El libro de las mil noches y una noche. Anonimo

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cuando iban a marchar, lloraba Ghanem sus desdichas, y entonces se aproximaron dos mujeres miserablemente vestidas que estaban entre la muchedumbre. Y al ver al enfermo, exclamaron: "¡Cuánto se parece a nuestro hijo Ghanem! Pero no es posible que sea este joven reducido a su sombra". Y aquellas dos mujeres, que estaban cubiertas de polvo y acababan de llegar al pueblo, se pusieron a llorar pensando en Ghanem, pues eran su madre y su hermana Fetnah, que habían huido de Damasco y seguían ahora su camino hacia Bagdad.

      En cuanto al camellero, no tardó en montar en el burro, y cogiendo al camello del ronzal, se encaminó hacia Bagdad. Y en cuanto llegó, se fué al hospital, bajó a Ghanem del camello, y como era muy temprano y el hospital no estaba abierto todavía, lo dejó en la escalera y se volvió al pueblo.

      Y allí permaneció Ghanem hasta que los vecinos salieron de sus casas. Y al verle echado en la esterilla y reducido al estado de sombra, empezaron a hacer mil suposiciones.

      Y mientras tanto pasó uno de los jeiques entre los principales jeiques del zoco. Apartó la muchedumbre, se acercó al enfermo, y dijo: "¡Por Alah! Si este joven entra en el hospital, lo veo perdido por falta de cuidados.

      Lo voy a llevar a mi casa, y Alah me premiará en su Jardín de las Delicias".

      Mandó, pues, a sus esclavos que cogieran al joven y lo llevasen a su casa, y él los acompañó. Y apenas llegaron, le preparó una buena cama, con magníficos colchones y una almohada muy limpia. Y luego llamó a su esposa y le dijo: "He aquí un huésped que nos envía Alah. Lo vas a asistir con mucho cuidado". Y ella respondió: "Le pondré sobre mi cabeza y mis ojos". Y se arremangó, mandó calentar agua en el caldero grande, le lavó los pies, las manos y todo el cuérpo. Le vistió con ropas de su esposo, le llevó un vaso de sorbete y le roció la cara con agua de rosas.

      Entonces Ghanem empezó a respirar mejor y a recuperar las fuerzas poco a poco.

      Y con las fuerzas le acudió el recuerdo de su pasado y de su amiga Kuat AlKulub.

      Esto en cuanto a Ghanem benAyub El Motim ElMasslub.

      En cuanto a Kuat AlKulub, el califa se encolerizó tanto contra ella…

      En este momento de su narración,

      Schehrazada vió aparecer la mañana, e interrumpió discretamente su relato.

       PERO CUANDO LLEGO LA 42ª NOCHE

      Schehrazada dijo:

      He llegado a saber, ¡oh rey afortunado! que cuando el califa se encolerizó tanto contra Kuat AlKulub y la mandó encerrar en un cuarto oscuro bajo la vigilancia de una vieja, la favorita permaneció allí ochenta días, sin comunicarse con nadie.

      Y el califa la había olvidado por completo, cuando un día entre los días, al pasar cerca de donde estaba Kuat AlKulub, le oyó cantar tristemente algunos versos.

      Y oyó también que decía lo siguiente:

      "¡Que alma tan hermosa la tuya, ¡oh Ghanem benAyub! y qué corazón tan generoso! Fuiste noble para aquel que te oprimió. Respetaste la mujer de aquel que había de arrebatar las mujeres de tu casa. Salvaste del oprobio a la mujer de aquel que derramó la vergüenza sobre los tuyos y sobre ti. Pero ya llegará el día en que tú y el califa os véais ante el Unico juez, el Unico Justo, y saldrás victorioso de tu opresor, con la ayuda de Alah y con los ángeles por testigos".

      Al oír el califa estas palabras, comprendió lo que significaban estas quejas, sobre todo cuando nadie podía oírlas. Y se convenció de cuán injusto había sido con ella y con Ghanem.

      Se apresuró, pues, a volver a palacio, y encargó al jefe de los eunucos que fuese a buscar a Kuat AlKulub. Y Kuat AlKulub se presentó entre sus manos, y permaneció con la cabeza inclinada, arrasados los ojos en lágrimas y el corazón muy triste.

      Y el califa dijo: "¡Oh Kuat AlKulub! He oído que te dolías de mi injusticia. Has afirmado que obré mal con quien obró bien conmigo. ¿Quién ha respetado a mis mujeres mientras que yo perseguía a las suyas? ¿Quién ha protegido a mis mujeres mientras que yo deshonraba a las suyas?"

      Y Kuat AlKulub contestó: "Es Ghanem benAyub ElMotim ElMasslub. Te juro, ¡oh señor! por tus mercedes y tus beneficios, que nunca intentó forzarme Ghanem, ni cometió conmigo nada que merezca censura. No hallarás en él ni el impudor ni la brutalidad".

      Y convencido el califa, disipadas todas sus sospechas, dijo: "¡Qué desventura la de este error, oh Kuat AlKulub! ¡Verdaderamente, no hay sabiduría ni poder más que en Alah el Altísimo y el Omnisciente! Pídeme lo que quieras. y satisfaré todos sus deseos".

      Y Kuat AlKulub dijo: "¡Oh Emir de los Creyentes! si me lo permites, te pediré a Ghanem benAyub". El califa, a pesar de todo el amor que aun le inspiraba su favorita, le dijo:

      "Así se hará, si Alah lo quiere. Te lo prometo con toda la generosidad de un corazón que nunca se vuelve atrás de lo que ha ofrecido. Será colmado de honores". Y Kuat AlKulub prosiguió: "¡Oh Emir de los Creyentes! te pido que cuando vuelva Ghanem le hagas don de mi persona, para ser su esposa".

      Y el califa dijo: "Cuando vuelva Ghanem, te concederé lo que pides, y serás su esposa y propiedad suya"

      Y contestó Kuat AlKulub: "¡Oh Emir de los Creyentes! nadie sabe lo que ha sido de Ghanem, pues el mismo sultán de Damasco te ha dicho que ignoraba su paradero.

      Concédeme que lo pueda buscar yo, con la esperanza de que Alah me permitirá encontrarle". Y el califa dijo: "Te autorizo para que hagas lo que te parezca".

      Y Kuat AlKulub, con el pecho dilatado de alegría y regocijado el corazón, se apresuró a salir de palacio, habiéndose provisto de mil dinares de oro.

      Y recorrió aquel primer día toda la ciudad, visitando a los jeiques de los barrios y a los jefes de las calles. Pero les interrogó sin conseguir ningún resultado.

      El segundo día fué al zoco de los mercaderes, y recorrió las tiendas, y fué a ver al jeique, a quien entregó una gran cantidad de dinares para que los repartiese entre los forasteros pobres.

      El tercer día se proveyó de otros mil dinares, y visitó el zoco de los orífices y de los joyeros. Y se encontró con el jeique entre los principales jeiques, a quien entregó otra cantidad de oro para que lo repartiese entre los forasteros pobres. Y el jeique le dijo: "¡Oh mi señora! precisamente tengo recogido en mi casa a un joven forastero y enfermo, cuyo nombre ignoro, pero debe ser hijo de algún mercader muy rico y de noble prosapia.

      Porque aunque está como una sombra, es un joven de hermoso rostro, dotado de todas las cualidades y de todas, las perfecciones.

      Indudablemente debe estar en tal situación por grandes deudas o por algún amor desgraciado".

      Al oírlo Kuat AlKulub sintió que el corazón le palpitaba violentamente y que las entrañas se le estremecían. Y dijo al jeique: "¡Oh jeique! Ya que no puedes abandonar el zoco, haz que alguien me acompañe a tu casa". Y el jeique dijo: "Sobre mi cabeza y sobre mis ojos". Y llamó a un niño y le dijo: "¡Oh Felfel! lleva a esta señora a casa", y Felfel echó a andar delante de Kuat AlKulub, y la llevó a casa del jeique, donde estaba el forastero enfermo.

      Cuando Kuat AlKulub entró en la casa, saludó a la esposa del jeique. Y la esposa del jeique la conoció, pues conocía a todas las damas nobles de Bagdad, a quienes solía visitar. Y se levantó y besó la tierra entre sus manos. Entonces Kuat AlKulub, después de los saludos, le dijo: "Buena madre, ¿puedes decirme dónde se encuentra el joven forastero que habéis recogido en vuestra casa?"

      Y la esposa del jeique se echó a llorar y señaló una cama que allí había. Y dijo: "Ahí le tienes. Debe ser un hombre de noble estirpe, según indica su aspecto". Pero Kuat AlKulub ya estaba junto al forastero, y le miró con atención. Y vió un mancebo débil y enflaquecido, semejante a una sombra, y no se le figuró ni por un instante que fuese Ghanem, pero de todos modos le inspiró una gran compasión. Y se echó a llorar y dijo:

      "¡Oh!


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