Arte y arqueología en el altiplano central de México. María Teresa Uriarte
2.1), para llegar al fin a Cem Anáhuac Tenochtitlán. Caminaron y navegaron y volvieron a caminar hasta que llegaron a Culhuacán, y después encontraron el lugar indicado para fundar la ciudad en la tierra prometida. Se sabe que por lo menos hubo tres ceremonias del Fuego Nuevo durante la peregrinación, de modo que también está relacionada con inicio de tiempo, como se lee en los Anales de Cuauhtitlán, cuando Itzpapálotl instruyó a los chichimecas a dejar Chicomostoc y dirigirse hacia el sur para iniciar su peregrinaje y así dar comienzo a la cuenta de los años, con el año 1 caña. Para conmemorarlo, hicieron un bulto sagrado con las cenizas de la diosa y con cuchillos de obsidiana de distinto color.3
Figura 2.1. Detalle de La tira de la peregrinación (tomado de Carpanta Barón, s/f).
¿Por qué se llama La tira de la peregrinación? Por una razón muy simple: porque no hay palabras en náhuatl para describir el concepto de migración, sólo para definir peregrinaje, como otlatoca, ni nenemi, o el concepto de ser "peregrino por mucho tiempo": vacuhtica, otlatocani yani; también hay palabras relacionadas con "caminar de un lugar para otro" como nenecoc, nenemi o nenemiliztli, que es simplemente caminar. En el diccionario de Molina encontramos nehnemi: andar o caminar sin un propósito, peregrinación.4 En yukateko, la lengua hablada por los pueblos yucatecos, las palabras son más o menos las mismas: ximbal- "caminar", xíinbaj- caminar, xíinxibal- peregrinar.5
El ser humano ha caminado por milenios; algún "caminar de un lado al otro" se convierte en una tradición que es recordada por generaciones porque simbólicamente es la memoria de su apropiación como comunidad, de su inicio como un pueblo, de su conciencia de formar parte integral de un grupo.
Los aztecas cargaron sus bultos sagrados, algunas veces asociados con sus antepasados; a los cargadores se les llamaba teomama o cargadores de dioses.
Numerosos documentos coloniales relatan las migraciones de los pueblos, por ejemplo la Historia tolteca-chichimeca narra las migraciones de los colhuaques, tlamayocas, uexotzincas y teotlapanecas. Estos desplazamientos tuvieron lugar entre los siglos XII y XV.6 En este texto se cuenta el orden en el que abandonaron Chicomostoc, del norte al este, luego al oeste y finalmente hacia el sur.7 Mapas como el de Cuauhtinchan (figura2.2) son representaciones de migraciones y muestran el ir y venir de distintos grupos humanos.
Figura 2.2. Detalle del Mapa de Cuauhtinchan (tomado de Yoneda, 1991, p. 23).
De acuerdo con Chimalpain (I-21-32, 41), los acoxtecas venían de Tula y antes llegaron a Chalco, después de haber pasado varios años en Cuitlatetelco; fue entonces cuando se les unieron otros grupos y volvieron a desplazarse.8
Hay que recordar que en Yucatán y Guatemala se produjeron igualmente diversos documentos con ese tipo de información, según los cuales los migrantes partieron de Tulan Siwan, Wukub' Pek, Wukub' Siwan, Tula de las Barrancas, Siete Cuevas y Siete Barrancas. A grandes rasgos esos documentos contienen las peregrinaciones de tres grupos yukatekos (itza'es, tutul xiwes y kanules), así como de las tribus kaqchikeles, k'iche's y sutujiles; como ejemplo se pueden mencionar la "Crónica Matichu" de los libros de Chilam Balam, los Papeles de los Xiu, el Códice de Calkiní, los Anales de los Cakchiqueles, el Popol Vuh, el Título de Totonicapán, el Título de Yax, el Título de los C'oyoi y muchos otros títulos de tierras que proceden del altiplano guatemalteco. También habría que recordar, sobre los purépechas, la Relación de Michoacán.
De modo que las migraciones están vinculadas con muchos otros asuntos. Para empezar hay que aceptar que las migraciones son un tema de trascendental importancia entre los pueblos prehispánicos. Casi todos los documentos que se conocen desde la Conquista están relacionados con migraciones y mantienen rasgos comunes con otras culturas, como el inicio del tiempo o la pertenencia a una comunidad. Asimismo hay un sentido mesiánico: se siguen las indicaciones de un ser divino y se llevan objetos sagrados, a veces partes de un cuerpo, o cenizas, o el cuerpo completo ya sea de un ancestro divinizado o de los objetos que se consideran santos o relacionados con el sacrificio.
Me gustaría destacar el tema relativo visualmente a una procesión al seguir su trayectoria, como lo proponen Coleman y Elsner respecto de las panateneas, en donde el espectador se convierte en partícipe, como ocurre al rezar el vía crucis: el participante revive el evento que se está conmemorando y se convierte en miembro de esa comunidad histórica, mítica, religiosa, haciéndose miembro de la fraternidad.
En México la pintura mural prehispánica está estrechamente vinculada con procesiones y peregrinaciones, pero desde mi punto de vista también lo está con migraciones.
Ha habido una fuerte discusión sobre la presencia de los teotihuacanos en el área maya, en un Estado poderosísimo que hizo claras sus relaciones con tierras distantes. Nada nuevo para Mesoamérica; ni siquiera podemos estar seguros de qué sucedió con los olmecas y su "presencia", "influencia" o "ideología compartida" con la costa del Pacífico en Guatemala, con el altiplano central mexicano o con Oaxaca.
Retomemos el tema de la pintura mural. Elizabeth Wagner y Christian Prager realizaron un estudio en el que prueban de manera razonable que el segundo gobernante de Copán llevaba por nombre Jaguar Reticulado o Jaguar con Red y que en Teotihuacán hay imágenes que lo representan en Copán.9 Esto sucedió alrededor del año 437 de nuestra era.10
En Tetitla hay representaciones del glifo "mano asperjando" T710 (figura 2.3) que, según lo ha demostrado David Stuart, está relacionado con el sacrificio de sangre y con el inicio y final de ciclos calendáricos, 11 aunque los epigrafistas están divididos al respecto, pues algunos piensan que ch'aaj debe traducirse como "gotas" y otros como "incienso", ya que esa palabra admite ambas traducciones. 12 Sin embargo, en ambos casos alude a un ritual en el que el incienso o la sangre actúan como ofrenda y lo que propongo es que el cuarto 11 de Tetitla es el sitio en el que se conmemora aquel ritual, en donde probablemente se llevaba a cabo la ofrenda propiciatoria de incienso, de sangre o de semillas que se ofrecen a la tierra para su fecundación.
Figura 2.3. Mural 1 del cuarto 11 de Tetitla, Teotihuacán
(Archivo Fotográfico Proyecto La Pintura Mural Prehispánica en México. Foto: Ricardo Alvarado, 2006).
La cenefa del cuarto 11 está muy deteriorada y la "mano esparciendo" se encuentra alternada con redes o esteras que se ven como líneas entrelazadas. Ambas representaciones son significativas para el propósito de este texto puesto que en un caso puede ser una alusión al jaguar reticulado, y en el otro, si se trata de una estera, es una alusión a linaje o a poder real.
En el talud, justo debajo de la cenefa de "mano asperjando", se ven dos motivos alternados; quiero detenerme en el primero, un tocado que lleva otro más pequeño sobrepuesto (figura 2.4). El pequeño está integrado por un símbolo de trapecio y rayo, sólo que lo que llamamos rayo es un corazón sangrando o un cuchillo de sacrificio. En ambos lados se ven flores y de ahí nace un atado de plumas que se dobla hacia la derecha.