El libro de las mil noches y una noche. Anonimo

El libro de las mil noches y una noche - Anonimo


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la azotea del palacio de mi padre, cuando un gran pájaro descendió sobre la azotea del palacio del visir, el cual estaba en ella. Quise matar al pájaro con la ballesta, pero la ballesta erró al pájaro, hirió en un ojo al visir y se lo hundió, por voluntad y juicio escrito de Alah.

      Ya lo dijo el poeta: ¡Deja que se cumplan los destinos; no quieras desviar el fallo de los jueces de la tierra! ¡No sientas alegría ni aflicción por ninguna cosa, pues las cosas no son eternas! ¡Se ha cumplido nuestro destino; hemos seguido con toda fidelidad los renglones escritos por la Suerte; porque aquel para quien la Suerte escribió un renglón, no tiene más remedio que seguirlo!

      Y el saaluk prosiguió de este modo:

      Cuando dejé tuerto al visir, no se atrevió a reclamar en contra mía, porque mi padre era el rey del país. Pero ésta era la causa de su odio.

      Y cuando me presentaron a él, con los brazos atados, dispuso que me cortaran la cabeza. Entonces le dije: "¿Por qué me matas si no he cometido ningún crimen?" Y contestó: "¿Qué mayor crimen que éste?" Y señalaba su ojo tuerto. Y yo dije: "Eso lo hice contra mi voluntad". Pero él replicó: "Si lo hiciste contra tu voluntad, yo voy a hacerlo contra la mía". Y dispuso: "¡Traedlo a mis manos!" Y me llevaron entre sus manos.

      Entonces extendió la mano, clavó su dedo en mi ojo izquierdo, y lo hundió completamente. ¡Y desde entonces estoy tuerto, como todos veis!

      Hecho esto ordenó que me matasen y me metiesen en un cajón. Después llamó al verdugo, y le dijo:

      "Te lo entrego.

      Desenvaina tu alfanje y lleva a este hombre fuera de la ciudad; lo matas y le dejas allí para que se lo coman las fieras".

      Entonces el verdugo me llevó fuera de la ciudad. Y me sacó de la caja con las manos atadas y los pies encadenados, y me quiso vendar los ojos antes de matarme. Pero entonces rompí a llorar y recité estas estrofas: ¡Te elegí como firme coraza para librarme de mis enemigos, y eres la lanza y el agudo hierro con que me atraviesan!¡Cuando disponía del poder, mi mano derecha, la que debía castigar, se abstenía, pasando el arma a mi mano izquierda, que no la sabía esgrimir! ¡Así obraba yo! ¡No insistáis, os lo ruego, en vuestros reproches crueles; dejad que sólo los enemigos me arrojen las flechas dolorosas! ¡Conceded a mi pobre alma, torturada por los enemigos, el don del silencio; no la oprimáis más con la dureza y el peso de vuestras palabras! ¡Confié en mis amigos para que me sirviesen de sólidas corazas; y así lo hicieron, pero en manos de los enemigos y contra mí!¡Los elegí para que me sirviesen de flechas mortales; y lo fueron, pero contra mi corazón! ¡Cultivé sus corazones para hacerlos fieles; y fueron fieles, pero a otros amores! ¡Los cuidé fervorosamente para que fuesen constantes; y lo fueron, pero en la traición!

      Cuando el verdugo oyó estos versos, recordó que había servido a mi padre y que yo le había colmado de beneficios, y me dijo:

      "¿Cómo iba yo a matarte, si soy tu esclavo?"

      Y añadió: "Escápate. ¡Te salvo la vida! Pero no vuelvas a esta comarca, porque perecerías y me harías perecer contigo, según dice el poeta: ¡Anda! ¡Líbrate, amigo, y salva a tu alma de la tiranía! ¡Deja que las casas sirvan de tumba a quienes las han construído! ¡Anda! ¡Podrás encontrar otras tierras que las tuyas, otros países distintos de tu país, pero nunca hallarás más alma que tu alma! ¡Sin embargo, está escrito! ¡Está escrito que el hombre destinado a morir en un país no podrá morir más que en el país de su destino! Pero, ¿sabes tú cuál es el país de tu destino…? ¡Y sobre todo, no olvides nunca que el cuello del león no llega a su desarrollo hasta que su alma se ha desarrollado con toda libertad!

      Cuando acabó de recitar estos versos, le besé las manos, y mientras no me vi lejos de aquellos lugares no pude creer en mi salvación.

      Pensando que había salvado la vida, pude consolarme de haber perdido un ojo, y seguí caminando, hasta llegar a la ciudad de mi tío.

      Entré en su palacio y le referí todo lo que le había ocurrido a mi padre y todo lo que me había ocurrido a mí. Entonces derramó muchas lágrimas, y exclamó: "¡Oh sobrino mío! vienes a añadir una aflicción a mis aflicciones y un dolor a mis dolores. Porque has de saber que el hijo de tu pobre tío ha desaparecido hace muchos días, y nadie sabe dónde está". Y rompió a llorar tanto, que se desmayó. Cuando volvió en sí, me dijo:

      "Estaba afligidísimo por tu primo, y ahora se aumenta mi dolor con lo ocurrido a ti y a tu padre. En cuanto a ti, ¡oh hijo mío! más vale haber perdido un ojo que la vida".

      Al oírle hablar de este modo, no pude callar por más tiempo lo que le había ocurrido a mi primo, y le revelé toda la verdad. Mi, tío, al saberla, se alegró hasta el límite de la alegría, y me dijo: "Llévame en seguida a esa tumba". Y contesté: ¡Por Alah! no sé dónde está esa tumba. He ido muchas veces a buscarla, sin poder dar con ella". Entonces nos fuimos al cementerio, y al fin, después de buscar en todos sentidos, acabé por encontrarla. Y yo y mi tío llegamos al límite de la alegría y entramos en la bóveda, quitamos la tierra, apartamos la losa y descendimos los cincuenta peldaños que tenía la escalera. Al llegar abajo, subió hacia nosotros una humareda que nos cegaba. Pero en seguida mi tío pronunció la Palabra que libra de todo temor a quien la dice, y es ésta:

      "¡No hay poder ni fuerza más que en Alah, el Altísimo, el Omnipotente!"

      Después seguimos andando hasta llegar a un gran salón que estaba lleno de harina y de grano de todas las especies, de manjares de todas clases y de otras muchas cosas. Y vimos en medio del salón un lecho cubierto por unas cortinas. Mi tío miró hacia el interior del lecho, y vió a su hijo en brazos de aquella mujer que le había acompañado; pero ambos estaban totalmente convertidos en carbón, como si los hubieran echado en un horno.

      Al verlos, escupió mi tío en la cara a su hijo, y exclamó: "Mereces el suplicio de este bajo mundo que ahora sufres, pero aun te falta el del otro, que es más terrible y más duradero". Y después de haberle escupido se descalzó una babucha, y con la suela le dió en la cara.

      En este momento de su narración, vió Schehrazada aproximarse la mañana, y discretamente no quiso abusar del permiso que se le había concedido.

       PERO CUANDO LLEGO LA 12ª NOCHE

      Ella dijo:

      He llegado a saber, ¡oh rey afortunado! que el saaluk, mientras la concurrencia escuchaba su relato, prosiguió diciendo a la joven: Después que mi tío dió con la babucha en la cara de su hijo, que estaba allí tendido y hecho carbón, me quedé prodigiosamente sorprendido ante aquel golpe. Y me afligió mucho ver a mi primo convertido en carbón; ¡tan joven como era! Y en seguida exclamé:

      "¡Por Alah! ¡oh tío mío! Alivia un poco los pesares de tu corazón. Porque yo sufro mucho con lo que ha ocurrido a tu hijo. Y sobre todo, me aflige verlo convertido en carbón, lo mismo que a esa joven, y quetú, no contento con esto, le pegues con la suela de tu babucha".

      Entonces mi tío me contó lo siguiente:

      "¡Oh sobrino mío! Sabe que este joven, que es mi hijo, ardió en amores por su hermana desde la niñez. Y yo siempre le alejaba de ella, y me decía: "Debo estar tranquilo, porque aun son muy jóvenes". ¡Pero no fué así! Apenas llegados a la pubertad, cometieron la mala acción, y aunque lo averigüé, no podía creerlo del todo.

      Sin embargo, eché a mi hijo una reprimenda terrible, y le dije: "¡Cuidado con esas indignas acciones que nadie ha cometido hasta ahora, ni nadie cometerá después! ¡Cuenta que no habría reyes que tuvieran que arrastrar tanta vergüenza ni tanta ignominia como nosotros! ¡Y los correos propagarían a caballo nuestro escándalo por todo el mundo! ¡Guárdate, pues, si no quieres que te maldiga y te mate!" Después cuidé de separarla a ella y de separarle a él. Pero indudablemente esta malvada le quería con un amor grandísimo, porque el Cheitán consolidó su obra en ellos.

      Así, pues, cuando mi hijo vió que le había separado de su hermana, debió fabricar este asilo subterráneo sin que nadie lo supiera; y como ves, trajo a él manjares


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