¡Quédate conmigo!. Javier Benavente Barrón

¡Quédate conmigo! - Javier Benavente Barrón


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Menudo gran Javier

      Recuerdo con nitidez la primera vez que me encontré con Javier Benavente: sentado, en la esquina de una gran mesa, rodeado de una docena de jóvenes que lanzaban ideas como si quisieran comerse el mundo, el mercado laboral o a mí. Recuerdo sus gafas grandes de pasta de color marrón oscuro, su traje ejecutivo y su impecable camisa tan bien planchada. Recuerdo, sobre todo, su silencio.

      Me había convocado para presentar un Plan de Relaciones Públicas. Aquella tarde de 1995, acudí a la cita dispuesta a conseguir que la empresa de Javier Benavente (o Javier Benavente, aún dudo), se quedara conmigo. Y así fue.

      Desde entonces, nos hemos seguido la vida de cerca. Leo en este libro al mismo menudo gran Javier y me asombra que se haya atrevido a desvelar tanta vida.

      No es casualidad que su primer capítulo rinda homenaje a su principal virtud: la escucha activa. Valoro su capacidad para ayudar, simplemente, prestando atención, aportando un punto de vista con escasas e inteligentes palabras. Javier es de esa minoría de personas que, si te descuidas, te escucha hasta lo que no dices y nunca lo desvela.

      En los últimos años y especialmente después de su fatídico accidente de tráfico, he visto a Javier rejuvenecer, abandonar el tabaco y volver a fumar, hacer deporte y seguir emprendiendo, quitarse las gafas y agrandar su campo de visión para no perderse ninguna oportunidad, consciente de que vivir es su mayor milagro.

      He visto a Javier trabajar siempre a lo grande; organizar grandes congresos, emprender por primera vez en sectores vírgenes, como el de los cuidados a las personas. Su empresa ALARES es pura innovación.

      En estas páginas se destapa más de lo que suele hacerlo en el encuentro directo; es un libro para crecer, como persona y como profesional, escrito por un empresario hecho a sí mismo, que señala el camino del liderazgo y la abundancia, para que otros puedan llegar más rápido.

      Estas páginas están llenas de verdades, de experiencias y herramientas para construir un destino profesional de éxito.

      Gracias, amigo.

       Mercedes Pescador CEO de Medialuna y LoQueNoExiste

       Prólogo

      Ningún empresario que quiera tener éxito puede dejar de pensar un solo momento en las personas. Parece una obviedad, pero no lo es y a veces se nos olvida en las empresas. Cuando eso ocurre, el final no suele estar lejos

      Solo hay que pensar que las empresas nacen de los sueños de una o varias personas; para cubrir las necesidades de alguien; se nutren del trabajo de plantillas de carne y hueso, y producen bienes y servicios que se ofrecen a un consumidor final.

      En ese recorrido, es fácil olvidarse de las caras, los ojos o las manos que intervienen a cada paso, tan enfrascados en estrategias, facturas, impuestos o nóminas como estamos.

      Sin embargo, el valor de este libro es recordarnos que la dimensión más humana es la que nos hace ser mejores empresarios. Al final, lo que funciona y nos hace crecer es actuar con el corazón y actuar con generosidad y buena voluntad. Lo contrario, la mezquindad o el oportunismo acaban cobrándose un precio.

      Lo que escribe Javier Benavente es la aplicación permanente de un sentido común aplastante, que le ha servido para ser un empresario de éxito. La pasión desborda estas líneas. La de una persona nacida para emprender, la de alguien que no cree en los atajos, sino en el esfuerzo y el trabajo bien hecho.

      También nos recuerda el autor que las empresas tienen un papel fundamental en la sociedad. Los empresarios debemos recordar que nuestra acción tiene la capacidad de cambiar la sociedad que nos rodea. Ser empresario no es solo un modo de vida, un recorrido laboral o un status, es además una responsabilidad para los que nos rodean.

      Por eso, a día de hoy, ya pocos cuestionan que las empresas deben ser responsables y sostenibles. De nuevo, las personas nos lo demandan cada día, y quien no lo sepa ver, no podrá seguir el ritmo de los tiempos.

      El compromiso social o medioambiental son hoy elementos inherentes a nuestro trabajo y, más allá de la imagen que puedan proyectar, son ya algo que siempre está en el acervo de un buen empresario: rentables.

      Es lo que nos relata el autor, que se dio cuenta de ello hace muchos años, que ha predicado con el ejemplo y que, por ello, ha resultado ser empresario de éxito.

      Lejos de los manuales para emprendedores, tiburones de los negocios y promesas de dinero rápido y fácil, Javier Benavente nos regala una vida de aprendizaje y nos enseña que no hay más clave que querer a quien queremos que nos quiera. En la vida y en los negocios. Disfrutemos de esta lectura y aprendamos.

       Antonio Garamendi Lecanda Presidente de la Confederación Española de Organizaciones Empresariales (CEOE)

       Introducción del autor

      Monté mi primer negocio con diecisiete años: una discoteca en Vega de Tera, el pequeño pueblo de Zamora donde nací. Estábamos a mediados de los setenta y todavía no había video-juegos ni redes sociales, así que los jóvenes españoles de provincias no teníamos muchos más recursos para pasarlo bien que reunirnos a tomar algo en los bares o en casa de alguien con un tocadiscos. Atento a la oportunidad, como buen emprendedor precoz que era, decidí aprovechar el piso superior de un almacén vacío, equiparlo con unas luces y unos bafles y montar La Paloma, la primera discoteca en la historia de Vega de Tera y alrededores, con pinchadiscos (aún no se llevaba lo de DJ) y música en directo.

      Tuvo un éxito inmediato. Rápidamente empezó a correr la voz y a venir gente de los pueblos de los alrededores. Los fines de semana el local se ponía hasta los topes, tanto, que cualquier noche de aquellas pudo acabar en desgracia. Además de no tener licencia de apertura ni nada que se le pareciera (mi ignorancia en cuestión de trámites y permisos era total), el local no reunía las condiciones mínimas para una actividad de aquel tipo. Cuando entrada la noche los parroquianos se animaban y empezaban a bailar al ritmo de los Bee Gees, Boney M. o Gloria Gaynor, el suelo temblaba y amenazaba con venirse abajo. Con la ayuda de un gran amigo del pueblo, Cándido, lo apuntalé desde el piso inferior con unos soportes de esos que se usan en las obras, pero aun así el equilibrio era menos que precario. A un inspector de los de ahora se le hubieran puesto los pelos como escarpias. ¡Y a mí hoy también! Fue un milagro que no pasara nada…

      Como negocio fue bastante ruinoso (suele suceder con la mayoría de los primeros negocios). Tenía clientes, sí, y muy fieles, pero muchos se colaban o hacían lo imposible para ahorrarse la entrada, así que al final apenas salían los números. Me daba para pagar al de las bebidas, a los grupos que venían a actuar y poco más. O sea, para cubrir gastos. Aun así, aguanté con entusiasmo casi dos años, hasta que me fui a estudiar la carrera a Madrid. Y aprendí un montón de cosas que me sirvieron más adelante para montar otras empresas, estas sí bastante rentables.

      ¿Por qué te explico eso? Pues para que veas que mi vocación emprendedora arranca de lejos. En el momento de escribir este libro tengo sesenta y dos años, así que llevo cuarenta y cinco montando empresas. O lo que es lo mismo, buscando cómo conseguir clientes y luchando para que se queden conmigo. Aquella discoteca de mis años mozos fue una primera escuela excelente y en ella aprendí, entre otras cosas, que al final un cliente es aquel que paga por un producto o servicio. Si no pagan, o no traen algún tipo de beneficio, no son clientes, sino fans, y de los fans no se vive.

      En este casi medio siglo de vida emprendedora y empresarial, el mercado y los consumidores han cambiado mucho, como lo ha hecho también el país. De la España todavía gris de mediados de los setenta, con teléfonos de hilo empotrados en la pared, televisores en blanco y negro y trenes borregueros que cruzaban la piel de toro a ritmo cansino, hemos pasado a la España colorida de la disrupción digital, los smartphones, las smart tv y los trenes de alta velocidad. De los pasquines en la tienda del barrio y los bandos municipales


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