El gorrión en el nido. José Antonio Otegui
piar escandaloso de los primeros pollitos recién nacidos.
III
DE CÓMO NACIÓ GORRI
Paka seguía adelante con su embarazo arropada por el cariño de Patxi y de todos los familiares y amigos. Iba a ser el primer hijo, nieto y sobrino, así que padres, tíos y abuelos estaban emocionados por el suceso. Tal vez por esto, o porque les faltaba experiencia en su nuevo cargo, todos se encontraban preocupados por el constante cansancio que arrastraba Paka y que la mantenía más tiempo en el lecho que realizando sus actividades habituales, que en muchas ocasiones eran asumidas por su madre o por Patxi que, muy a su pesar, tuvo que hacerse cargo del gallinero.
A la vista de que la situación empeoraba tuvieron que llamar al doctor H. Nike para que la auscultara y recetara algo que le subiese el tono vital. El doctor H. Nike había sido contratado para tener su consulta permanente en las oficinas de la fábrica. Era inglés, de la edad de Patxi y Paka, y había estudiado medicina general para especializarse en medicina industrial en las fundiciones inglesas. Delgado, alto, de pelo rubio y ojos azules, le costaba hacerse entender en la mezcla de idiomas con que se expresaba y a menudo daba la impresión de que no se enteraba de lo que querían explicarle.
La fábrica en la que trabajaban Patxi y el doctor H. Nike era una fundición donde, en el alto horno, con mineral de hierro, carbón vegetal, piedra caliza y otros ingredientes, obtenían como resultado una colada de hierro que adecuadamente tratada se convertía en hierro dulce, que así se llamaba aunque su sabor era como el de cualquier otro hierro. Para todo su proceso la fábrica utilizaba mucha agua, que obtenía de «el Nacedero», llamado así por ser donde nacía el río, el lugar en el que manaba agua bajo la peña de modo constante, más abundante cuando llovía que cuando había sequía. Mediante canales, se suministraba el inquieto fluido a diferentes aplicaciones que hacían que todo funcionase correctamente. Canales de más de quinientos años, algunos de los cuales habían servido para mover antiguos molinos de los que aún quedaban varios en la zona.
Tras más de ciento cincuenta años produciendo y dando trabajo a muchas familias, los amos, que es como coloquialmente se llamaba a los dueños de la fábrica, se habían preocupado de crear algunos servicios para mejorar el nivel de vida de sus empleados, entre los que se incluía el doctor H. Nike, que era médico privado de las familias que trabajaban en la fábrica, el colegio del Ave María para los chicos, con el maestro don Gotzón, y el colegio de las monjas para las chicas. La fábrica gestionaba un economato: La Cooperativa de Consumo La Unión Obrera, apodada «La Cope», donde los precios eran más bajos y se apuntaban las compras en una cartilla que luego se descontaba del sueldo, y para rematar los servicios había construido en el pueblo, encima de La Cope, un casino con su escenario, su reservado donde jugar a las cartas, su sala de billar, su piano; todo ello muy inglés, tan inglés como el doctor H. Nike.
Con su bata blanca y su espéculo, auscultó a Paka como lo hace cualquier médico español, diciendo eso de tosa, respire profundo y otra vez, solo que el doctor H. Nike decía:
—Tosos, repare hondo, more time, Paka, please.
La pobre Paka no sabía si respirar, contener el aliento, reírse o llorar. Al final el doctor sacó su aguja sin decir nada y le extrajo sangre. Fue lo más claro de toda la auscultación.
A los pocos días volvió con los resultados y dijo textualmente:
—Paka, tene usted una mania de horse y yo recetar pastillas para crecel los granulos red. Si no ver mejoras ir a cyty a transfusionar.
Todo ello transcrito se trataba de una anemia de caballo y de un medicamento para que le aumentasen los glóbulos rojos, a lo que añadió que si no se le pasaba habría que ir al hospital de la capital para realizar una transfusión de sangre. A pesar del tratamiento, Paka no acababa de encontrarse bien y a las dos semanas de haberlo iniciado volvió el doctor H. Nike a hacerle otro análisis sin que el resultado diese ninguna mejoría sobre el primero. El doctor consideró que aún era pronto para obtener los beneficios de la química y que sería mejor continuarlo durante dos semanas más.
Paka no entendía al médico inglés y esto le hacía desconfiar de él, entre que no veía mejora en su estado físico y que no le cambiaba de medicación, tenía dudas de que el rubio de ojos azules tuviese claro lo que se traía entre manos. Además, era especialista en medicina industrial, y tener hijos, hasta donde ella conocía, no era un trabajo industrial. Un día que pasó su madre a visitarla le confesó sus dudas:
—Mamá —le dijo Paka algo angustiada por su permanente cansancio—. Yo no le entiendo al doctor, los días pasan y no veo que haga nada para solucionar lo que tengo. Siempre que he estado enferma tú has cuidado de mí con tus remedios y siempre me he curado. ¿Por qué no me tratas tú sin que lo sepa el doctor?
—Mira, Paka —le contestó la madre, halagada—. Estoy orgullosa de mis conocimientos en remedios naturales y que lo reconozcas me alegra. Estoy segura de que en mis manos tu cambio será total, pero no se lo cuentes a Patxi, ya sabes que Patxi no cree en la medicina natural y tiene una gran fe en los médicos.
—Y para qué contarte lo aficionado que es a todo tipo de pastillas —replicó la hija.
Lo primero que hizo la madre de Paka fue preparar tres manzanas reinetas en las que introdujo varios clavos llenos de óxido. Cuando Patxi se encontraba trabajando se las llevó a su hija.
—Mira —le dijo a su hija mostrándole las reinetas atravesadas por los clavos oxidados—. Pasadas veinticuatro horas sacas los clavos y los clavas en otras tres manzanas durante veinticuatro horas y te comes las manzanas desclavadas a razón de una cada ocho horas, repitiendo esta operación todos los días hasta que los análisis sean correctos.
—¿Y qué hago con las pastillas que me ha recetado el doctor? —preguntó Paka a su madre.
—No tomes ni una sola pastilla de las recetadas por el médico rubio —le contestó su madre y continuó diciendo—: a la vez que te comes las manzanas desclavadas debes hacerte una infusión con las hierbas que te he preparado en este frasco al que he etiquetado como «flojera extrema» y que contiene dientes de león, eneldo, ortigas y jugo crudo de remolacha roja. A la infusión puedes echarle un chorrito de patxaran para darle buen sabor.
—Gracias, mamá, sabía que tú conocías la solución mejor que nadie —le confirmó Paka.
Patxi la pilló un día comiendo manzanas llenas de agujeros y se extrañó ante tan peculiar escena.
—Pero ¿qué haces comiendo manzanas con gusanos? —preguntó Patxi.
—Mi madre me ha dicho que la carne de gusano es la mejor para quitar el cansancio, así que me ha traído unas manzanas rellenas de gusanos —contestó Paka con sorna.
—Tu madre y sus pócimas milagrosas. Eso que estás comiendo es asqueroso.
—Si estás cansado te preparo un revuelto de gusanos que te vas a chupar los dedos —dijo Paka continuando con la broma.
—Te agradezco el detalle, pero me encuentro perfectamente —contestó Patxi dando por terminada la conversación.
Pasadas dos semanas, volvió el médico rubio a auscultar a Paka y durante un buen rato le estuvo hablando sin que Paka entendiese nada de lo que decía. Finalmente, en silencio, como siempre, le sacó sangre para hacer el análisis correspondiente. Cuando llegaron los resultados, el rubio dijo que había que repetir el análisis, que no podía estar bien, que el nivel de glóbulos rojos era tan alto que superaba al de los recios mineros que sacaban el mineral de hierro. La madre suspendió el tratamiento de inmediato, ya que tan malo puede ser el defecto como el exceso. Los nuevos análisis volvieron a dar niveles altos, pero dentro de lo normal, así que el rubio, satisfecho de su excelente trabajo, le dijo a Paka que interrumpiese las pastillas, que su receta había cumplido su función y Patxi, muy agradecido, le entregó un cestillo con una docena de manzanas reinetas como reconocimiento. En el cestillo, y sin que Patxi se percatase de ello, se encontraban tres desclavadas que habían quedado sin ser comidas al terminar el tratamiento.
El resto del embarazo lo pasó Paka sin