Helter Skelter: La verdadera historia de los crímenes de la Familia Manson. Vincent Bugliosi

Helter Skelter: La verdadera historia de los crímenes de la Familia Manson - Vincent  Bugliosi


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informaron de que se habían encontrado estupefacientes en varios sitios del domicilio de Tate; de que algunas víctimas estaban drogadas cuando murieron. En octubre también se divulgó ampliamente que el arma buscada era del calibre veintidós (aunque se identificó como pistola, en vez de revólver), y se emitió incluso una noticia por televisión —la policía rompió el silencio rápido para negarla— según la cual habían hallado trozos de la empuñadura del arma en el lugar del crimen. El canal de televisión siguió en sus trece, a pesar del desmentido oficial.

      Un calibre veintidós con una empuñadura rota. Bernard Weiss se puso a pensar varias veces en el arma que había encontrado su hijo. ¿Podía ser el arma asesina del caso Tate?

      Pero eso no tenía ningún sentido. Después de todo, la propia policía tenía el arma y, de haber sido la utilizada, sin duda ya habrían vuelto a hacer más preguntas y registrar la ladera. Desde que entregó el arma a la policía el 1 de septiembre, Weiss no supo nada. Como no hubo ningún seguimiento posterior, Steve registró la zona por su cuenta. No encontró nada. Con todo, Beverly Glen no estaba tan lejos de Cielo Drive, solo a tres kilómetros.

      Pero Bernard Weiss tenía cosas mejores que hacer que jugar a inspectores. Aquello era responsabilidad del LAPD.

      El 17 de octubre, el teniente Helder y el subjefe de la policía Houghton dijeron a los periodistas que tenían pruebas que, si podían seguirles la pista, podrían llevar hasta los «asesinos» —en plural— de Sharon Tate y los otros cuatro. Se negaron a concretar más.

      Se convocó la conferencia de prensa en un intento de aliviar un poco la presión sobre el LAPD. No se dio a conocer ninguna información sólida, pero se desmintieron varios rumores que corrían.

      Menos de una semana después, el 23 de octubre, el LAPD convocó de forma muy precipitada otra conferencia de prensa para anunciar que tenía una pista sobre la identidad del «asesino» —en singular— de las cinco víctimas del caso Tate: un par de gafas graduadas que se habían hallado en el lugar de los hechos.

      El anuncio solo se hizo porque aquel día varios periódicos ya habían publicado el folleto de «se busca» de las gafas.

      Alrededor de dieciocho mil oculistas recibieron el folleto, de parte de las diversas asociaciones. Además, fue publicado de manera literal en el Optometric Weekly y en el Eye, Ear, Nose and Throat Monthly, con una tirada nacional conjunta de más de veintinueve mil ejemplares. Lo sorprendente no fue que se filtrara la noticia, sino que hubiera tardado tanto tiempo en hacerlo.

      Sedienta de noticias sólidas, la prensa anunció «un avance importantísimo en el caso», pasando por alto el hecho evidente de que las gafas obraban en poder de la policía desde el día que se hallaron las víctimas del caso Tate.

      El teniente Helder declinó hacer comentarios cuando un periodista, obviamente con excelentes contactos dentro del departamento, preguntó si era cierto que hasta aquel momento el folleto de las gafas solo había arrojado siete sospechosos, todos ellos ya descartados.

      Fue un indicio de la desesperación de los inspectores del caso Tate que el segundo y último informe de progresos, preparado el día antes de la conferencia de prensa, consignara: «A día de hoy Garretson no ha sido descartado de manera concluyente».

      El informe del caso Tate, que cubría el periodo desde el 1 de septiembre hasta el 22 de octubre de 1969, alcanzó las veintiséis páginas, la mayoría de ellas destinada a cerrar el expediente contra Wilson, Pickett y otros.

      El informe del caso LaBianca, que se cerró el 15 de octubre, fue un poco más breve, veintidós páginas, pero mucho más interesante.

      En una sección del informe, los inspectores mencionaron la utilización del ordenador de la CII. «En este momento está buscándose el MO de todos los crímenes donde las víctimas fueron atadas. Se realizarán ulteriores búsquedas centradas en las peculiaridades de los robos, los guantes usados, las gafas llevadas o el teléfono inutilizado».

      Robos. Plural. Gafas llevadas, teléfono inutilizado. El teléfono del domicilio de los LaBianca no fue inutilizado, ni había ninguna prueba de que algún agresor llevara gafas. Eran referencias al caso Tate.

      La conclusión era ineludible: los inspectores del caso LaBianca decidieron, por su cuenta, sin consultarlo con los inspectores del caso Tate, ver si podían resolver el caso Tate, además del caso LaBianca.

      El segundo informe del caso LaBianca era también interesante por otro motivo.

      Enumeró a once sospechosos, el último de los cuales fue un tal MANSON, CHARLES.

      SEGUNDA PARTE * LOS ASESINOS *

      Del 15 de octubre al 17 de noviembre de 1969

      Era el grupo de personas más amable que podías conocer.

      LESLIE VAN HOUTEN, DESCRIBIENDO LA FAMILIA MANSON AL SARGENTO MICHAEL MCGANN

      A las doce una reunión alrededor de la mesa

      Para una sesión de espiritismo a oscuras

      Con voces que se oyen de repente

      Que ponen especialmente los niños para divertirse.

      THE BEATLES, «CRY BABY CRY», The White Album

      Tienes que tener un amor auténtico en el corazón para hacer eso por la gente.

      SUSAN ATKINS, DICIENDO A VIRGINIA GRAHAM POR QUÉ APUÑALÓ A SHARON TATE

      DEL 15 AL 31 DE OCTUBRE DE 1969

      La distancia física entre Parker Center, la sede del Departamento de Policía de Los Ángeles (LAPD), y la Sala de Justicia, que alberga la Oficina del Sheriff de Los Ángeles (LASO) es de cuatro manzanas. Esa distancia puede recorrerse en el tiempo que se tarda en marcar un teléfono.

      Pero no siempre es tan fácil. Aunque el LAPD y la LASO cooperan en investigaciones que atañen a las dos jurisdicciones, entre ellas hay cierta envidia.

      Un inspector del caso LaBianca admitiría después que él y los agentes que trabajaban con él deberían haber comprobado con inspectores de homicidios de la LASO a mediados de agosto si tenían asesinatos parecidos. Pero no lo hicieron hasta el 15 de octubre, después de que la mayoría de las demás pistas se hubiera desvanecido.

      Y entonces se enteraron del asesinato de Hinman. Y, a diferencia del sargento Buckles, del equipo del caso Tate, encontraron las semejanzas lo suficiente sorprendentes como para seguir investigándolas.

      Había habido novedades en el caso Hinman, les dijeron los sargentos Whiteley y Guenther. Menos de una semana antes, unos agentes del condado de Inyo realizaron una redada en el aislado rancho Barker, ubicado en una zona muy escarpada, casi inaccesible, al sur del Parque Nacional del Valle de la Muerte. La redada, fundada en acusaciones que abarcaban desde el robo de mayor cuantía hasta el incendio provocado, atrapó a veinticuatro miembros de una secta hippy llamada la «Familia Manson». Muchas de esas mismas personas —entre ellas el líder, Charles Manson, un antiguo presidiario de treinta y cuatro años con un historial delictivo largo y accidentado— también fueron detenidas en una redada anterior dirigida por la LASO, que se produjo el 16 de agosto en el rancho Spahn, en Chatsworth.

      Durante la redada del rancho Barker, que se desarrolló en un periodo de tres días, dos chicas jóvenes salieron de la maleza cerca de una carretera a unos cuantos kilómetros del rancho y pidieron protección a los agentes. Afirmaron que habían intentado huir de la «Familia» y que temían por sus vidas. Una se llamaba Stephanie Schram, la otra Kitty Lutesinger.

      Whiteley y Guenther llevaban buscando a Kitty Lutesinger desde que se enteraron de que era novia de Bobby Beausoleil, el sospechoso del asesinato de Hinman. Informados de la detención de ella, recorrieron en coche más de trescientos sesenta kilómetros hasta Independence, el centro administrativo del condado de Inyo, para interrogarla.

      Kitty, una pecosa asustada de diecisiete años, estaba embarazada de un


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