El Retorno. Danilo Clementoni
muy ligera», dijo Petri, con un tono bastante más técnico respecto al de sorpresa inicial. «La alimentación de los motores tiene que estar suministrada por esos tres pétalos, que parecen cubiertos por una especie de material sensible a la luz solar». Por fin habÃa empezado a toquetear los controles del sistema. «El pistilo tiene que ser una especie de antena de radio y en el prisma hexagonal está, sin duda, el âcorazónâ de esta cosa».
Petri movÃa cada vez más rápido el holograma, girándolo en todas las direcciones. De repente se paró y exclamó: «Mira aquÃ. Según tú, ¿qué es esto?», preguntó mientras procedÃa a ampliar el detalle.
Azakis se acercó todo lo que pudo. «Parecen sÃmbolos».
«Dos sÃmbolos, dirÃa yo», corrigió Petri «o más bien, un dibujo y cuatro sÃmbolos cerca».
Azakis continuaba arduamente, mediante N^COM, buscando algo en la Red, pero no consiguió encontrar nada en absoluto que se pareciera lo más mÃnimo a lo que tenÃa en frente.
El dibujo representaba un rectángulo formado por quince rayas longitudinales de color alterno blanco y rojo y, en la esquina superior izquierda, otro rectángulo de color azul con cincuenta estrellas de cinco puntas de color blanco. A su derecha, los cuatro sÃmbolos:
JUNO
«Parece algún tipo de escritura», especuló Azakis. «Quizás los sÃmbolos representen el nombre de quienes crearon la sonda».
«O quizás es su nombre», rebatió Petri. «La sonda se llama âJUNOâ y el sÃmbolo de los creadores es esa especie de rectángulo coloreado».
«En cualquier caso, sin duda no lo hemos hecho nosotros», sentenció Azakis. «¿Crees que puede existir algún tipo de forma de vida en su interior?».
«No lo creo. Por lo menos no aquellas que conocemos. El espacio de la cápsula posterior, que es el único lugar donde podrÃa haber algo, es demasiado pequeño como para contener a un ser vivo».
Mientras hablaba, Petri ya habÃa comenzado a realizar un escaneo de la sonda, buscando cualquier tipo de signo vital que pudiera proceder de su interior. Después de algunos instantes, una serie de sÃmbolos aparecieron en la pantalla y se apresuró a traducÃrselos a su compañero.
«Según nuestros sensores no hay nada âvivoâ ahà dentro. No parece que haya ni siquiera armas de ningún tipo. En un primer análisis, yo dirÃa que esta cosa es una especie de explorador enviado en reconocimiento al sistema solar en búsqueda de quien sabe qué».
«También podrÃa ser eso», afirmó Azakis, «pero la pregunta que debemos plantearnos es: â¿Enviado por quién?â».
«Bueno», supuso Petri, «si excluimos la presencia de misteriosos âalienÃgenasâ, yo dirÃa que los únicos capaces de hacer algo parecido son solo tus viejos âamigos terrÃcolasâ».
«¿De qué estás hablando? Si cuando los hemos dejado la última vez casi no eran capaces ni de montar a caballo. ¿Cómo pueden haber alcanzado un nivel de conocimiento asà en tan poco tiempo? Enviar una sonda a dar vueltas por el espacio no es ninguna tonterÃa».
«¿Poco tiempo?», objetó Petri, mirándolo fijamente a los ojos. «No olvides que, para ellos, han pasado casi 3.600 años desde entonces. Considerando que su vida media era como máximo de cincuenta - sesenta años, eso significa que se han sucedido al menos unas sesenta generaciones. Quizás se han vuelto mucho más inteligentes de lo que imaginamos».
«Y tal vez es precisamente por esto», añadió Azakis, intentando completar la reflexión del amigo, «que los Ancianos estaban tan preocupados por esta misión. Ellos lo habÃan previsto o al menos, habÃan considerado esta posibilidad».
«Bueno, podrÃan habernos adelantado algo, ¿no? Encontrar este objeto me ha dado un buen susto».
«Estamos aun especulando», dijo Azakis mientras con el pulgar y el Ãndice se frotaba el mentón, «pero parece que esta teorÃa tiene lógica. Intentaré ponerme en contacto con los Ancianos y trataré de sacarles algo de información extra, si es que tienen. Tú, mientras tanto, trata de entender algo más sobre este aparato. Analiza la ruta actual, velocidad, masa, etcétera, e intenta hacer una previsión de su destino, cuanto hace que partió y los datos que ha almacenado. En definitiva, quiero saber lo máximo posible sobre lo que nos espera allû.
«Vale, Zak», exclamó Petri mientras hacÃa volar en el aire, alrededor de él, hologramas de colores con una infinidad de números y fórmulas.
«Ah, no olvides analizar lo que has identificado como una antena. Si realmente lo es, podrÃa ser capaz de transmitir y recibir. No me gustarÃa que nuestro encuentro hubiera sido ya comunicado a los que han enviado la sonda».
Dicho esto, Azakis se dirigió rápidamente hacia la cabina H^COM, la única en toda la nave equipada para las comunicaciones de larga distancia, que se encontraba entre las puertas dieciocho y diecinueve de los módulos de transferencia interna. La compuerta se abrió con el habitual ligero silbido y Azakis se metió en la angosta cabina.
A saber por qué la habÃan hecho tan pequeña...se preguntó mientras intentaba acomodarse en el asiento, minúsculo también, que habÃa descendido automáticamente de arriba. Quizás querÃan que la usáramos lo menos posible...
Mientras se cerraba la puerta a sus espaldas, empezó a teclear una serie de instrucciones en la consola frente a él. Tuvo que esperar algunos segundos antes de que la señal se estabilizara. De repente, en el visor holográfico, completamente igual al que tenÃa en su habitación, empezó a aparecer el rostro surcado y claramente marcado por los años de su superior Anciano.
«Azakis», dijo sonriendo levemente el hombre, mientras alzaba lentamente la huesuda mano en señal de saludo. «¿Qué te hace llamar, con tanta urgencia, a este pobre viejo?».
Nunca habÃa conseguido saber exactamente la edad de su superior. A nadie le estaba permitido conocer información tan privada de un componente de los Ancianos. Desde luego, vueltas alrededor del sol habÃa visto muchas. Aun asÃ, sus ojos se movÃan de derecha a izquierda con tal vitalidad que ni siquiera él habrÃa sabido hacerlo mejor.
«Hemos encontrado algo muy sorprendente, al menos para nosotros», dijo Azakis sin demasiadas formalidades, intentando mirar fijamente a los ojos de su interlocutor. «Casi chocamos con un extraño objeto», continuó tratando de analizar cada mÃnima expresión del Anciano.
«¿Un objeto? ExplÃcate mejor, hijo mÃo».
«Petri aún lo está analizando, pero creemos que puede tratarse de una especie de sonda y estoy seguro de que no es nuestra». Los ojos del Anciano se abrieron de repente. ParecÃa que él también se habÃa sorprendido.
«Hemos encontrado sÃmbolos extraños grabados en el casco, en un idioma desconocido», añadió. «Te estoy enviando todos los datos».
La mirada del Anciano pareció perderse por un momento en el vacÃo mientras, mediante su O^COM, analizaba el flujo de información entrante.
Después de unos larguÃsimos instantes, sus ojos volvieron a fijarse en los de su interlocutor y, con un tono que no mostró ninguna emoción, dijo: «Convocaré inmediatamente el Consejo de los Ancianos. Todo parece indicar que vuestras deducciones iniciales son correctas. Si las cosas están realmente asÃ, deberemos revisar inmediatamente nuestros planes».