El libro de las mil noches y una noche. Anonimo

El libro de las mil noches y una noche - Anonimo


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inmediatamente por mis soldados., y lo llevaría prisionero entre las manos de tu padre, el rey de Kaissaria".

      Y Abriza exclamó: "Hablas demasiado para ser un guerrero, ¡oh patricio Massura! ¡Y tus palabras exceden en punto a pretensión e insolencia! ¿Olvidas acaso que sois cien contra uno? Si tu patriciado no te quitó hasta el rastro del valor, combátele de hombre a hombre. Pues si eres vencido, otro ocupará tu puesto, y así sucesivamente, hasta que Scharkán caiga en nuestras manos. ¡Y así se decidirá quién de todos vosotros es el héroe!"

      En este momento de su narración,

      Schehrazada vió aparecer la mañana, y se calló discretamente.

       PERO CUANDO LLEGO LA 50ª NOCHE

      Ella dijo:

      He llegado a saber, ¡oh rey afortunado! que la joven reina Abriza exclamó: "¡Y veremos quién de todos vosotros es el héroe!"

      Y el patricio Massura repuso: "¡Por el Mesías! ¡Has hablado muy bien! ¡Yo seré el primero que se presente a luchar!"

      Ella dijo: "Pues aguarda que vaya a avisarle y a saber su respuesta. Si acepta, así se hará; si se niega, será de todos modos el huésped protegido". Y Abriza se apresuró a ir en busca de Scharkán, y le puso al corriente de todo, excepto de quién era ella.

      Y Scharkán comprendió que había juzgado mal al dudar de la generosidad de la joven, y se reconvino mucho, y con doble motivo por haberse equivocado al juzgar a la joven y por haberse metido imprudentemente en medio del país de los rumís.

      Y después dijo: "¡Oh mi señora! No tengo la costumbre de combatir contra un solo guerrero, sino contra diez a un tiempo, y de esa manera pienso entablar el combate".

      Dijo, y se puso en pie de un salto, y se precipitó al encuentro de los guerreros cristianos. Y llevaba en la mano su alfanje y su escudo.

      Cuando el patricio Massura vió que se acercaba Scharkán, saltó sobre él de un brinco, y le atacó furiosamente; pero Scharkán paró el golpe que se le dirigía, y se lanzó contra su adversario como un león. Y le dió en el hombro un tajo tan terrible, que el alfanje salió brillando por la cadera, después de haberle atravesado el vientre y los intestinos.

      Al ver esto, el valor de Scharkán creció considerablemente a los ojos de la reina, que pensó: "¡He aquí el héroe con quien habría yo podido luchar en el bosque!"

      Después se volvió hacia los soldados; y les dijo: "¿Qué esperáis para proseguir el combate? ¿No pensáis vengar la muerte del patricio?" Entonces avanzó a grandes pasos un gigante de aspecto formidable, y cuya cara respiraba una gran energía. Era el propio hermano del patricio Massura. Pero Scharkán no le dió tiempo para más, pues le dió tal tajo en el hombro, que el alfanje salió brillando por la cadera, después de haber atravesado el vientre y los intestinos.

      Entonces avanzaron otros guerreros, uno a uno, pero Scharkán les hacía sufrir la misma suerte, y para su alfanje era un juego el hacer volar sus cabezas. Y de ese modo mató a cincuenta. Cuando los otros cincuenta que quedaron vieron la suerte que habían corrido sus compañeros, se reunieron en una sola masa, y se precipitaron todos juntos contra Scharkán, pero esto los perdió.

      Scharkán los esperaba con toda la bravura de su corazón, más duro que la roca, y los trilló como se trillan los granos en la era, y los desparramó a ellos y a sus almas para siempre.

      Entonces la reina Abriza gritó a sus doncellas: "¿Quedan más hombres en el monasterio?" Y ellas contestaron: "No quedan más hombres que los porteros". Entonces la reina Abriza avanzó al encuentro de Scharkán, y le estrechó entre sus brazos, y le besó con fervor. Después contó el número de muertos, y se encontraron ochenta. En cuanto a los otros veinte combatientes, lograron escaparse, a pesar de su estado, y habían desaparecido.

      Y Scharkán pensó entonces en limpiar la hoja ensangrentada de su alfanje. Y arrastrado por Abriza, volvió al monasterio, recitando estas estrofas bélicas: ¡Contra mí se han lanzado furiosamente para combatirme el día de mi valentía!

      Y he arrojado sus altaneros caballos como pasto a los leones, a mis hermanos los leones. ¡Vamos! ¡Libradme del peso de mi ropa, si queréis!

      En el día de mi valentía no he hecho más que pasar, y he aquí a todos los guerreros tendidos en la tierra abrasadora de mi desierto.

      Y como habían llegado al salón, la joven Abriza, sonriente de placer cogió la mano de Scharkán y se la llevó a los labios. Después se levantó el vestido, y aparecieron por debajo una cota de malla y una espada de acero fino de la India.

      Y

      Scharkán asombrado. preguntó: "¿Para qué son, ¡oh mi señora! esta cota de malla y esta espada?" Y ella dijo: "¡Oh Scharkán! durante el combate me armé apresuradamente por si tenía que correr en tu auxilio, pero no has necesitado de mi brazo!"

      Después la reina Abriza mandó llamar a los porteros, y les dijo "¿Cómo es que sin mi permiso habéis dejado penetrar a los hombres del rey?" Y dijeron: "No es costumbre que pidan permiso los hombres del rey, y mucho menos su gran patricio".

      Ella dijo: "¡Sospecho que habéis querido perderme y ocasionar la muerte de mi huésped!

      Y rogó a Scharkán que les cortara la cabeza, y Scharkán les cortó la cabeza.

      Entonces la reina dijo a sus esclavas:

      "¡Merecían un castigo más duro!"

      Después se volvió hacia Scharkán, y exclamó: "¡He aquí, ¡oh Scharkán! que voy a revelarte lo que ha estado oculto para ti hasta ahora!"

      Y dijo así:

      "Sabe, ¡oh Scharkán! que soy la hija única del rey griego Hardobios, señor de Kaissaria, y me llamo Abriza. Y tengo por enemiga inexorable a la vieja Madre de todas las Calamidades, que ha sido la nodriza de mi padre y es muy temida y atendida en palacio.

      Y la causa de esta enemistad entre ella y yo, es una causa que me dispensarás que te cuente, pues intervienen unas jóvenes en esta historia, y ya conocerás con el tiempo todos los pormenores. Así es que la Madre de todas las Calamidades hará cuanto pueda para perderme, sobre todo ahora que he sido la causa de la muerte del jefe de los patricios y de los guerreros. Y dirá a mi padre que he abrazado vuestra causa. Así es que la única resolución que puedo tomar, mientras la Madre de todas las Calamidades me persiga, es irme lejos de mi familia y de mi país. Y te ruego que me ayudes y obres conmigo como yo he obrado contigo, pues te corresponde parte de culpa de cuanto acaba de pasar".

      Al oír estas palabras, Scharkán sintió que la alegría le hacía perder la razón, y que su pecho se ensanchaba, y se dilataba todo su ser, y dijo: "¡Por Alah! ¿Quién se atreverá a acercarse a ti, mientras mi alma esté en mi cuerpo? Pero ¿podrías sobrellevar realmente el verte alejada de tu padre y de los tuyos? Y ella contestó:

      "Seguramente que sí".

      Entonces Scharkán le hizo que lo jurase, y ella juró. Y después ella dijo: "Ya se ha tranquilizado mi corazón.

      Pero tengo que dirigirte otra súplica".

      Scharkán dijo: "¿Y cuál es esa súplica?" Y ella contestó: "Que vuelvas a tu país, con todos los soldados". Pero él dijo: "¡Oh señora mía!

      Mi padre Omar AlNemán me ha mandado a este país de los rumís para combatir y vencer a tu padre, contra el cual nos ha pedido auxilio el rey Afridonios de Constantinia. Pues tu padre ha mandado confiscar un navío cargado de riquezas, entre ellas tres gemas preciosas que poseen admirables virtudes".

      Entonces Abriza contestó: "¡Tranquiliza tu alma y endulza tus ojos! Porque he aquí que voy a decirte la verdadera historia de nuestra hostilidad con el rey Afridonios:

      "Sabe que nosotros los griegos celebramos una fiesta anual, que es la fiesta de este monasterio. Y cada año en igual fecha acuden aquí todos los reyes cristianos desde todas las comarcas, así como los nobles y los grandes comerciantes.


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