El libro de las mil noches y una noche. Anonimo

El libro de las mil noches y una noche - Anonimo


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coge un puñado de banj, narcótico seguro, e irás a buscar a Abriza. Y comenzarás a beber con ella, y le deslizarás en la copa unos terrones de banj. Y en cuanto caiga en la cama, serás su dueño; y podrás hacer con ella todo lo que te parezca a propósito para satisfacer tu deseo y calmar tus ardores. Y esta es mi idea". Y el rey contestó: "Verdad es que tu consejo es excelente, y el único realizable".

      Entonces se levantó, y fué a uno de sus armarios; y sacó un puñado de banj tan puro y tan fuerte, que sólo el olor habría hecho dormir un año entero a un elefante. Se lo guardó en el bolsillo y esperó que llegase la noche. Entonces fué a buscar a la reina Abriza, que se levantó para recibirle, y no se sentó hasta que se sentó el rey y le dió permiso. Y se puso a comer con ella, y expresó el deseo de beber, y en seguida mandó ella traer bebidas en grandes copas de oro y cristal, y todos los accesorios, como frutas, almendras, avellanas, alfónsigos y lo demás.

      Y ambos se pusieron a beber, hasta que la embriaguez empezó a perturbar la cabeza de Abriza. Al verlo, sacó el rey los terrones de banj y se los escondió en la mano. Después llenó una copa, se bebió la mitad, deslizó en ella el narcótico discretamente, y se la ofreció a la joven.

      Y le dijo: "¡Oh regia joven! toma esta copa y bebe esta bebida de mi deseo". Y la reina Abriza, inconsciente, se la bebió risueña, y en seguida el mundo empezó a girar delante de sus ojos; y no tuvo tiempo más que para arrastrarse hasta su lecho, en que cayó pesadamente de espaldas, extendidos los brazos y separadas las piernas. Y dos grandes candelabros estaban colocados uno a la cabecera y otro a los pies de la cama.

      Entonces el rey Omar AlNemán se aproximó a Abriza, y empezó por desatar los cordones de seda de su ancho pantalón, y no le dejó encima de la piel más que la fina camisa. Levantó el pañal de la camisa, y apareció debajo, entre los muslos, bien alumbrado por la luz de los candelabros, algo que le arrebató el espíritu y la razón. Pero tuvo fuerzas para reprimirse y quitarse también el ropón y los calzones. Y entonces pudo dejarse llevar libremente del extremado ardor que le impulsaba. Y echándose sobre aquel cuerpo juvenil, lo cubrió completamente. Pero ¡quién sabría medir todo lo que pasó entonces!

      Y he aquí cómo desapareció y cómo se borró la virginidad de la joven reina Abriza.

      Y el rey Omar AlNemán, apenas hizo aquello, se levantó y se fué a la habitación contigua en busca de la esclava preferida de Abriza, la fiel Grano de Coral, y le dijo:

      "¡Corre al aposento de tu ama, que te necesita!" Y Grano de Coral se apresuró a entrar en el aposento de su señora, y la encontró tendida y estropeada, con la camisa levantada, los muslos teñidos en sangre y la cara muy pálida. Y Grano de Coral comprendió que era muy urgente cuidarla. Y en seguida cogió un pañuelo, con el cual limpió delicadamente la cosa más honorable de su ama. Después cogió otro pañuelo, y le secó cuidadosamente el vientre y los muslos.

      En seguida le lavó la cara, las manos y los pies, y la roció con agua de rosas, y le lavó los labios y la boca con agua de azahar.

      Entonces la reina Abriza abrió los ojos, y en seguida se incorporó. Y viendo a su esclava Grano de Coral, le dijo: "¡Grano de Coral! ¿qué me ha sucedido? He aquí que me siento desfallecer." Y Grano de Coral no pudo hacer más que contarle el estado en que la había encontrado, tendida de espaldas y filtrándosele la sangre por entre los muslos. Y Abriza comprendió entonces que el rey Omar AlNemán había satisfecho en ella sus deseos y que había consumado en ella la cosa irreparable. Y tan grande fué su dolor, que mandó a Grano de Coral que negase a todo el mundo la entrada en su aposento. Y le encargó que cuando el rey Omar AlNemán fuese a visitarle, le dijese: "Mi ama está enferma y no puede recibir a nadie".

      Y en cuanto lo supo el rey Omar Al Nemán, empezó a enviarle todos los días esclavos cargados con grandes bandejas llenas de manjares y bebidas, y terrinas con frutas y confitería, y también tazones de porcelana con crema y dulces. Pero ella seguía encerrada en su aposento, hasta que un día notó que le crecía el vientre, que se dilataba su cintura y que seguramente estaba preñada. Entonces aumentó su desesperación y se oscureció el mundo ante sus ojos. Y no quiso escuchar a Grano de Coral, que intentaba consolarla. Después le dijo: "¡Oh Grano de Coral! yo sola tengo la culpa de verme en este estado, pues no obré bien al dejar a mi padre, a mi madre y a mi reino. ¡Y he aquí que ahora siento asco de mí misma y de la vida! ¡Y se ha desvanecido mi valor y se ha acabado mi fuerza!

      Con mi virginidad he perdido toda mi energía, pues mi preñez me incapacita para resistir el choque de un niño. ¡Y ni siquiera podría llevar las riendas de mi corcel, yo que antes me sentía llena de entusiasmo y de vigor! ¿Y qué haré ahora? Si llego a parir en palacio, seré motivo de irrisión para todas las musulmanas, que sabrán cómo he perdido mi virginidad. Y si vuelvo a casa de mi padre, ¿con qué cara me atreveré a mirarle? ¡Oh! ¡Cuán verdaderas son estas palabras del poeta! ¡Amigo! ¡Sabe muy bien que en la desgracia no encontrarás ya ni parientes, ni patria, ni casa que te brinde hospitalidad!

      Entonces Grano de Coral le dijo: "¡Oh dueña mía! soy tu esclava, y estoy completamente bajo tu obediencia. ¡Mándame!" Y la reina respondió: "Entonces, ¡oh Grano de Coral! escucha bien lo que voy a decirte. Es absolutamente necesario que yo salga de aquí sin que nadie se entere. Quiero volver, a pesar de todo, a casa de mi padre y de mi madre, porque si el cadáver llega a oler, lo han de aguantar los suyos. Y yo no soy más que un cuerpo sin vida.

      Y después de esto sucederá lo que el Señor disponga". Y Grano de Coral contestó:

      "¡Oh reina! tu plan es el mejor de todos los planes".

      Y

      desde aquel momento se dedicaron secretamente a los preparativos de la marcha. Y hubieron de esperar ocasión favorable, que se presentó pronto, y fué la marcha del rey para la caza y la salida de Scharkán para las fronteras del imperio, en donde tenía que inspeccionar las fortalezas.

      Pero durante este retraso, se aproximaba el día del parto, y Abriza dijo a Grano de Coral:

      "¡Es indispensable que partamos esta misma noche! Nada podemos hacer contra el Destino, que me ha marcado en la frente y que ha señalado mi parto para dentro de tres o cuatro días. Vámonos, pues todo lo prefiero a parir en este palacio. Y has de buscar un hombre que se avenga a acompañarnos en este viaje, pues yo no tengo fuerzas ni para sostener el arma más ligera".

      Y Grano de Coral contestó: "¡Oh ama mía!

      Sólo sé de un hombre capaz de acompañarnos y defendernos, y es el negro Moroso, uno de los esclavos más corpulentos del rey Omar AlNemán. Le he hecho muchos favores, y además me ha dicho que en otros tiempos fué bandolero y salteador de caminos. Y como es el guardián de la puerta de palacio, iré a buscarle, le daré oro, y le diré que en cuanto lleguemos a nuestro país le proporcionaremos una buena boda con la griega más linda de Kaissaria".

      Entonces Abriza exclamó: "¡Oh Grano de Coral! tráemelo aquí, pero no le digas nada, que yo misma le hablaré".

      En seguida Grano de Coral fué en busca del negro, y le dijo: "¡Oh Moroso! he aquí que ha llegado el día de tu suerte. Y para eso te bastará hacer todo lo que te pida mi ama. ¡Ven, pues!" Y cogiéndole de la mano; lo guió a la habitación de la reina Abriza.

      Y el negro Moroso, apenas vió a la reina, se adelantó y besó la tierra entre sus manos.

      Y ella notó que lo rechazaba su corazón y que su aspecto le desagradaba grandemente.

      Pero dijo para sí: "¡La necesidad hace ley!"

      Y a pesar de todo el horror que sentía, le habló de este modo: "¡Oh Moroso! ¿eres capaz de ayudarnos en las contrariedades del tiempo y de auxiliarnos en nuestros infortunios? Si te revelara mi secreto, ¿serías bastante prudente para no divulgarlo?"

      Y el negro Moroso, que al ver a Abriza había sentido inflamarse su corazón, dijo:

      "¡Oh mi señora! haré todo lo que me mandes". Y Abriza dispuso: "En ese caso, te pido que nos prepares en seguida dos caballos para nosotras y dos mulas para llevar nuestro equipaje. Y que nos hagas salir de aquí a mí y a esta esclava, Grano de Coral. Y te


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