del otro lado del teléfono dijo «¿Estás realmente llamando desde allí arriba? ¿Cómo demonios lo has conseguido?»

      Wilson es una persona increíble. En vez de preocuparse por los alienígenas se está preguntando como demonios he conseguido hacer funcionar el teléfono móvil desde aquí… Fantástico…

      Â«Bueno, gracias a su tecnología han conseguido hacer una especie de conexión con un satélite de comunicaciones. No se decirle nada más..»

      Â«Â¡Alienígenas! ¿De dónde vienen? ¿Cuál es esa catástrofe inminente? ¿Por qué te han cogido justo a ti?»

      Â«Almirante, es una larga historia, espero tener tiempo para contársela, pero ahora lo más importante es que usted me ponga en contacto, lo más rápido posible, con el Presidente.»

      Â«Muchacho, tengo una fe ciega en ti pero, para hacer comprender a nuestro amado presidente una historia de este tipo, necesitaré algo más que tu llamada.»

      Â«Lo imaginaba y tiene razón» prosiguió Jack. «¿Y si le dijese que usted, en este momento, está sentado en una butaca de color marrón oscuro y que tiene un ejemplar del New York Times sobre las rodillas, mis palabras resultarían más convincentes?»

      Petri había conseguido determinar las coordenadas del almirante mediante la señal de su teléfono, había puesto en posición la Theos justo en el cenit de la ciudad y había activado los sensores de corto alcance apuntando directamente sobre la fuente de las emisiones.

      Â«Â¡Por todos los diablos!» exclamó el almirante separando los pies y dejando caer el periódico al suelo. «¿Cómo recontra has podido saberlo? Aquí no puede haber tele cámaras escondidas. Mi oficina la controlan y rastrean todos los días.»

      Â«En realidad, el aparato con el que lo estoy observando no es una “tele cámara”. Digamos que es un sistema de visión absolutamente increíble. Estamos a 50.000 kilómetros de la Tierra y podría leer su periódico desde aquí sin ningún problema. Podría incluso decirle a cuántas pulsaciones está batiendo su corazón.»

      Â«Me estás tomando el pelo, ¿verdad?»

      Jack miró a Petri que enseguida cambó el modo de visualización.

      El almirante aparecía como una figura rojiza con diversos matices de amarillo y gris oscuro. Sobre la pantalla, arriba a la derecha, aparecieron algunos números. Jack los leyó y continuó diciendo «Su corazón está latiendo a noventa y ocho pulsaciones por minuto y su presión arterial es 135/90 mmHg.»

      Â«Eh, lo sé, es un poco alta. Tomo algunas medicinas para tenerla bajo control pero no siempre lo consigo. Sabes, la edad…» después reflexionó un instante y exclamó. «Pero todo esto es realmente increíble, me deja estupefacto. ¿Crees que podrás hacer lo mismo con el Presidente?»


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