Refugiados ambientales. Teófilo Altamirano
sobre la reducción de los agentes que producen y dañan el medio ambiente, o si las toman, lo hacen de manera tímida. Detrás de estas personas e instituciones existen lobistas dispuestos, en algunos casos, a financiar investigaciones para llegar a conclusiones predeterminadas que no produzcan alarma. El argumento principal en el que basan sus conclusiones radica en la afirmación de que la Tierra, durante su historia, experimentó cambios climáticos cíclicos; por lo tanto, el actual cambio climático es uno más de estos procesos que experimentó, experimenta y experimentará nuestro planeta.
Los moderados, en cambio, prefieren confiar en los datos científicos y pertenecen en su mayoría a organizaciones como el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés). En general, no toman posición política, como sí ocurre con los catastrofistas y los escépticos: los primeros tienen una vocación nacionalista, políticamente de izquierda; mientras los segundos, más conservadores, capitalistas y monetaristas, son de derecha y confían en el desarrollo tecnológico como motor de la modernización.
Quienes desarrollan actividades llamadas de eco-business ocupan un lugar especial. En los últimos años, como consecuencia de las cumbres climáticas y de la innumerable cantidad de eventos relacionados al tema, encontraron una forma de afianzar sus negocios a través de la publicidad, el uso de redes sociales y el periodismo (hablado, escrito y televisivo), mediante los cuales difunden productos que, según ellos, tienen la cualidad de reducir y prevenir los impactos negativos del cambio climático. En general, están cerca de los catastrofistas por razones de mercado y publicidad, pues así pueden vender más. Por ejemplo, hasta el exvicepresidente de los Estados Unidos y premio Nobel de la Paz, Al Gore, cobra un millón de dólares por cada conferencia.
Por su lado, las organizaciones no gubernamentales (ONG), que hace treinta años se dedicaban mayoritariamente a temas como la reducción de la pobreza y la desigualdad de género con una perspectiva izquierdista, encontraron en el cambio climático un tema de enorme atracción para financiar sus actividades. No existe ONG que prescinda del medio ambiente y el cambio climático en sus actividades.
Un parlamentario británico conservador del grupo de los escépticos considera que el fin del marxismo como ideología dejó un vacío que ocuparon los ambientalistas, una especie de nueva ideología global, casi una religión.
El debate sobre el tema continuará, porque el cambio climático es un viaje sin retorno y, mientras estas discusiones ocurren, continúa su curso, en particular en los países pobres. Por ello, este libro busca explicar la relación entre el cambio climático y la migración compulsiva en una dimensión global, regional y local, así como las diferencias conceptuales y operacionales entre los migrantes convencionales no ambientales y los de origen ambiental, cuestión poco analizada.
Desde sus orígenes, los efectos del cambio climático tuvieron diversas interpretaciones. En los últimos años, estas se han hecho más racionales porque se cuenta con información estadística de las causas del proceso en las poblaciones y sus consecuencias sobre la migración forzada. La tendencia global es a establecer mecanismos de control que, en teoría, son factibles si se conocen las causas.
La migración forzada puede ser un mecanismo de adaptación y reduce el riesgo. Diversos estudios (Cannon, 2010; Birkmann y otros, 2008) coinciden en que las poblaciones locales desarrollan mecanismos de resiliencia y resistencia cultural, porque casi siempre vivieron en la incertidumbre y el riesgo.
Una explicación de estas conductas culturales está vinculada a la religiosidad, ya que el cambio climático es considerado un hecho de Dios y no uno producido por el hombre. Los grandes proyectos de desarrollo —en particular las mineras, las explotaciones de hidrocarburos o la construcción de represas hidroeléctricas para el consumo humano— encontraron oposición cultural, en particular de las mujeres, porque son las que están más en contacto con la tierra, el cerro, el río y la naturaleza en general.
El mayor impacto del cambio climático es sobre la población, en particular sobre su seguridad económica, social y política. Además, hay poblaciones que son más proclives a migrar; pero por qué existe esta diferencia. Se ha mostrado que, además de las condiciones económicas y sociales internas, el componente cultural, en particular en zonas rurales con poco nivel de urbanización y con autoidentificación localista muy desarrollada, ha sido poco estudiado en temas de desplazamiento poblacional.
Existe una relación directa entre la presión demográfica, el territorio y los recursos. En general, en un país pobre, hay una mayor presión sobre los recursos debido al crecimiento demográfico más alto en comparación con los países emergentes y ricos. Este crecimiento es mayor en las zonas rurales y es a los recursos agropecuarios a los que el cambio climático afecta más. A pesar que en los últimos años la migración económica incorpora a mayor número de personas y familias, el crecimiento demográfico aún es mayor en dichas zonas. El desequilibrio entre población y recursos es una razón poderosa para la migración a las ciudades o a las zonas de crecimiento económico. A ese proceso, que empezó con el desarrollo de la humanidad, ahora se añaden los migrantes climáticos.
Todos los conceptos y debates a los que hemos hecho referencia son resultado de trabajos de campo; sin embargo, seguirán siendo aproximaciones, tendencias, teorías y visiones. De ahí la necesidad de realizar estudios de casos. En este libro, presentamos al nevado Huaytapallana y sus zonas de influencia, la ceja de selva y la cuenca del río Perené (uno de los afluentes más importantes del río Amazonas); además, se incluye a la ciudad de Huancayo, la más grande de la sierra peruana. Los casos no necesariamente examinan las causas y consecuencias ecológicas y biofísicas del cambio climático, sino que enfatizan el componente cultural que necesariamente las acompaña.
El vacío en los estudios medioambientales es el componente cultural. Las montañas, de acuerdo a las poblaciones circundantes e incluso fuera de ellas, no son solamente bloques de roca, minerales, tierra y nieve; sino, además, personajes animados. Esta animación es un patrón universal que está presente en todas las culturas originarias. Muchas veces las poblaciones asentadas cerca de las grandes montañas están compuestas por indígenas y campesinos o aborígenes para quienes la religión, el culto, el simbolismo y el ritual forman parte consustancial de la vida cotidiana. En estas comunidades, el agua es el recurso más preciado y se trata de uno no solamente físico, sino con un contenido simbólico que es parte de una cosmovisión distinta que le asigna un tratamiento diferente al que le asigna la ciencia o el mundo urbano tecnológicamente desarrollado.
Muchos proyectos —no solamente hidrológicos, sino también mineros y de hidrocarburos— no han incorporado la dimensión cultural, lo cual constituye una de las razones de su fracaso. El desencuentro en el uso del agua es frecuente: mientras en las ciudades, debido al crecimiento demográfico, el consumo por habitante es una prioridad, en las zonas rurales de donde proviene el agua este recurso no solo es de uso doméstico y comunitario, sino necesario para la actividad agropecuaria. Por ello, el desencuentro entre la oferta y la demanda del agua está conduciendo a conflictos sociales, en particular en países tropicales y pobres.
¿Qué escenarios futuros se pueden prever en relación al agua y el deterioro ambiental? La respuesta no es fácil. Lo que sí es cierto es que las zonas rurales no solamente experimentarán más pobreza, sino que habrá mayor migración a las ciudades u otros centros de atracción. Una manera de afrontar la creciente movilidad humana debida al cambio climático es la implementación de medidas de prevención, reducción del riesgo y control demográfico que permitan aliviar la lucha por los recursos, en particular por el agua.
1 Entre ellos, Cleo Pascal (2010), el Norwegian Refugee Council, Stephen Castles (2012), así como Anthony Oliver-Smith y Xiaomeng Shen (2009).
2 Estos investigadores, financiados por las multinacionales, en general producen reportes privados. No hay libros o artículos que demuestren evidencias sobre el tema, sino que los resultados aparecen más bien como artículos en diarios o revistas como Newsweek o New York Times.
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