Encuentro Con Nibiru. Danilo Clementoni

Encuentro Con Nibiru - Danilo Clementoni


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estómago impresionante, no Zak? Pruébala también tú, amor. El sabor es un poco raro pero de ninguna manera malo.»

      El coronel, que estaba mirando horrorizado a Elisa mientras devoraba sin ningún pudor toda aquella extraña comida que había sobre la bandeja, se limitó a farfullar. «No, no, gracias. No tengo hambre»

      Su atención estaba, sin embargo, pendiente tanto de la bandeja como de los recipientes que hacían de platos. Cogió uno de ellos, de color rojo brillante, y probó su consistencia. Estaba muy frío. Más frío de lo que debería estar y, no obstante, la comida que había en su interior estaba hirviendo. Con la punta del dedo índice tocó toda la superficie. Era increíblemente lisa. No parecía ni de metal ni de plástico. Por otra parte, ¿cómo habría podido ser de plástico? Ellos lo usaban para otras finalidades. Otra cosa muy extraña era que, a pesar de la perfecta fabricación de la superficie, había una absoluta falta de reflejos. Era como si la luz fuese engullida por aquel misterioso material. Acercó la oreja a la lisa superficie y, con el nudillo del dedo medio, comenzó a dar golpes con cuidado. Parecía increíble, del recipiente no salía ningún ruido. Era como si estuviese golpeando una bola de algodón.

      Â«Â¿De qué material están hechos estos objetos?» preguntó con curiosidad. «¿Y la bandeja? Parece que es el mismo material»

      Azakis, bastante sorprendido por la extraña pregunta, se acercó también él a la bandeja. Cogió otro recipiente, esta vez de color verde, y lo alzó a la altura de sus ojos.

      Â«En realidad no es un tipo de “material”»

      Â«Â¿En qué sentido? ¿Qué quieres decir?»

      Â«Â¿Vosotros qué utilizáis para guardar objetos, como recipientes para la comida, los líquidos o cualquier otra cosa?»

      Â«Bueno, en realidad, para transportar materiales habitualmente utilizamos cajas de cartón o de madera. Para servir la comida utilizamos cazuelas metálicas, platos de cerámica y vasos de cristal, mientras que para transportar o conservar los alimentos y los líquidos utilizamos recipientes de plástico con las formas más diversas»

      Â«Â¿De plástico? ¿Estamos hablando del mismo plástico que nos interesa a nosotros?» preguntó horrorizado Azakis.

      Â«Creo que sí» replicó con humildad el coronel. «En realidad el plástico se ha convertido en uno de los problemas más graves con respecto a la contaminación de nuestro planeta. Vosotros mismos nos habéis dicho que habéis encontrado ingentes cantidades por todas partes». Hizo una pequeña pausa y luego añadió. «Es por esta razón que vuestra oferta de poder recuperarlo todo nos ha seducido tanto. Encontraríamos de esta manera la solución a un problema enorme»

      Â«Veamos, si he comprendido bien, ¿vosotros utilizáis el plástico para fabricar recipientes y después lo desecháis sin ningún remordimiento, contaminando de esta manera cada rincón de vuestro planeta?»

      Â«Has dado en el clavo» replicó Jack, cada vez más avergonzado.

      Â«Es una locura, algo realmente absurdo. Os estáis envenenando a vosotros mismos.»

      Â«Bueno, si incluyes también todo el humo provocado por nuestros medios de transporte, por nuestras fábricas y por los sistemas para generar energía, hemos conseguido incluso empeorar las cosas. Por no hablar de la basura radioactiva que todavía no sabemos qué hacer con ella»

      Â«Sois unos locos inconscientes. Estáis destruyendo el planeta más hermoso del sistema solar. Y, por desgracia, es también culpa nuestra»

      Â«Â¿Cómo que vuestra?»

      Â«Bueno, hemos sido nosotros los que hemos modificado vuestro ADN unos cientos de miles de años atrás. Os dimos una inteligencia superior a la de otros seres de la Tierra ¿y vosotros cómo la habéis utilizado?»

      Â«La hemos utilizado para llevar el planeta a la ruina». Jack hablaba mientras mantenía la cabeza baja, como cuando un alumno está sufriendo la regañina de la maestra porque no ha hecho los deberes. «Sin embargo habéis vuelto. Sólo espero que podáis ayudarnos para arreglar lo que hemos estropeado»

      Â«No creo que sea tan fácil» dijo Azakis cada vez más alterado. «Gracias al análisis que ha hecho Petri sobre el estado de vuestros océanos hemos podido descubrir que la cantidad de pescado que hay en ellos se ha reducido en más del ochenta por ciento desde la última vez que hemos estado aquí. ¿Cómo ha podido suceder?»

      Jack, en este momento, hubiera querido que se lo hubiese tragado la tierra. «No hay justificación posible» consiguió decir con un hilo de voz. «Somos solo una manada de engreídos, arrogantes, presuntuosos y mediocres seres descerebrados»

      Elisa, que había escuchado en silencio todos los reproches de Azakis, engulló el último trozo de hígado de Nebir, se limpió la boca con el dorso de la mano y, a continuación, dijo tranquilamente «No todos somos así, ¿eh?»

      El alienígena la miró sorprendido pero ella continuó con decisión. «Son los prepotentes de siempre los que nos han reducido a este estado. La gran mayoría de las personas normales pelea cada día para defender el medio ambiente y todas las formas de vida que pueblan nuestro amado planeta. Es muy fácil llegar de un lugar a millones de kilómetros, después de miles de años y darnos lecciones de moral. ¡Nos habréis dado la inteligencia pero no nos habéis dejado ni siquiera un manual de instrucciones sobre cómo utilizarla!»

      Jack la miró y comprendió que estaba perdidamente enamorado de aquella mujer.

      Azakis se había quedado con la boca abierta. No se esperaba una reacción como esta. Elisa, por el contrario, continuó imperturbable. «Si de verdad queréis ayudarnos, deberíais poner a nuestra disposición todos vuestros conocimientos tecnológicos, médicos y científicos, y todo en el menor tiempo posible, ya que no os quedaréis mucho tiempo en este desastre de planeta.»

      Â«Vale, vale. No te acalores.» replicó Azakis. «Me parece que nos hemos puesto a vuestra disposición sin dudarlo ¿o no?»

      Â«Tienes razón. Perdona. Realmente habríais podido coger el plástico y regresar al lugar de donde habéis venido sin siquiera despediros y en cambio estáis aquí arriesgando vuestro pellejo junto a nosotros»

      Elisa estaba realmente arrepentida por el pronto que había tenido. Entonces, para desdramatizar un poco la situación, dijo alegremente. «La comida era realmente buena.» a continuación se acercó al alienígena y mirando hacia arriba dijo con dulzura. «Perdóname, no habría debido actuar así.»

      Â«No te preocupes, te entiendo perfectamente y, para demostrarte he no te guardo rencor, te regalo esto.»

      Elisa puso su mano abierta y Azakis dejó caer un pequeño objeto oscuro.

      Â«Gracias. ¿Qué es?» preguntó con curiosidad.

      Â«Es la solución a vuestros problemas con el plástico»

      Nasiriya – La cena

      Después de que el senador hubiese acabado bruscamente la conversación, los tres hombres quedaron durante un rato mirando la pantalla que tenían enfrente, la cual mostraba dibujos abstractos multicolores que se entrecruzaban unos con otros sin parar.

      Â«Â¿Y ahora qué se hace?» preguntó el tipo alto y delgado, interrumpiendo aquella especie de hipnosis colectiva.

      Â«Creo


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