Encuentro Con Nibiru. Danilo Clementoni
negros apareció en la entrada de la puerta, a espaldas del sargento. VestÃa el uniforme con los galones de general pero en su hombro derecho faltaba una de las cuatro estrellas. Estaba esposado y, detrás de él, el soldado de antes le estaba apuntando con el arma.
Cuando vio a aquellos dos, el general se sorprendió por un instante, después, intuyendo el plan, quedó en silencio y puso la cara más triste que pudo.
«Gracias soldado» dijo el coronel flaco mientras sacaba de su cartuchera su Beretta M9. «Nos hacemos cargo nosotros de esta basura»
Astronave Theos â El plan de acción
«¿No te excita saber que seremos los dos los que salvaremos la tierra, amor mÃo?» dijo Elisa mientras miraba al coronel con ojos de gatita enamorada y le cogÃa la mano.
«¿Amor mÃo? ¿No te estás precipitando un poco?» dijo en tono irritado y severo Jack.
Elisa se asustó y solo cuando el coronel le sonrió dulcemente y le acarició una mejilla comprendió que le estaba tomando el pelo.
«¡Serás rastrero! No vuelvas a gastarme una broma de ese tipo sino te vas a enterar quién soy» y comenzó a golpearlo sobre el pecho con las dos manos.
«Calma, calma» le susurro Jack mientras la estrechaba contra él. «Vale. Ha sido una estupidez. No lo haré más»
Aquel abrazo imprevisto tuvo sobre la doctora un efecto sedante y relajante. Sintió que toda la tensión acumulada hasta ese momento se derretÃa como la nieve ante el sol. Después de todo lo que habÃa sucedido en las últimas horas, era justo esto lo que necesitaba. Decidió abandonarse entre sus brazos y, cerrando lentamente los ojos, apoyó la cabeza sobre el poderoso pecho y se dejó ir completamente.
Azakis, mientras tanto, se habÃa introducido en la siempre demasiado estrecha y maldita cabina H^COM y estaba esperando que desde el visor holográfico que habÃa enfrente de él llegase la respuesta a su petición de comunicación.
Sobre la pantalla, partiendo desde el centro, una serie de ondas multicolores estaban creando un efecto similar al de una piedra que se tira en las tranquilas aguas de un estanque. De repente, de manera gradual, las ondas comenzaron a desaparecer dejando su puesto a la cara delgada y marcada por los años de su superior Anciano.
«Azakis» dijo sonriendo ligeramente el hombre mientras alzaba lentamente la huesuda mano a modo de saludo. «¿Qué puede hacer este pobre viejo por ti?»
«Hemos desvelado la verdad a los dos terrestres.»
«Un acto muy audaz» comentó el Anciano apretándose el mentón con el pulgar y el Ãndice. «¿Cómo se lo han tomado?»
«Digamos que, después de la sorpresa inicial, creo que han reaccionado muy bien.» Azakis hizo una breve pausa, después dijo muy serio. «Les hemos propuesto utilizar el toroide con el superfluido»
«¿El toroide?» exclamó su interlocutor poniéndose en pie con un salto que hubiera dado envidia a cualquier chaval. «Pero si no se ha podido probar a pleno rendimiento. ¿Recuerdas lo que sucedió la última vez, verdad?. Con ese artefacto podrÃamos crear una fluctuación gravitacional incontrolada y también está el riesgo de crear, incluso, un pequeño agujero negro.»
«Lo se, lo se.» replicó sumisamente Azakis. «No creo que haya otra alternativa. Esta vez, si no usamos métodos drásticos, la transición de Kodon podrÃa resultar fatal para los terrestres»
«¿Qué has pensado?»
«El encuentro de las órbitas de los dos planetas será, más o menos, dentro de siete dÃas. DeberÃas preparar el toroide y traerlo aquà por lo menos un dÃa antes»
«No es mucho tiempo, ¿lo sabes?»
«Debes dejarme un margen de tiempo para ponerlo en posición, para configurarlo y para proceder a la activación»
«Tengo un mal presentimiento» dijo el Anciano mientras se pasaba una mano entre los blancos cabellos..
«Petri es como es. Todo irá bien»
«Sois dos muchachos muy inteligentes, no tengo ninguna duda pero tened cuidado. Ese artefacto se puede convertir en un arma mortÃfera»
«Intenta que llegue a tiempo, nosotros nos ocuparemos del resto. No te preocupes»
«Muy bien. Hablaremos en cuanto todo esté preparado. Buena suerte»
La cara de su superior desapareció del monitor que volvió a mostrar las mismas ondas multicolores del principio.
Azakis se levantó lentamente de la incómoda butaca y permaneció un rato con las manos apoyadas sobre el plano de la estrecha consola. Miles de pensamientos llenaban su mente y, mientras un ligero estremecimiento le recorrÃa la espalda, tuvo la sensación de que estaban a punto de meterse en un montón de problemas.
«Zak» exclamó alegremente su compañero de aventuras cuando lo vio salir de la cabina H^COM. «¿Qué dijo el viejo?»
Azakis estiró un poco los brazos y dijo tranquilamente. «Nos ha dado el permiso. Si todo sucede como lo hemos planeado tendremos el toroide, o mejor el Newark, el dÃa anterior a la transición»
«Espero que lo consigamos. No será fácil configurar ese aparato en tan poco tiempo»
«¿Por qué te preocupas, amigo mÃo?» replicó sonriendo ligeramente Azakis. «En el peor de los casos abriremos una distorsión espacio temporal que succionará la Tierra, Kodon, Nibiru y todos los otros satélites al mismo tiempo»
Los dos terrestres, que estaban un poco apartados pero que no se habÃan perdido ni una sÃlaba de la conversación, quedaron petrificados.
«¿Pero qué estáis diciendo?» consiguió balbucear Elisa mientras lo miraba estupefacta. «¿Distorsión espacio temporal? ¿Succión? ¿Estáis diciendo que si este plan no funcionase seremos los artÃfices de la destrucción de nuestro pueblo y del vuestro?»
«Bueno, es un poco arriesgado» contestó con tranquilidad Azakis.
«¿Un poco arriesgado? ¿Y nos lo dices asÃ, con total calma y serenidad, sin ni siquiera inmutarte? Tú debes estar loco, y nosotros todavÃa más.»
«Cálmate, tesoro» intervino Jack cogiéndola por los hombros y mirándola directamente a los ojos. «Son mucho más inteligentes que nosotros, están más preparados y si han decidido seguir este camino no podemos hacer otra cosa que apoyarles y darles todo el apoyo que sea posible.»
La doctora dejó escapar un suspiro y luego dijo. «Tengo que sentarme. Demasiadas emociones por hoy. Si todo discurre como has dicho me da algo»
Jack la cogió del brazo y la acompañó hasta la butaca más cercana. Elisa, emitiendo un leve gemido, se dejó caer encima como si fuese un peso muerto.
«Quizás hemos reducido demasiado el porcentaje de oxÃgeno en el aire» susurró Azakis a su compañero.
«He intentado que fuese lo más compatible posible para todos y evitar asà el uso de esos antipáticos aparatos respiratorios»
«Lo se, amigo mÃo, pero temo que ellos se están resintiendo demasiado»
«OK. Voy a variar el porcentaje. Nosotros podemos adaptarnos más fácilmente.»
El coronel,