Encuentro Con Nibiru. Danilo Clementoni
Azakis sonriendo. «Como a Petri le dé por ponerse a ello, ni te imaginas las cosas que puede hacer» y dio una palmada sobe la espalda del compañero.
«Calma, calma» replicó Petri agitando las manos en el aire. «Ante todo quiero saber lo que significa el término âllamadaâ»
Jack, un poco asombrado por la pregunta, aparentemente banal, si volvió hacia Elisa que, primero se encogió de hombros y luego, señalando el bolsillo del coronel, sugirió «Enséñale tu teléfono móvil, ¿no?»
Rápidamente Jack extrajo su smartphone. Era un modelo con pantalla táctil un poco anticuado. Nunca le habÃa gustado seguir la moda absurda de comprarse siempre el último modelo. PreferÃa tener un instrumento que conociese bien sin tener que perder el tiempo cada dos por tres aprendiendo las funciones de uno nuevo.
«No soy un entendido» dijo Jack mientras se lo mostraba al alienÃgena «pero con esta cosa podemos hablar con otra persona que tenga uno similar, simplemente componiendo su número sobre este teclado»
Petri cogió el teléfono y lo observó con atención. «Debe ser un sistema de transmisión bidireccional, parecido a nuestros comunicadores portátiles»
«Con la única diferencia que» añadió Elisa «cada vez que lo utilizamos nos chupan un montón de dinero»
Petri la miró asombrado después, visto que no habÃa pillado la broma, decidió no añadir más. Se encogió de hombros y se metió en el modulo de transporte interno más cercano donde desapareció después de algunos segundos.
«Bien, imaginemos que consigue hacer funcionar tu teléfono móvil desde aquÃ, ¿qué piensas hacer?» preguntó Elisa mientras intentaba recuperarse de la debilidad debida a la carencia de oxÃgeno y de las mil emociones que habÃa vivido en las últimas horas.
«Ante todo pensaba ponerme en contacto con el senador Preston, el superior inmediato del general Campbell. Después, sin embargo, dado que este personaje no me ha convencido nunca en absoluto, he decidido tomar otro camino para llegar hasta el presidente»
«¿Piensas que pueda estar también implicado?»
«Nunca me he fiado de esos dos. Circulan rumores que dicen que Preston están relacionado con algunos traficantes de armas muy poco recomendables. No me fÃo de él en absoluto»
«¿Por lo tanto?»
«Por lo tanto contactaré directamente con el almirante BenjamÃn Wilson. Ha sido el brazo derecho del presidente durante algunos años y era también un gran amigo de mi padre.»
«¿Era?»
«Por desgracia mi padre murió hace dos años»
«¡Cuánto lo sientoâ¦!» susurró Elisa mientras le acariciaba el brazo izquierdo.
«Wilson me conoce desde que era un niño. Es una de las pocas persona en las que tengo una fe ciega»
«No sé qué decir. A pesar de que tengas una buena relación con él creo que será difÃcil hacerle digerir una noticia como esta por teléfono»
«PodrÃa mandarle unas fotos de su ciudad desde aquà arriba»
«Con nuestros sensores de corto alcance» dijo Azakis que se habÃa mantenido apartado hasta ahora «podrÃamos incluso decirle, en tiempo real, a cuántas pulsaciones por minuto bate su corazón»
«No hagas bromas, por favor» exclamó Elisa reforzando su comentario con un gesto de su mano.
«¿No me crees? Espera un momento»
Azakis, mediante O^COM, hizo aparecer sobre la pantalla gigante una vista desde arriba del campamento de la doctora. En unos pocos segundos consiguió agrandar la imagen hasta encuadrar su tienda laboratorio
«Eso que estáis viendoâ¦Â»
«¡Es mi tienda!» exclamó Elisa antes de que Azakis terminase la frase.
«Justo. Ahora fÃjate bien.»
De repente, fue como si la cubierta de la tienda se hubiese desvanecido y se podÃan ver perfectamente todos los objetos que habÃa en su interior.
«Mi escritorio, mis librosâ¦increÃble»
«Si hubiese alguien en el interior podrÃa incluso mostrarte el calor generado por su flujo sanguÃneo y por lo tanto calcular también sus relativas pulsaciones»
Decididamente satisfecho de la demostración que habÃa hecho el alienÃgena comenzó a girar por la habitación a paso rápido.
Repentinamente, sin embargo, el coronel, que todavÃa no se habÃa repuesto de la sorpresa, tuvo como una revelación y exclamó enfadado.
«¿Cómo que âsi hubiese alguienâ? tendrÃa que haber alguien. ¿Dónde diablos se han metido los dos prisioneros?»
Elisa se acercó a la pantalla para mirar mejor. «Quizás los han trasladado. ¿Podemos tener una imagen completa del resto del campamento?»
«Ningún problema.»
En unos pocos segundos Azakis comenzó a mostrar una panorámica del campamento. Los sensores escrutaron por todas partes pero de aquellos dos no habÃa ni rastro.
«Han debido escapar» dijo lacónicamente el coronel. «Esto significa que nos los encontraremos en el momento menos pensado. Afortunadamente el general ha sido trasladado a un sitio seguro por mis hombres. Estos tres juntos son capaces de montarnos una buena»
«No importa» dijo Elisa. «Ahora tenemos problemas más graves de los que ocuparnos.»
Ni siquiera habÃa terminado la fase cuando la puerta del módulo de comunicación interno número tres se abrió. Una atractiva muchacha salió de él caminando de manera suave y sinuosa. TenÃa en la mano una especie de bandeja totalmente transparente sobre la cual habÃa apoyados algunos recipientes de colores.
«Señores» anunció con pomposidad Azakis esbozando una de sus mejores sonrisas. «Les presento a la oficial de ruta más fascinante de toda la galaxia»
Jack, al cual le caÃa la baba del estupor, consiguió balbucir un sencillo âbuenos dÃasâ antes de recibir un codazo asestado entre la décima y la undécima costilla de su costado derecho.
«Bienvenidos a bordo» dijo en un inglés bastante forzado. «Imagino que tenéis hambre. Os he traÃdo algo para comer»
«Gracias. Muy amable» replicó Elisa un poco enfurruñada mientras que con la mirada fulminaba a su novio.
La muchacha no dijo nada más. Apoyó la bandeja sobre un soporte que habÃa a su izquierda, iluminó su cara con una esplendida sonrisa y, después de unos segundos, desapareció de nuevo por el mismo módulo por el que habÃa llegado.
«Guapa, ¿verdad?» comentó Azakis mirando al coronel.
«¿Quién es guapa?¿de quién estáis hablando?» se apresuró a responder Jack recordando el golpe recibido anteriormente.
Azakis lanzó una sonora risotada, a continuación, con un gesto de la mano, los invitó a que se sirviesen.
«¿Qué demonios es esta cosa?» murmuró Elisa mientras, de manera poco elegante, olisqueaba aquella comida.
«HÃgado de Nebir» se apresuró a decir