El libro de las mil noches y una noche. Anonimo

El libro de las mil noches y una noche - Anonimo


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debajo del cinturón que las tenía cautivas. Este cinturón era de oro afiligranado, con pedrería. Y con tal cintura y tales caderas, semejaba la joven una mesa de cristal diáfano en cuyo centro se plegara delicadamente una fina rama de plata. Los pechos eran más soberbios y más salientes.

      Sujetaba su cabellera una redecilla de perlas con toda clase de pedrería. Y rodeada de las veinte doncellas a derecha e izquierda, que le llevaban la cola de su soberbio vestido, adelantaba maravillosa, contoneándose.

      Y al verla, sintió Scharkán oscurecida su razón; y se olvidó de sus soldados, y del visir, y hasta de los consejos de su padre. Y se puso de pie, imantado por aquellos encantos, y recitó estas estrofas: ¡Poderosa de caderas, inclinada y cimbreante! ¡Tus miembros son flexibles y suaves, tu garganta resbaladiza y dorada! ¡Ocultas ¡oh hermosísima! los tesoros interiores! Yo tengo ojos agudos que atraviesan todas las opacidades.

      Entonces la joven se acercó a él, y le miró largamente, largamente. Después le dijo:

      "¡Eres Scharkán! Ya no lo dudo. ¡Oh Scharkán, hijo de Omar AlNemán! ¡Oh héroe magnánimo! He aquí que iluminas esta morada y la honras. Dime, ¡oh Scharkán! ¿has pasado la noche tranquilo? ¡Háblame! Y sobre todo, ¡no finjas más, deja la mentira a los maestros de la mentira, porque la ficción y la mentira no son los atributos de los reyes, ni sobre todo el más grande de los reyes!"

      Cuando Scharkán oyó estas palabras, comprendió que de nada le serviría el negar, y respondió: "¡Oh tú, la muy dulce! ¡Soy Scharkán Omar AlNemán! ¡Soy aquel que sufre porque el Destino lo arrojó sin defensa entre tus manos! Haz de mí lo que quieran tu gusto y tu deseo, ¡oh desconocida de los ojos negros!" Entonces la joven bajó un momento los ojos hacia el suelo, como si meditase.

      Después, mirando a Scharkán, le dijo:

      "¡Apacigua tu alma y endulza tus miradas! ¿Olvidas que eres mi huésped? ¿Olvidas que ha mediado entre nosotros el pan y la sal? ¿Olvidas también que sostuvimos más de una conversación amistosa? En adelante estarás bajo mi protección y a beneficio de mi lealtad. ¡No temas, porque ¡por el Mesías! si toda la tierra se lanzara contra ti, nadie te tocaría antes de que mi alma saliera del cuerpo en defensa tuya!"

      Dijo, y fué a sentarse gentilmente a su lado, y se puso a hablarle con la más dulce sonrisa. Después llamó a una de sus esclavas y le habló en lengua griega, y la esclava salió, para volver acompañada de otras que llevaban grandes bandejas con manjares de todas clases, y otras con frascos y jarrones de bebidas.

      Pero Scharkán no se atrevía a probar aquellos manjares, y la joven, al observarlo, le dijo:

      "Vacilas, ¡oh Scharkán! en probar mis manjares.

      Sospechas alguna traición. ¿Olvidas que ayer te pude matar?" Y se apresuró a alargar la mano y a tomar un poco de cada plato. Y Scharkán se avergonzó de sus sospechas, y empezó a comer, y ella con él, hasta que se saciaron. Después de haberse lavado las manos, colocaron las flores y mandaron traer bebidas, en grandes jarrones de oro, plata y cristal; y las había de todos los colores y de las mejores clases. Y la joven llenó una copa de oro, y fué la primera en beber; y después la llenó de nuevo y se la ofreció a Scharkán, que bebió, y ella le dijo:

      "¡Oh musulmán! ¿ves como así la vida es fácil y agradable?"

      En este momento de su narración,

      Schehrazada vió aparecer la mañana, y se calló discretamente.

       PERO CUANDO LLEGO LA 49ª NOCHE

      Ella dijo:

      He llegado a saber, ¡oh rey afortunado! que la joven desconocida dijo a Scharkán:

      "¡Oh musulmán! ¿ves como así la vida es fácil y agradable?" Después siguieron bebiendo de aquel modo hasta que la fermentación produjo su efecto y el amor prendió firmemente en el corazón de Scharkán.

      Entonces la joven dijo a una de sus doncellas favoritas, llamada Grano de Coral: "¡Oh Grano de Coral! ¡apresúrate a traer los instrumentos armoniosos!" Y Grano de Coral contestó: "¡Escucho y obedezco!"

      Se ausentó un instante, y volvió acompañada de unas jóvenes que traían un laúd de Damasco, una cítara de Tartaria y una viola de Egipto. Y la joven cogió el laúd, lo templó sabiamente, y acompañada por las otras doncellas que se habían sentado en la alfombra, pulsó un momento las cuerdas vibrantes. Y con voz llena de delicias, más dulce que la brisa y más agradable y pura que el agua de la sierra, cantó lo siguiente:

      Las víctimas de tus ojos, ¡oh mi amada! ¿sabes su número? Las flechas que disparan tus ojos y que derraman la sangre de los corazones, ¿sabes su número? ¡Pero afortunados los corazones que sufren por tus ojos! ¡Y mil veces afortunados tus esclavos de amor!

      Y acabado este canto, se calló la joven.

      Entonces una de las muchachas que acompañaba con los instrumentos, entonó en lengua griega una canción que no comprendió Scharkán. Y su joven señora contestaba de cuando en cuando en el mismo tono. Pero ¡cuán dulce era aquel canto alternado y quejumbroso!

      Y la joven dijo a Scharkán: "¡Oh musulmán entre los musulmanes! ¿has comprendido nuestra canción?"

      Y

      él respondió:

      "¡Verdaderamente que no la he entendido, pero su armonía me ha conmovido extraordinariamente! Y la humedad de los dientes al sonreír y la ligereza de los dedos al sonar los instrumentos me han encantado hasta lo infinito".

      Ella sonrió, y dijo: "Y ahora, Scharkán, si te dijera un canto árabe, ¿qué harías?" Y él contestó: "¡Perder seguramente la razón que me queda!" Entonces la joven cambió el tono y la clavija del laúd, lo pulsó un instante, y cantó estas palabras del poeta:

      El sabor de la separación es un sabor lleno de amargura. ¿Hay algún medio para sufrirlo con paciencia?

      Tres cosas me han dado a elegir: el alejamiento, la separación y el abandono, tres cosas llenas de espanto. ¿Cómo elegir, cuando estoy completamente vencido por el amor de una hermosura que me ha conquistado y que me somete a tan duras pruebas?

      Cuando Scharkán oyó esta canción, como había bebido considerablemente, quedó sin conocimiento, completamente ebrio. Y al volver en sí, ya no estaba allí la joven.

      Y Scharkán preguntó a las esclavas.

      Y las esclavas le dijeron: "Se ha ido a su habitación para dormir, pues he aquí que es de noche". Y Scharkán, aunque muy contrariado, dijo: "¡Qué Alah la tenga bajo su protección!" Pero al día siguiente, Grano de Coral, la esclava preferida, le vino a buscar en cuanto se despertó, para llevarle al aposento mismo de su señora. Y al franquear el umbral, Scharkán, fué recibido al son de los instrumentos y de los himnos de las cantoras, que de aquel modo le daban la bienvenida. Y transpuso una puerta toda de marfil, incrustada de perlas y pedrería. Y se halló en una gran sala, toda cubierta de sedería y de tapices de Khorasán.

      Y estaba iluminada por altos ventanales que daban a unos jardines frondosos atravesados por arroyos. Junto a las paredes de la sala había una fila de estatuas vestidas como personas y que movían los brazos y las piernas de un modo asombroso, y en su interior tenían un mecanismo que les hacía cantar y hablar como verdaderos hijos de Adán.

      Pero cuando la dueña de la casa vió a Scharkán, se levantó, se acercó a él, y le cogió de la mano. Y le hizo sentarse junto a ella, y le preguntó con interés cómo había pasado la noche, y le dirigió otras preguntas, a las cuales dió Scharkán las respuestas convenientes.

      Después se pusieron a conversar, y ella le preguntó: "¿Sabes las palabras de los poetas acerca de los enamorados y de los esclavos de amor?" Y él contestó: "Sí, ¡oh mi señora! sé algunas". Y ella dijo: "Quisiera oírlas".

      Y él dijo: "He aquí lo que el elocuente y delicado Kuzair decía respecto a la perfectamente bella Izzat, a quien amaba: ¡Oh, no! ¡Jamás descubriré los encantos


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