Encuentro Con Nibiru. Danilo Clementoni
lo incitaba a continuar gesticulando ampliamente con las manos y haciendo extrañas muecas con la boca.
«Su planeta se está acercando velozmente al nuestro. Uno de sus satélites, Kodon, nos rozará más o menos dentro de siete dÃas y podrÃa producir una serie de alteraciones indecibles. Incluso nuestra órbita y también la de la Luna se podrÃan resentir de este choque. Sobre nuestro planeta, olas impresionantes podrÃan abatirse sobre las tierras emergidas y las aguas podrÃan hacer desaparecer a millones y millones de personas. En conclusión, una catástrofe.»
El almirante se habÃa quedado sin palabras. Se dejó caer pesadamente sobre su butaca marrón y, con un hilo de voz, consiguió susurrar «Que me parta un rayo»
«En realidad, a estos amigos que están aquÃ, les complacerÃa poner a nuestra disposición un sistema que serÃa capaz de frenar la mayorÃa de los efectos nefastos pero es un método muy peligroso y que no se ha experimentado jamás antes. Además, aunque todo ocurra de la mejor manera posible, no conseguiremos superar el acontecimiento indemnes. Una parte de la influencia planetaria, aunque pequeña, no podrá ser contenida, por desgracia. Por lo tanto, deberemos organizarnos para reducir los daños y las pérdidas al mÃnimo.»
«Muchacho» respondió con suavidad el almirante. «Creo que el Presidente deberÃa saber inmediatamente todo lo que me has contado. Sólo espero, por nuestro bien, que esto no sea una broma, porque ninguno de los dos sobrevivirÃa aunque, en mi interior, creo que sà es verdad. Quizás me he quedado dormido en la butaca y dentro de un rato me despertaré y me daré cuenta que esto no es nada más que una pesadilla..»
«Incluso a mà me gustarÃa que fuese asÃ, almirante. Por desgracia esto no es un mal sueño sino la pura y cruda verdad. ConfÃo en usted para hacer llegar esta noticia al Presidente.»
«Ok. Dame un poco de tiempo para encontrar la forma apropiada de hacerlo. ¿Cómo me puedo poner en contacto contigo?»
«Pienso que lo podrá hacer con sólo rellamar a este número» dijo Jack mientras volvÃa la mirada hacia Petri que, con una expresión un poco titubeante, alzó los hombros. «DeberÃa funcionar» continuó Jack. «De todos modos, si no lo hace dentro de una hora le llamo yo, ¿ok?»
«De acuerdo. Hasta luego.»
«Se lo agradezco infinitamente» dijo el coronel y acabó la conversación. Quedó durante unos minutos inmóvil con la mirada perdida en el vacÃo, a continuación, volviéndose hacia los tres que estaban pendientes de sus palabras, dijo tranquilamente «Nos ayudará.»
«Esperemos que sea asû replicó un poco titubeante Elisa. «No creo que sea fácil convencer al Presidente que esto no sea una tomadura de pelo.»
«Sólo él puede llevar a cabo una empresa de este tipo. Démosle un poco de tiempo.» después, volviéndose hacia Petri, dijo «Con tus sensores o cualquier otro artefacto del demonio que quieras utilizar intenta mostrar un bonito espectáculo. Deberemos asombrarlo con algo realmente excepcional y que sea capaz de dejar a todos con la boca abierta.»
«Yo me encargo» dijo Petri con una sonrisa sardónica. «La verdad es que efectos especiales no nos faltan»
«Si quieres puedo indicarte la posición exacta de la Casa Blanca, la residencia oficial del presidente de los Estados Unidos de América, y también la del Pentágono, que es la sede del cuartel general del Departamento de Defensa.»
«Muy bien» dijo Elisa acercándose a Azakis «mientras vosotros dos os divertÃs atemorizando a los pobrecitos habitantes de la Tierra, te agradecerÃa que me explicases que es esta extraña cosa que me has dado antes.»
«Como te decÃa, pienso que pueda ser la solución a todos vuestros problemas con los residuos»
«No me dirás ahora que bastará que lo encienda para hacer desaparecer todo el plástico que hay por ahà disperso, ¿verdad?»
«Por desgracia no hemos inventado todavÃa nada parecido pero esto podrÃa ayudaros a sustituirlo»
«Soy toda oÃdos» y se lo dio.
«Este pequeño objeto no es otra cosa que un mini generador de campo de fuerza. Gracias a una sencillÃsima programación es capaz de tomar la forma del objeto que se desea.»
«No lo entiendo»
«Ahora mismo te hago una demostración. Abre la mano.» Azakis apretó con delicadeza el pequeño y oscuro rectángulo entre el pulgar y el Ãndice y se lo apoyó sobre la mano abierta. No habÃa pasado ni un segundo cuando, por encanto, una hermosÃsima maceta de mil y variados colores se materializó en la mano.
«Pero ¡qué diablosâ¦!» Elisa, atemorizada, retrajo instintivamente la mano y dejó que la maceta cayese a tierra mientras rebotaba de aquà para allá, pero sin romperse y, sobre todo, sin emitir ningún ruido.
«Perdona» consiguió susurrar Elisa apenada. «Realmente no me lo esperaba» y se inclinó para recogerla.
La cogió, la levantó sobre la cabeza y comenzó a observarla desde todos los ángulos. A pesar de que la superficie era totalmente lisa no parecÃa que la luz se reflejase en ella de ninguna manera. Al contacto el objeto estaba más frÃo de lo que se esperaba y no parecÃa que estuviese hecho de un material que ella conociese.
«Esta cosa es absolutamente increÃble. ¿Cómo lo habéis conseguido?»
«Todo el mérito es suyo» respondió Azakis indicando el pequeño objeto negro que estaba incrustado en el fondo de la maceta. «Es eso lo que está generando un campo de fuerza con la forma que ves.»
«¿Lo podrÃas hacer con forma de botella?»
«Por supuesto» respondió Azakis con una sonrisa. «Observa» y mientras lo decÃa apoyó la yema del dedo Ãndice sobre el pequeño rectángulo y la maceta desapareció. Lo estrujó de nuevo apoyando sobre él el pulgar y una elegante botella de color azul cobalto, de cuello largo y sutil, apareció de la nada.
Elisa quedó con la boca abierta y tardó algo de tiempo en recuperarse de la impresión. A continuación, sin sacar los ojos del objeto, dijo con voz quebrada por la emoción «Ven Jack, esto no puedes perdértelo.»
El coronel, que ya habÃa dado a Petri todas las indicaciones para identificar los dos objetivos, se volvió hacia ella y, con paso tranquilo, se le acercó. Miró distraÃdamente el objeto que Azakis tenÃa en la mano y, con aire cansado, dijo «¿Una botella? ¿Qué es tan interesante de ver?»
«SÃ, claro, una botella» replicó refunfuñando Elisa. «Sólo que hace unos segundos era una hermosa maceta de colores.»
«¡Venga ya! No me tomes el pelo.»
«Zak, demuéstraselo.»
El alienÃgena realizó la misma sencilla operación de antes y esta vez, entre sus manos, apareció una enorme esfera negra como la pez.
«¡Madre de Dios!» exclamó el coronel dando un salto hacia atrás.
«Esto sabes lo que es, ¿no?» dijo Azakis mientras abrazaba aquella bola de casi un metro de diámetro.
«SÃ, sû exclamó la doctora toda nerviosa. «Es idéntica a aquella que hemos encontrado sepultada en el campamento, dentro de la misteriosa caja de piedra.»
«HabÃa también otras tres»