El libro de las mil noches y una noche. Anonimo

El libro de las mil noches y una noche - Anonimo


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tampoco dejó de hacer el mismo encargo a otro eunuco. Apenas parió Safía, cuando las comadronas recogieron a la criatura y la examinaron, y habiendo visto que era una niña, se apresuraron a anunciárselo a todas las concurrentes y a los eunucos, clamando: "¡Es una niña! ¡Su rostro es más brillante que la luna!"

      Y el eunuco del rey corrió presuroso a referírselo a su amo.

      Y el eunuco de Scharkán corrió también a anunciar la noticia. Y Scharkán se alegró en extremo.

      Pero apenas habían salido los eunucos,

      Safía dijo a las comadronas: "¡Aguardad! ¡Noto que mis entrañas contienen otra cosa!"

      Y empezó a exhalar nuevos lamentos y a sentir nuevos dolores de parto, y luego, con ayuda de Alah, acabó por parir un segundo hijo.

      Y

      las comadronas se inclinaron rápidamente y examinaron a la criatura; y era un varón que se parecía a la luna llena, con una frente que deslumbraba de blancura y unas mejillas como rosas floridas. (1) Límpida y pura como el agua. (2)Acaso Cesárea de Capadocia.

      Así se alegraron mucho las esclavas, las doncellas y todas las que estaban allí, y en cuanto parió Safía, todas las mujeres llenaron el palacio con sus gritos de alegría, gritos penetrantes que llegaban hasta la nota más aguda. Y de tal manera, que todas las demás concubinas lo oyeron y lo entendieron. Y todas adelgazaron de envidia y malestar.

      En cuanto al rey Omar AlNemán, apenas hubo averiguado la noticia, dió gracias a Alah, y acudió al aposento de Safía, se acercó a ella, le cogió la cabeza con las manos y la besó en la frente. Después se inclinó hacia el recién nacido y lo besó, y en seguida todas las esclavas golpearon las panderetas, y las tañedoras de instrumentos pulsaron las cuerdas armoniosas, y las cantadoras entonaron cantos propios del caso.

      Hecho esto, mandó el rey que se llamase al recién nacido Daul' makán (Luz del lugar) y a la niña Nozhatúzamán. (Delicias del tiempo) Y todos se inclinaron para decir "Escucho y obedezco". En seguido eligió las nodrizas y las sirvientas para los dos niños, así como las esclavas y doncellas. Y por último, mandó repartir entre toda la gente de palacio, vinos, bebidas, perfumes y tantas otras cosas, que la lengua sería incapaz de enumerarlas.

      Cuando los habitantes de Bagdad se enteraron del doble nacimiento, adornaron e iluminaron la ciudad e hicieron grandes demostraciones de regocijo.

      Después llegaron los emires, los visires y los grandes del reino, y presentaron sus homenajes y felicitaciones al rey Omar Al Nemán por el nacimiento de su hijo Daul'makán y de su hija Nozhatúzamán. Y el rey les dió las gracias, y les regaló trajes de honor, y les colmó de favores y mercedes, y obsequió a todos los circunstantes con gran largueza, tanto a los notables como a la plebe. Y así siguió hasta que transcurrieron cuatro años. Y durante todo aquel tiempo no dejó pasar ni un solo día sin tener noticias de Safía y de los niños. Y no cesó de enviar a Safía gran cantidad de oro y plata, alhajas, orfebrería, vestidos, sedas y otras maravillas.

      Y tuvo buen cuidado de confiar la educación de los niños y su custodia a los más adictos y avisados de sus servidores. ¡Y esto fue todo!

      En cuanto a Scharkán, como andaba muy lejos guerreando y combatiendo, tomando ciudades, cubriéndose de gloria en las batallas y venciendo a los héroes más valerosos, no había sabido más que el nacimiento de su hermana Nozhatúzamán.

      Pero el nacimiento de su hermano Daul'makán, ocurrido después de la salida del eunuco, nadie había pensado en comunicárselo.

      Un día entre los días, estando sentado en su trono el rey Omar AlNemán, entraron los chambelanes de palacio, besaron la tierra entre sus manos, y le dijeron: "¡Oh rey! he aquí que llegan enviados del rey Afridonios, soberano de los rumís y de Constantinia la Grande.' Y solicitan ser recibidos por ti en audiencia y presentarte sus homenajes. De modo que si accedes les daremos entrada, y si no, tu negativa acallará sus réplicas". Y el rey concedió el permiso.

      Cuando entraron los enviados, el rey los recibió con bondad, les mandó acercarse, les pidió noticias de su salud, y los interrogó acerca del motivo de su visita. Entonces besaron la tierra entre sus manos y dijeron:

      "¡Oh rey grande y venerable, de alma elevada e infinitamente generosa! sabe que el que hacia ti nos ha enviado es el rey Afridonios, señor del país de Grecia y de Jonia y de todos los ejércitos de las comarcas cristianas, y cuya residencia es el trono de Constantinia (Constantinopla).

      Nos encarga te avisemos que acaba de emprender una guerra terrible contra un tirano feroz, el rey Hardobios, dueño de Kaissaria.

      "La causa de esta guerra es la siguiente: un jefe de tribus árabes había encontrado, en un país recién conquistado, un tesoro de las edades remotas, del tiempo de ElIskandar el de los Dos Cuernos.(1) Este tesoro contenía riquezas incalculables, cuya evaluación nos sería imposible; pues, entre otras maravillas encerraba tres gemas tan gordas como huevos de avestruz, pedrerías sin tacha y sin defecto, y que rivalizan en belleza y en valor con todas las pedrerías de la tierra y del agua. Estas tres gemas preciosas están perforadas por el centro para enhebrarlas en un cordón y servir de collar. Tienen inscripciones misteriosas grabadas en caracteres jónicos, pero se sabe que llevan consigo numerosas virtudes, uno de cuyos menores efectos es preservar, a toda persona que se ponga una de ellas al cuello, de todas las enfermedades, y especialmente de calenturas e irritaciones. (1)Los árabes llaman así a Alejandro Magno, con motivo de su caballo Bucéfalo Los recién nacidos son los más sensibles a estas virtudes.

      "Por lo tanto, cuando el jefe árabe se dió cuenta de estos efectos maravillosos y sospechó las demás virtudes misteriosas, pensó que aquella era la mejor ocasión de granjearse la buena voluntad de nuestro rey Afridonios, y se dispuso inmediatamente a enviarle como regalo las tres gemas preciosas, así como una gran parte del tesoro. Mandó, pues, preparar dos naves, una cargada de riquezas, con las tres gemas preciosas destinadas como regalo a nuestro rey, y otra tripulada por hombres que iban como escolta de aquel precioso tesoro, para preservarle de los ataques de ladrones o enemigos. Sin embargo, estaba seguro de que nadie se atrevería a atacarle, ni a él directamente ni a las cosas enviadas por él y destinadas a nuestro poderoso rey Afridonios, pues el camino que habían de seguir los navíos era por el mar, a cuyo extremo se encuentra Constantinia.

      "Por eso, apenas estuvieron dispuestos los dos navíos, zarparon y se dieron a la vela hacia nuestro país. Pero un día que habían fondeado en una rada, no lejos de nuestra tierra, los asaltaron súbitamente unos soldados griegos de nuestro vasallo el rey Hardobios de Kaissaria, y les arrebataron cuanto allí se había acumulado en riquezas, tesoros y cosas maravillosas, y entre éstas las tres gemas preciosas. Y después mataron a todos los hombres y se apoderaron de las naves.

      "Cuando tal acción llegó a conocimiento de nuestro rey, mandó inmediatamente contra el rey Hardobios un cuerpo de ejército que fue aniquilado. En seguida mandó otro, que fue aniquilado también. Entonces nuestro rey Afridonios se enfureció en extremo, y juró que se pondría personalmente al frente de todos sus ejércitos reunidos y no regresaría hasta haber destruido la ciudad de Kaissaria, asolando todo el reino de Hardobios y arruinando por completo todos los pueblos que de él dependieran.

      "Y ahora, ¡oh sultán lleno de gloria! venimos a reclamar tu auxilio y a solicitar tu eficaz y poderosa alianza. Y al ayudarnos con tus fuerzas y soldados, indudablemente has de acrecentar tu gloria e ilustrarte con nuevas hazañas".

      "Y he aquí que nuestro rey nos ha cargado con pesados regalos de todas clases, como homenaje a tu generosidad, y te ruega con insistencia que le otorgues el favor de verlos con buenos ojos y aceptarlos con corazón magnánimo".

      Dichas estas palabras, los enviados se callaron y se prosternaron y besaron la tierra entre las manos del rey Omar AlNemán.

      Y he aquí en qué consistían aquellos presentes del rey Afridonios, señor de Constantinia…

      En este momento de su narración,

      Schehrazada vió apuntar la mañana, y se calló discretamente.


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