El Retorno. Danilo Clementoni
Elisa. «Por lo que parece, Abraham, para indicar a los âDiosesâ, ha utilizado la misma representación que los Sumerios ya habÃan utilizado: una estrella con doce planetas alrededor de ella y que, casualmente, he encontrado tallada en la tapa del âcontenedorâ que estamos sacando a la luz».
«PodrÃa no significar nada», comentó Jack. «Quizás es solo una casualidad. El sÃmbolo podrÃa tener otros mil significados».
«Ah, ¿s� Y entonces esto, según tú, ¿qué es?», y le enseñó la última foto. «La hemos hecho desde el exterior del contenedor con nuestro aparato de rayos X portátil».
Jack no pudo ocultar su cara de sorpresa al verlo.
Nave espacial Theos â Análisis de los datos
Petri estaba aún inmerso en el análisis de la sonda cuando Azakis, volviendo al puente de mando, dijo dirigiéndose a su amigo: «Nos avisarán».
«Que quiere decir que nos las apañemos solos», comentó amargamente Petri.
«Más o menos como de costumbre, ¿no?», respondió Azakis, dándole una palmadita en la espalda a su compañero de viaje. «¿Qué puedes decirme sobre ese amasijo de hierros?».
«A parte del hecho de que ha faltado realmente poco para que nos arañara la pintura de la estructura externa, puedo confirmarte, casi con absoluta certeza, que nuestro amigo de tres aspas no ha transmitido ningún mensaje. La sonda parece que ha sido diseñada con la finalidad de analizar cuerpos celestes. Una especie de viajero solitario del espacio, que registra datos y los transmite con periodicidad a la base», y señaló el detalle de la antena en el holograma que fluctuaba en la habitación.
«Probablemente hemos pasado demasiado rápido como para que pueda haber registrado nuestra presencia», se atrevió a suponer Azakis.
«No solo eso, viejo amigo. Sus instrumentos de a bordo están programados para analizar objetos a una distancia de cientos de miles de kilómetros y nosotros le hemos pasado tan cerca que, si no estuviéramos en el vacÃo, el movimiento del aire lo estarÃa aun haciendo girar como una peonza».
«Y ahora que nos hemos alejado, ¿crees que puede detectar nuestra presencia?».
«No lo creo. Definitivamente somos demasiado pequeños y rápidos para formar parte de sus âinteresesâ».
«Bien», exclamó Azakis. «Ãsta parece finalmente una buena noticia».
«He intentado hacer un análisis del método de transmisión adoptado por la sonda», continuó Petri. «Parece que no está todavÃa equipada con la tecnologÃa de âvórtices de luzâ como la nuestra, sino que utiliza aún un viejo sistema de modulación de frecuencia».
«¿No era el que utilizaban nuestros predecesores antes de la Gran Revolución14 ?», preguntó Azakis.
«Exacto. No era demasiado eficiente, pero permitió intercambiar información con todo el planeta durante muchÃsimo tiempo y decididamente ha contribuido a que llegáramos donde estamos ahora».
Azakis se sentó en el sillón de mando, se mordisqueó el dedo Ãndice, luego dijo: «Si este es el sistema de comunicación utilizado actualmente en la Tierra, quizás incluso podamos ser capaces de captar alguna de sus transmisiones».
«SÃ, quizás una buena pelÃcula porno», comentó Petri sacando ligeramente la lengua por el lado izquierdo de la boca.
«Deja de decir tonterÃas. En cambio, ¿por qué no intentas readaptar nuestro sistema de comunicación secundario para esta tecnologÃa?».
«Entiendo. Me quedan varias horas de trabajo en ese minúsculo compartimento».
«¿Qué te parece si comemos algo antes?», preguntó Azakis anticipando la solicitud de su amigo, que imaginaba llegarÃa algunos instantes después.
«Esta es la primera cosa sensata que te he escuchado decir hoy», respondió Petri. «Todo este alboroto me ha abierto el apetito».
«Vale, hagamos una pausa, pero yo decido lo que comemos. El hÃgado de Nebir que elegiste ayer se ha quedado en mi pobre estómago tanto tiempo que parecÃa que habÃa echado raÃces».
Unos diez minutos después, mientras los dos compañeros de viaje estaban aún intentando acabar su comida, en la Tierra, en el Centro de Control de Misiones de la NASA, un joven ingeniero detectaba una extraña variación de ruta de la sonda que estaba monitorizando.
«Jefe», dijo en el micrófono que tenÃa a un centÃmetro de la boca y que estaba conectado a sus auriculares. «Puede que tengamos un problema».
«¿Qué tipo de problema?», se apresuró en responder el ingeniero responsable de la misión.
«Parece que Juno, por algún motivo que todavÃa ignoramos, ha sufrido una ligera variación en la ruta establecida».
«¿Variación? ¿Y de cuánto? Pero, ¿a qué se debe?». Ya tenÃa sudores frÃos. El coste de aquella misión era desorbitado y nada deberÃa torcerse.
«Estoy analizando los datos en este preciso momento. La telemetrÃa indica un desplazamiento de 0,01 grados sin ningún motivo aparente. Todo parece estar funcionando correctamente».
«PodrÃa haber sido golpeada por un fragmento de roca», supuso el ingeniero anciano. «Después de todo, el cinturón de asteroides no está tan lejos».
«Juno se encuentra prácticamente en la órbita de Júpiter y allà no deberÃa haber ninguno», aseguró con mucho tacto el joven.
«Y entonces, ¿qué ha sucedido? Tiene que haber necesariamente un fallo de algún tipo». Reflexionó durante un segundo y luego ordenó: «Quiero un doble control en todo el equipo de a bordo. Los resultados en cinco minutos en mi ordenador», y cerró la comunicación.
El joven ingeniero se dio cuenta repentinamente de la responsabilidad que le habÃan confiado. Se observó las manos: temblaban ligeramente. Decidió ignorarlas. Pidió ayuda a un compañero para que realizara un check-up diferenciado de la sonda y cruzó los dedos. Los ordenadores empezaron a realizar secuencialmente todos los controles programados y, después de algunos minutos, en su pantalla, aparecieron los resultados del análisis:
Check-up completado. Todos los instrumentos están operativos.
«Parece que todo está bien», comentó su colega.
«Y entonces, ¿qué demonios ha pasado? Si no lo descubrimos en los próximos dos minutos, el jefe nos pateará el culo a ambos», y comenzó a teclear desesperadamente los mandos del teclado que tenÃa delante.
Nada de nada. Todo funciona perfectamente.
Necesitaba inventarse algo, y tenÃa que hacerlo rápido. Empezó a dar golpecitos con los dedos en el escritorio. Continuó durante una decena de segundos, luego decidió apelar a la primera regla del manual de comportamiento en el lugar de trabajo: nunca contradecir al jefe.
Abrió el micrófono y dijo de repente: «Jefe, tenÃa usted razón. Ha sido un pequeño asteroide troyano que ha desviado la sonda. Afortunadamente, no la ha golpeado directamente, sino que ha pasado cerca de ella. Evidentemente, la masa del asteroide ha creado una mÃnima atracción gravitacional en nuestro Juno, provocando asà la ligera variación de ruta. Le estoy enviando los datos», y contuvo la respiración.