El libro de las mil noches y una noche. Anonimo

El libro de las mil noches y una noche - Anonimo


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yo le digo: "; Bebe, oh llama de mi corazón! ¡Este licor son mis lágrimas, su color rojo, mi sangre, y su mezcla en la copa, estoda mi alma!"

      Entonces la joven cogió la copa de manos del mandadero, se la llevó a los labios y después fue a sentarse junto a sus hermanas.

      Y todos empezaron a cantar, a danzar y a jugar con las flores exquisitas. Y mientras tanto, el mozo las abrazaba y las besaba. Y una le dirigía chanzas, otra lo atraía hacia ella, y la otra le golpeaba con las flores. Y siguieron bebiendo, hasta que el vino se les subió a la cabeza. Cuando el vino reinó por completo, la joven que había abierto la puerta se levantó, se quitó to a a ropa y se quedó desnuda. Y de un salto echó su alma en el estanque y se puso a jugar con el agua, se llenó de ella la boca y roció ruidosamente al mandadero. Esto no le estorbaba para que el agua corriese por todos sus miembros y por entre sus muslos juveniles. Después salió del estanque, se echó sobre el pecho del mandadero, y extendiéndose luego boca arriba, dijo señalando a la cosa situada entre sus muslos: "¡Oh mi querido! ¿Sabes cómo se llama esto?"

      Y contestó el mozo: "¡Ah…! ¡ah…! ordinariamente suele llamarse la casa de la misericordia".

      Pero ella exclamó: "¡Yu! ¡Yu! ¿No te da vergüenza tu ignorancia?" Y le cogió del pescuezo y empezó a darle golpes.

      Entonces dijo él: "¡Basta! ¡basta! Se llama la vulva". Y repitió ella: "Tampoco es así". Y el mandadero dijo: "Pues tu pedazo de atrás". Y ella repitió: "Otra cosa". Y dijo él:

      "Es tu zángano". Pero ella, al oírlo, golpeó al joven con tal fuerza, que le arañó la piel. Y entonces él dijo: "Pues dime cómo se llama".

      Y ella contestó: "La albahaca de los puentes".

      Y exclamó el mozo: "¡Ya era hora! ¡Alabado sea Alah! y él te guarde, ¡oh mi albahaca de los puentes!"

      Después volvió a circular la copa y la subcopa. En seguida la segunda joven se desnudó y se metió en el estanque, e hizo lo mismo que su hermana. Salió después, se echó en el regazo del mozo, y señalando con el dedo hacia sus muslos y a la cosa situada entre los muslos, preguntó: "¿Cuál es el nombre de esto, luz de mis ojos?" Y él dijo:

      "Tu grieta". Pero ella exclamó: "¡Qué palabras tan abominables dice este hombre!"

      Y le abofeteó con tal furia, que retembló toda la sala. Y después dijo él: "Entonces será la albahaca de los puentes". Pero ella replicó:

      "No es eso, no es eso". Y volvió a darle golpes. Entonces preguntó el mozo: "¿Pues cuál es su nombre?" Y contestó ella: "El sésamo descortezado". Y él exclamó: "¡Para ti sean, ¡oh el más descortezado entre los sésamos! las mejores bendiciones!"

      Después se levantó la tercera joven, se desnudó y se metió en el estanque, donde hizo como sus hermanas, y luego se vistió, y fue a tenderse entre las piernas del mandadero, y le dijo, señalando hacia sus partes delicadas: "Adivina su nombre".

      Entonces él le dijo: "Se llama, esto, se llama lo otro".

      Y numerando con los dedos, decía: "El estornino mudo, el conejo sin orejas, el polluelo sin voz, el padre de la blancura, la fuente de las gracias". Y por fin, en vista de sus protestas, acabó preguntando, para que no le pegara más: "¿Pues cuál es su nombre?"

      Y ella contestó: "El khan (la posada) de AbyMansur".

      Entonces el mandadero se levantó, se despojó de sus vestiduras y se metió en el agua. ¡Y su espalda sobrenadaba majestuosa en la superficie! Se lavó todo el cuerpo como se habían lavado las doncellas, y después salió del baño y fue a echarse en el regazo de la más joven, apoyó los pies en el regazo de la otra hermana, y señalando a su virilidad, preguntó a la mayor de todas: "¿Sabes, ¡oh soberana mía! cuál es su nombre?"

      Al oír estas palabras, las tres se echaron a reír tan a gusto, que cayeron sobre sus posaderas, y exclamaron: "¡Tu zib!" Y él dijo:

      "No es eso, no es eso". Y les dió a cada una un mordisco.

      Entonces dijeron:

      "¡Tu herramienta!" Y él contestó: "Tampoco es eso". Y a cada una les dió un pellizco en un seno. Y ellas, asombradas, replicaron: "Sí que es tu herramienta, porque está ardiente; sí que es tu zib, porque se mueve". Y el mozo seguía negando, con un movimiento de cabeza, y luego las besaba, las mordía, las pellizcaba y las abrazaba, y ellas reían a más no poder, hasta que acabaron por decirle:

      "¿Cómo se llama, pues?" Entonces él meditó un momento, se miró entre los muslos, guiñó los ojos, y señalando a su zib, dijo: "¡Oh señoras mías! vais a oír lo que acaba de decirme este niño: "Me llaman el macho poderoso y sin castrar, que pace la albahaca de los puentes, se deleita con raciones de sésamo descortezado y se alberga en la posada de AbyMansur".

      Y

      se rieron las tres tan descompasadamente al oírle, que de nuevo doblaron sobre sus partes traseras. Después siguieron bebiendo en la misma copa hasta que comenzó a anochecer.

      Las jóvenes dijeron al mandadero: "Ahora vuelve la cara y vete, y así veremos la anchura de tus hombros". Pero el mozo exclamó: "¡Por Alah, señoras mías! ¡Más fácil sería a mi alma salir del cuerpo, que a mí dejar esta casa! ¡Juntemos esta noche con el día, y mañana podrá cada uno ir en busca de su destino por el camino de Alah!"

      Entonces intervino nuevamente la joven proveedora: "Hermanas, por vuestra vida, invitémosle a pasar la noche con nosotras y nos reiremos mucho con él, porque es una mala persona sin pudor, y además muy gracioso". Y dijeron entonces al mandadero:

      "Puedes pasar aquí la noche con la condición de estar bajo nuestro dominio y no pedir ninguna explicación sobre lo que veas ni sobre cuanto ocurra". Y él respondió: "Así sea, ¡oh señoras mías!" Y ellas añadieron:

      "Levántate y lee lo que está escrito encima de las puertas". Y él se levantó, y encima de la puerta vió las siguientes palabras, escritas con letras de oro: .

      No hables nunca de lo que no te importe si no oirás cosas que no te gusten.

      Y el mandadero dijo: "¡Oh señoras mías! os pongo por testigo de que no he de hablar de lo que no me importe".

      En este momento de su narración,

      Schehrazada vio aparecer la mañana, y se calló discretamente.

       PERO CUANDO LLEGO LA 10ª NOCHE

      Doniazada dijo:

      "¡Oh hermana mía! acaba la relación".

      Y Schehrazada contestó: "Con mucho agrado, y como un deber de generosidad". Y prosiguió: He llegado a saber, ¡oh rey poderoso! que cuando el mandadero hizo su promesa a las jóvenes, se levantó la proveedora, colocó los manjares delante de los comensales, y todos comieron muy regaladamente. Después de esto encendieron las velas, quemaron maderas olorosas e incienso, y volvieron a beber y comer todas las golosinas compradas en el zoco, sobre todo el mandadero, que al mismo tiempo decía versos, cerrando los ojos mientras recitaba y moviendo la cabeza. Y de pronto se oyeron fuertes golpes en la puerta, lo que no les perturbó en sus placeres, pero al fin la menor de las jóvenes se levantó, fué a la puerta, y luego volvió y dijo: "Bien llena va a estar nuestra mesa esta noche, pues acabo de encontrar junto a la puerta a tres ahjam (1) con las barbas afeitadas y tuertos del ojo izquierdo. Es una coincidencia asombrosa. He visto inmediatamente que eran extranjeros, y deben venir del país de los Rum. Cada uno es diferente, pero los tres son tan ridículos de fisonomía, que hacen reír. Si los hiciésemos entrar nos divertiríamos con ellos". Y sus hermanas aceptaron. "Diles que pueden entrar, pero entérales de que no deben hablar de lo que no les importe, si no quieren oír cosas desagradables". Y la joven corrió a la puerta, muy alegre, y volvió trayendo a los tres tuertos. Llevaban las mejillas afeitadas, con unos bigotes retorcidos y tiesos, y todo indicaba que pertenecían a la cofradía de mendicantes llamados saalik.(2) Apenas entraron, desearon la paz a la concurrencia, y las jóvenes se quedaron de pie y los invitaron a sentarse.


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